TODO ES TEMPORAL
Lo que más me sorprendió fueron las montañas rocosas que bordean la ciudad, sobre las que están ubicados algunos monasterios. Además, este paisaje se encuentra adornado por coloridas banderas llamadas Lung-Ta, colgadas en lo alto, donde el viento las purifica y se lleva sus deseos y bendiciones. A su vez, sol, viento y lluvia las desgastan recordándonos que todo es temporal. Por eso se cambian en el Año Nuevo tibetano –a fines de febrero– para iniciar un nuevo ciclo. Su origen se remonta al Bön (creencia previa al budismo), pues sus seguidores colgaban banderines como protección.
Lhasa, su capital, está en el valle del río Brahmaputra y se halla rodeada por picos del Himalaya de más de 5.000 metros. En días despejados se pueden ver montañas cubiertas de nieve, aunque, en general, su clima es muy seco.
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PALACIOS Y LAGOS
Lhasa ha sido reconstruida después de la Revolución Cultural. Es una ciudad moderna, aunque afortunadamente conserva el Barkhor, el único barrio de arquitectura tradicional y antigua sede del dalái lama. Aquí también se encuentran los palacios de Potala, residencia de invierno del dirigente tibetano, que tiene una arquitectura y ornamentación exquisita y el templo de Jokhang, que cuenta con cuatro pisos y tejados cubiertos por azulejos dorados. Ambos fueron declarados por la Unesco patrimonios de la humanidad.
En la cultura tibetana hay nueve lagos que son sagrados. Los tres más importantes son Namtso, Yamdrok y Manasarovar. Estos se encuentran muy distantes de Lhasa –entre cuatro a cinco horas por carro y están a más altura sobre el nivel del mar que la capital–. Así que si les sienta mal la altitud, no les aconsejo ir a visitarlos.
Mi última recomendación es el Tibetan Traditional Blind Massage Center, un centro sin ánimo de lucro formado por jóvenes tibetanos con diferentes grados de ceguera, graduados en la Escuela para invidentes de Lhasa. Sus masajes son muy apreciados por la población local y algunos trabajan en varios hospitales del Tíbet. Están especializados en los masajes de cuerpo y pies con aceite.
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ORACIÓN EN MOVIMIENTO
Como amante de la moda, es una delicia sentarse en la plaza del templo Jokhang, el más antiguo (siglo VII), a mirar y analizar el modo de combinar, vestir y colocarse accesorios de las personas.
Me llamaron la atención los rosarios tibetanos que llevan enrollados en sus manos, girando los molinillos de oración. Cada molinillo contiene pergaminos de diez metros con mantras escritos a mano en sánscrito. Al hacerlos girar constantemente se cree que las oraciones y las plegarias se elevan al cielo con el movimiento. Practican el “kora”, que es caminar alrededor de estos sitios sagrados en el sentido de las agujas del reloj, entonando mantras.