Mientras crecía, Sofía no era la mujer más agraciada del mundo. “Me decían ‘palillo’ porque era muy flaca, y recuerdo que me ponía dos bluejeans, uno encima de otro, para verme más gordita”, dice.
Sin embargo, cuando cumplió los 14 empezó a crecerle el busto, lo que le causó un impacto porque empezó a rellenarse por todos lados y, a pesar de ser delgada, su talla de brasier (32F) la hacía verse demasiado voluptuosa para su edad.
Ahí empezó a pensar que tal vez una cirugía arreglaría su vida, y le pidió a su mamá que le patrocinara la operación de busto, pero ella se negó diciéndole: “Uno tiene que agradecer lo que Dios le da y aceptarse como es. Deja la bobada que algún día me lo vas a agradecer”.
Ese día llegó pronto.
La carrera de Sofía Vergara comenzó cuando tenía 17 años y un fotógrafo la vio en una playa. El cuerpo ya se le había ajustado y había adquirido unas formas espectaculares. Sin embargo, ella era una mujer tímida y no se había acostumbrado aún a ser el centro de atención. Tantas miradas le parecían incómodas. Fue por eso que, cuando le ofrecieron hacer un comercial para Pepsi, ella se negó. “Mi mamá me convenció”, dice Sofía.
Su novio de entonces, José Luis González “Joe”, también le dijo que lo hiciera pero, según una entrevista que le dio Vergara a la revista Maxim, no estuvo tranquila hasta que no pidió permiso en el colegio y las monjas dieron su visto bueno. El comercial de Pepsi hizo historia. En él se ve a una rubia que va despojándose de su sombrero, su camiseta y sus shorts, camino a una caseta donde venden gaseosa. Como la arena está hirviendo, la rubia usa su ropa para no quemarse los pies. Los hombres empiezan a verla a medida que va quitándose la ropa y, cuando queda vestida solo con un bikini lila, la playa entera ya está conmocionada esperando el siguiente paso. La chica se lleva las manos al cuello, piensa si quitarse la parte alta del traje de baño, y decide que no, así que el resto del camino lo hace a saltitos.
De ahí en adelante su carrera de modelaje se disparó. “Yo no entendía cómo un comercial en bikini hacía que me reconocieran vestida en la calle y me empezaron a llegar todo tipo de ofertas para modelar, presentar shows de televisión y eventos… Y cada vez que hacía una cosa, de esa cosa me resultaban cinco”.
Un año más tarde vino el matrimonio con Joe, el nacimiento de su hijo Manolo en 1992 y su posterior divorcio. Sofía había empezado a estudiar odontología y todo indicaba que su vida iba a seguir un rumbo más tranquilo, pero no fue así. “Me tocó escoger [entre la odontología y el modelaje]. Eran buenos contratos, me tocaba viajar y no podía faltar tanto a la universidad”, dice, así que dejó sus estudios y se matriculó para siempre como modelo. A los veinte años, con un niño recién nacido y unas buenas ofertas de trabajo, Vergara se mudó a Bogotá para comenzar su carrera como modelo, tanto en pasarela como en televisión.
Esos años, recuerda Vergara, “me sirvieron mucho. La experiencia como modelo, los comerciales de televisión, la pasarela. Me sirvió mucho todo lo que hice como presentadora, como animadora de shows en vivo, que me enseñó a improvisar. Yo sé recibir dirección. Entiendo lo que me piden, y si me corrigen, lo hacen solo una vez. Eso es una ventaja grande”.
En 1995, Vergara decidió que era hora de buscar nuevos rumbos, así que comenzó a hacer el programa de viajes Fuera de serie, con el argentino Fernando Fiore, que se presentaba enUnivisión. Aunque fue divertida, esa época también fue dura. “Me tocaba dejar [a Manolo] con la abuela –dice Vergara– y montarme en ‘coach’ en un avión y viajar por el mundo.
A veces, después de un vuelo de doce horas incómodos, comíamos cualquier cosa y me tocaba trabajar. Maquillarme sola, poner una sonrisa y presentar segmentos. O montarme en una pirámide cuando estaba muerta del cansancio, o ponerme una tanga en medio de la nieve y actuar feliz sin haber dormido”.
