Foto: Nicolás Santo Domingo
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Yo quiero ser Míster Colombia: la batalla por la belleza real

La batalla por ganar este título de belleza hace que, aún en medio de una geografía viril como lo es la Costa, haya jóvenes que se le midan a llevar la cintilla de Míster.
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septiembre 26, 2012
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La belleza. Quienes la poseen o la padecen están condenados a una sola cosa: ser observados por donde quiera que vayan. Y a quienes no la tienen solo les queda una opción: anhelarla o rodearse de ella. Julio César Navarro Moncada, más conocido en la costa Caribe como “El Zar de las reinas”, encaja en esta categoría y trabaja, justamente, con este bien escaso. Desde hace más de diez años maneja varias franquicias en materia de concursos de este tipo: Miss niña Atlántico, Miss Teen World y su, últimamente publicitado, Míster Colombia Zona Norte, el que, según el Zar, es un trampolín para que los chicos puedan exponerse a la farándula colombiana. Tal es el caso de Edwin Garrido, estrella de uno de los más polémicos reality shows que se transmiten hoy en día en el país, Protagonistas de Nuestra Tele.

Julio nació en 1966. Es un hombre rollizo de piel blanca, ojos claros y cabello rubio. Sus cejas arqueadas le dan un aire de estar siempre feliz o maravillado. Proveniente de un hogar de clase media en Barranquilla, desde niño se sintió atraído por los reinados que se efectuaban en Colombia. A muy temprana edad, el llamado Zar se dedicaba a recortar imágenes de los periódicos de la ciudad y las páginas sociales eran sus preferidas. Armado de tijeras, un cuaderno y goma, recortaba fotografías de la gente más hermosa de la sociedad barranquillera: damas rosadas, señoritas Atlántico, empresarios y otras tantas personalidades del jet set costeño. Luego pegaba los recortes en sus cuadernos que ya para su adolescencia superaban los cien.

“María Mónica Urbina, eso es lo que yo llamo una mujer bella”, dice el Zar enseñando una vieja fotografía que atesora en una de sus libretas, y, como si desarmara un maniquí, explica el porqué: “Sus ojos son como los de una serpiente al anochecer, su piel aceitunada como la de una princesa guajira, su cuerpo espigado, toda una obra maestra, en una sola palabra: perfecta. Es que yo tengo un ojo clínico para estas cosas”. Ese ojo clínico reside en descubrir eso que tiene la capacidad de dejarnos sin palabras. Por eso, para él los hombres merecen otro capítulo. “Con ellos las cosas varían sustancialmente; en los de la Costa norte prevalece algo que llamo el ‘exotismo’, rasgos poco comunes, rostros angulosos y, primordialmente, cuerpos perfectos. Un hombre hermoso es como una escultura en mármol, que, en algunos casos, yo termino modelando”, recita convencido. Alguno de estos chicos, de sus chicos, aspira a llevarse el título de Míster Colombia.

De gira de medios con el Zar, acompañándole a difundir su concurso de hombres bellos, recorriendo programas de televisión y periódicos de Barranquilla, se puede tener una visión más amplia de lo que este tipo de competencia genera en sus participantes y se obtiene también un perfil de los chicos involucrados en este tipo de eventos. Y como competencia es competencia, a la hora de figurar, hombres y mujeres no distan unos de otros en su afán de protagonismo.

Al momento de las fotografías oficiales, por ejemplo, se advierten pequeñas riñas de quiénes deben ir delante y quiénes detrás. La vanidad no conoce de modales. Míster Cesar, Iván Rada, dice que no puede estar más de cinco minutos sin mirarse en el espejo, ¿Por qué, Míster Cesar?, le pregunto. “Es que soy metrosexual”, responde el estudiante de Odontología con la misma naturalidad del que afirma ser vegetariano. A pesar de su respuesta, es el que, de todos, luce más descomplicado y, por qué no decirlo, más varonil que el resto del grupo. Es el más alto de todos los chicos, mide uno 1.85 metros y no es oriundo de ese departamento, como tampoco lo es el resto del séquito, a excepción de Míster Magdalena, Willer Jiménez, que nació en Santa Marta. Por su parte, Míster Sucre, Jaime Montenegro, de 1,70 de estatura y piel blanquísima, asegura tener ancestros italianos, aunque su tipo nos remita más a los santanderes que a la bella Italia. Lleva un gran tatuaje en su pecho, un símbolo Maorí, y explica que la razón de habérselo hecho es por considerarse a sí mismo un guerrero nato.