Aun así, el programa de Fiore le abriría las puertas al difícil mercado americano y, aunque el sueño de Hollywood era por ese entonces una locura, Sofía empezó a hacer sus primeros esfuerzos encaminados hacia allá. Su vida personal a finales de los años noventa tampoco era tan sencilla. Después de que sus padres se divorciaron (en 1992), su mamá y las mujeres de su familia empezaron a adquirir esa importancia de “mafia matriarcal” de la que habla Vergara, y a acompañarla en su vida cotidiana y en los momentos especiales.
En 1998, tres años después de que Vergara partiera a Miami a buscar un nuevo rumbo, dos acontecimientos en Colombia marcaron para siempre su vida y la de su familia. El primero fue el asesinato en Bogotá de su hermano mayor, Rafael, aparentemente en un intento de secuestro. El segundo fue el secuestro de su padre a finales de ese mismo año en la ciudad de Barranquilla. Luis Enrique duró tres meses secuestrado, al parecer en manos de una banda de delincuencia común. En 2009 falleció luego de haber sufrido un derrame cerebral.
La Toty, ya radicada en Miami, cerró filas en torno a su familia y se dedicó a unirlos a todos en Estados Unidos, aunque la tarea no fue fácil. Su hermano Julio estaba muy afectado por la muerte de Rafael. Según una entrevista que dio Vergara a la revista Parade, “Ellos dos eran muy unidos”. Julio intentó ir a la universidad, pero “No estaba preparado. Comenzó con alcohol, luego marihuana, después cocaína y finalmente crack. Ahora parece otra persona. Ver a alguien muriéndose de a poquito durante diez años, ese es el peor castigo”. Julio, sin embargo, cambió. Empezó un proceso de rehabilitación, lleva un año y medio sobrio y la tristeza de Sofía se transformó en orgullo porque su hermano ahora ayuda a otros muchachos en el mismo proceso.
Sofía Vergara, lejos de desmoronarse con las múltiples tragedias, creció y se convirtió en una mujer aún más fuerte. “Yo he sido muy afortunada, aunque, como muchos colombianos, he pasado por momentos tristes de violencia y pérdidas, pero tal vez por ser mamá he tratado de mirar lo positivo, caminar derechito y trabajar duro para salir adelante. En vez de amargarme o darme miedo, esto me sirvió para gozar más la vida, tenerles más respeto a los buenos momentos y celebrarlo todo”.
“Mi vida con Toty”
La comida, como ella bien lo dice, juega un papel central en su vida y en sus reuniones. Como buena colombiana, su mesa está siempre rebosante de comida para sus amigos, en particular antes de algunas ceremonias o en ocasiones especiales. Le fascinan los postres, en especial los macarrones de colores, y le cuesta un enorme trabajo hacer una dieta. “Yo no me voy a matar de hambre para ser talla cero –dice– y vivir de mal genio y hacerle a todo el mundo la vida miserable. Yo tan flaca pierdo mi gracia, la alegría y me envejezco diez años”. Esa misma disciplina que exige a sus compañeros de equipo la practica en su casa, con su hijo.
“Manolo es mi compañero de vida. Hemos pasado de todo juntos. Muchas cosas buenas y algunas duras y tristes, y casi siempre él y yo solos”. Vergara, aunque sigue siendo amiga de su exesposo Joe (el padre de Manolo, que se volvió a casar y tiene un hijo pequeño), ha criado a su hijo prácticamente sola.
“Yo siempre he tenido claro que, antes que su amiga, debo ser su mamá. Mi deber es guiarlo para que camine derechito por el mundo. Él tiene mil amigas pero solo una mamá y esa soy yo. Y soy bien intensa, sobreprotectora. Hasta el día de hoy, a sus 21 años, miro sus calificaciones, lo regaño, lo felicito, estoy pendiente de si va al médico, si pagó cuentas… ¡A veces el pobre se siente ahogado!”.
Sin embargo, Manolo, lejos de verse apabullado por las exigencias de una madre vigilante, parece haber sido siempre un niño feliz. O por lo menos eso muestran las imágenes de infancia que rescató en su programa Mi vida con Toty, que se emite por YouTube. En el programa, de segmentos cortos y grabado desde cualquier habitación como si fuera un chico haciendo una confesión por webcam, Manolo muestra pequeños videos, imágenes de su familia en eventos especiales, en Navidades, cumpleaños y fiestas, cuando aún Sofía no era famosa y él no era más que un niño, y los complementa con historias actuales llenas de humor.