¿Hasta dónde serían capaces de llegar por conseguir lo que desean?, les interrogo a todos. Míster Sucre se adelanta: “Hasta dónde sea” y luego de un par de segundos de silencio añade: “Eso sí, sin pasar por encima de nadie. Hay que ser integrales”.

Míster Barranquilla, Richard Roa, el menor del grupo, tiene 19 años y estudia Salud Ocupacional en el SENA. En palabras del maquillador oficial del evento, es el que posee “el rostro más hermoso del concurso”. Tiene razón. La cara de Míster Barranquilla parece no haber salido aún de la niñez, y a veces sus expresiones, como las de un niño, reflejan las ganas de hacerse notar más que los demás. ¿Qué ve cuando se mira al espejo, señor Barranquilla?, indago. “Veo a un hombre capaz, seguro de lo que quiere”. Pero durante la sesión de fotos que ilustró esta crónica se le vio más inseguro que nunca, mientras el maquillador le repetía una y otra vez, como dándole ánimos: “recuerda Richard que tienes el más bello rostro”.

Omitiendo a Míster Bolívar, a ninguno de estos muchachos, a diferencia de las niñas que sueñan con ser misses de cualquier cosa, se les pasó por la cabeza ser aspirantes a un título de belleza. A todos, el asunto les tocó por casualidad, o por el simple hecho de ser considerados por quienes los rodean como hombres atractivos. Casi todos desean ser actores, presentadores de TV y solo algunos, como Míster Atlántico, Jorge de la Hoz, ser un profesional en Contaduría Pública, la carrera qué estudia. ¿Y por qué estás aquí entonces?, le objeto. “Por la experiencia, es bueno vivir cosas que nunca has vivido”, es su respuesta. Y tiene algo de razón, físicamente es un chico común y corriente, pelo al ras, facciones sencillas, estatura promedio, nada del ‘exotismo’ del que hablaba el Zar al comienzo. Muy distinto a Míster Bolívar, Luis Carlos Lobos: Psicólogo, 21 años, de piel morena y una cara con insinuantes visos hindúes. Hoy día luce un cuerpo atlético, pero recuerda que solo hace algunos meses estaba pasado de kilos y el concurso le sirvió como meta para lucir una imagen de película. Sí hay alguien de este grupo que desee con ansias ganar el título del hombre más hermoso del país, es él. Se lo toma a pecho y en la sesiones de maquillaje es el que más exige que lo dejen perfecto. “Esto es mi sueño, quiero ser una estrella de TV o de la pantalla grande. Ya he hecho algunos trabajos como figurante en algunas producciones nacionales y este concurso me dará a conocer, de eso estoy seguro”, argumenta Luis Carlos tan efusivamente que da la impresión de que tuviera una cámara en frente.

En cuanto a las familias de estos chicos, la mayoría de clase media, las opiniones están divididas. Las cómplices en estos ires y venires han sido sus madres, ellas les han brindado apoyo incondicional en lo que han necesitado. Y es que ellas también tienen un sueño: ver a sus hijos figurantes de alguna telenovela nacional o cualquier reality de los canales privados. Los padres se muestran más escépticos, a más de uno no le termina de convencer ver a sus hijos empolvados, con las cejas peinadas y los labios humedecidos de sutiles brillos labiales.
Así transcurren los días del Zar de la belleza. Sembrando deseos de conquista. Cultivando la vanidad que ya no es terreno exclusivo de las damas. Saciándose. Y, claro, espera poder decir que, además de protagonistas de novela, también tiene el don de crear hombres con cetro.

*Jonh Better es escritor barranquillero, autor de ‘Locas de felicidad’.

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