Es capaz de burlarse de los tics nerviosos de su mamá, de las fiestas costeñas, de sus primeros trabajos en el mundo del cine, todo hecho con una enorme candidez. “Lleva años filmando cosas de nuestra vida con su camarita y con el iPhone y hace episodios de lo que graba, del pasado y del presente –dice Vergara–. Yo a veces ni me doy cuenta de las maldades que pone, me saca horrible, comiendo, diciendo malas palabras, en rulos… pero eso me encanta, porque de cierta forma me demuestra que está orgulloso de mí, de lo que somos y de cómo vivimos”.
Pero eso no es lo único que hace. Acostumbrado, gracias al ejemplo de su mamá, a trabajar todos los veranos desde sus 14 años, Manolo ha desempeñado varios tipos de oficios. “Al principio se encargaba del correo en LatinWE. Contestaba el teléfono, pedía los almuerzos, organizaba carpetas, cosas así. Cada año le daban más responsabilidades y él se gastaba el sueldo comprándoles brownies a los empleados, o regalos a su tía o a su abuela y hasta a mí –dice Sofía–. En el verano de 2011 pidió trabajo en Modern Family y era asistentede los escritores, repartía libretos, hacía cambios, ayudaba en el set”.
Manolo, que estudia cine en Boston, siempre ha sido un apasionado de las películas, aunque nunca había salido en ninguna hasta 2012, cuando consiguió un trabajo como asistente de rodaje en la cinta White Rabbit. En el episodio de Mi vida con Toty en el que narra su aventura, se ve lo que hace: cuida el set para que no entren curiosos. Aun así, “le dieron un papelito a última hora como actor y creo que lo matan enseguida –dice Vergara entre risas–, pero pasó feliz”.
La relación de Sofía con Manolo sin duda ha sido determinante en los noviazgos de la actriz. “Haber sido mamá tan joven me ha ayudado a enfocarme y a no estar perdiendo el tiempo, y eso incluye las relaciones con hombres. Yo jamás he vivido con un hombre desde que me divorcié. Y no porque sea una santa o lo vea mal, sino que no quería confundir a Manolo”.
Aun así, los rumores de las relaciones de Vergara con hombres famosos han sido fuertes. Se le han achacado romances con Mark Whalberg, Enrique Iglesias y hasta Tom Cruise. Según una reciente investigación de la revista Vanity Fair, luego de que Cruise se divorciara de Nicole Kidman, y apoyado por la iglesia de la Cienciología a la cual pertenece, comenzó a buscar hermosas mujeres para que fueran la siguiente señora Cruise. “Se dice que Cruise no fue capaz de interesar a un grupo de hermosas y conocidas actrices –incluyendo a Sofía Vergara y a Scarlett Johansson– de aceptar su devoción por la Cienciología”, afirma la revista.
El caso es que Vergara se desvinculó con facilidad de esos pretendidos romances afirmando que no eran más que buenos amigos.
“Ni siquiera en chismes –y eso que inventan bastantes– han dicho que le he quitado el novio a nadie, ni que ando con un viejito millonario o un tipo raro por interés, plata o fama. Y la realidad es que he tenido más amigos y menos novios de los que se ha rumorado”, dice Vergara, y añade: “Yo me he enamorado muchas menos veces de lo que la prensa dice. Creo que enamorarse es divino, pero no debe ser una cosa luchada, dramática, de altibajos. Yo me he enamorado tratando de ser consciente de que un hombre (a menos que sea tu hijo) no puede ser el motor de tu vida. De eso no debe depender tu felicidad para el resto de la vida. El amor no necesariamente dura para siempre”.
Con eso en mente, Vergara se comprometió con el empresario estadounidense Nick Loeb, que le pidió matrimonio durante la celebración de su cumpleaños número cuarenta, que se llevó a cabo en México, en una fiesta que duró varios días y que contó con 108 invitados de diferentes partes del mundo, incluida por supuesto su familia, su exesposo, sus amigas de infancia, sus colaboradores y el elenco de Modern Family.
Fiel a su mantra de celebrarlo todo, Vergara recibió a sus invitados en Playa del Carmen, en la Riviera Maya, donde, en un pequeño discurso de bienvenida, afirmó: “Los cuarenta me llegan en el momento más feliz de mi vida. Me siento rodeada de amor y tengo todo el éxito con el que soñé”. No se equivoca.
Marta Orrantia: Periodista y escritora. Autora de la novela Orejas de pescado y acaba de publicar a nueve Todopoderosos de Colombia.