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Tendencias

Tecnología: Lo que somos

¿Cómo estamos conviviendo con la tecnología? JWT se puso en la tarea de investigarlo y estas son sus “10 tendencias para 2014 y más allá”, según un revelador estudio.
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abril 22, 2014
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1. Experiencias inmersivas

“Tenemos que poner a la persona dentro de la experiencia, de forma que no importa adónde mire, esté rodeado por una realidad de tres dimensiones. Eso es el futuro”. Lo dijo Steven Spielberg y dio en el blanco. Ya no queremos solo sentarnos a ver una obra, una película o recorrer una exposición sin más. De hecho estamos dispuestos a pagar más por una experiencia que por un producto físico como tal. Más del 70 % de las personas así lo confirman en las encuestas. Casi como un síndrome del Truman Show. Así, el teatro en espacios no convencionales en donde no estamos sentados, las exposiciones en las que aparte de la obra hay efectos sensoriales o incluso una cena en un restaurante donde nos vendan para simular la ceguera…, todo debe apelar a los sentidos e intentar recrearnos una realidad. Y la literatura no se queda atrás, ya hay una aplicación como la Booktrack Studio que les permite a los autores de un texto ponerle música, sonido ambiente y efectos a lo escrito. Los lectores reciben mensajes de texto de los personajes, juegan con ellos y hasta algunos eventos de la historia se despliegan en sus calendarios personales. Para esto se utilizan tecnologías que incluyen cascos, gafas y auriculares como el Osculus Rift (que será lanzado este año), que busca meter a la persona dentro del juego. Lo mismo sucede con las tecnologías ScreenX y Kayne West Screen, que no solo proyectan imágenes en una pantalla al frente, sino que amplían la experiencia con proyecciones en el piso, en el techo y a 270 grados, o a la llamada 4D, que le añade movimiento a las sillas, oleadas de olores, y otras sensaciones a una proyección en 3D.

2- Todo es visual

Las imágenes han dejado de ser un complemento. Son un mensaje en sí mismo. En Facebook se publican 350 millones de fotos diarias y ahora está de moda mandarse stickers por el chat. Y dejaron de ser recuerdos. Tal como lo dice Robin Kelsey, profesor de Fotografía en Harvard y uno de los expertos consultados en este estudio: “Nos alejamos de la fotografía como una manera de guardar un evento pasado y nos acercamos cada vez más a ella como un medio de comunicación”. Por ello el auge de los GIFS, un formato gráfico para comunicarse con animaciones o imágenes de bajo peso. Y qué decir de la poca disposición para leer o escribir textos largos. Quizás a esto le debe su éxito Twitter, aunque ya no le bastan sus 140 caracteres y se vio obligado a incluir fotografía, pues 58 % de las personas disfrutan más ver fotos o videos que publicaciones con texto. Las redes especializadas abundan: Pinterest, Instagram (¡sube a diario 55 millones de fotos a la red!) o Snapchat (aplicación donde las imágenes se destruyen a los 10 segundos y que reporta un movimiento de 400 millones de imágenes al día…) son la muestra de lo que muchos neurocientíficos aseguran: que es más sencillo para el cerebro descifrar información en un formato visual que en uno escrito o numérico. Así las cosas, mil imágenes valen más que una palabra.

3. La era de la impaciencia

Queremos todo ya. Los tiempos de espera de un domicilio, de una noticia en desarrollo, de una compra online, o incluso de una respuesta a un mail nos impacientan. Necesitamos aplicaciones para pedir un taxi sin esperar en el teléfono y en donde incluso se pueda pagar por adelantado para no tener que gastar tiempo pagándole físicamente al conductor. No esperamos al próximo capítulo de la serie de televisión que nos gusta, porque podernos sentarnos a ver toda una temporada en un día. Si abrimos un link y no carga en menos de dos segundos, abandonamos la intención de ver de qué se trataba. La palabra instantáneo hoy en día cobra un significado diferente. Queremos anticiparnos a nuestros deseos. Dentro de poco será muy normal que luego de correr determinados kilómetros, un chip en los tenis reporte que necesitamos un nuevo par. Ya hay aplicaciones que permiten comprar una hamburguesa sin hacer la fila o pagar la cuenta sin pedírsela al mesero (My check y Cover). Incluso en Tinder, una aplicación para conocer gente nueva, basta con ver una foto de alguien que está a pocos kilómetros para aceptar que nos hable arrastrando con el dedo la imagen a la derecha o desechar su presencia en nuestras vidas arrastrándola hacia la izquierda. Sin embargo, «ahora nos ponemos más ansiosos con la idea de perder tiempo y tenemos menos resiliencia a manejar la frustración», dice la profesora y psicóloga Kit Yarrow, de la Golden Gate University. Lo paradójico de esta tendencia es que hace que lo pausado, lo especial y lo difícil de conseguir comience a convertirse en un lujo.

4. El celular: una oportunidad

El celular hoy es para todos, al punto que África es el mercado de celulares que más rápido crece (según un estudio de McKinsey su penetración pasará del 2,5 % actual a un 30 % en diez años y hasta a un 50 % en las ciudades grandes del continente). “De aquí a 2019 los usuarios se triplicarán”, afirma Douglas Gilstrap, la cabeza de estrategia de Ericsson. Para seguir siendo una necesidad, las compañías de celulares han combatido la falta de energía (su peor enemigo) haciendo teléfonos que duran 35 días cargados y los precios de un teléfono inteligente y de las tabletas están bajando 12,5 % cada año. Ya puede encontrarse un hospital cercano, diagnosticar una enfermedad, contactarse con un médico certificado o incluso monitorear un embarazo a través de los teléfonos. Así como aplicaciones de educación para aprender inglés, vocabulario corporativo y hasta técnicas de agricultura vía mensajes de texto y pruebas cortas. Pero quizá la más grande revolución es la financiera. Mientras las estadísticas señalan que más de mil millones de personas en países en desarrollo aún no poseen una cuenta bancaria, sí disponen de un celular, así que solo a través de él tienen inclusión financiera que no solo se traduce en desarrollo sino, por supuesto, en créditos. “En los mercados emergentes hay transacciones más sofisticadas de dinero a través de un celular que en los países del primer mundo”, afirma Chris Locke, el director de GSMA Mobile for Development. M-Pesa es un ejemplo perfecto. Según el FMI, el servicio para transferir dinero con un teléfono procesa más transacciones en Kenia de lo que Western Union registra globalmente.

5. Tecnología telepática

El 85 % de las decisiones que tomamos los humanos están determinadas por el inconsciente (instinto, intuición, emociones, deseos, memorias y valores). La tecnología telepática sirvió en sus albores para determinar cómo leíamos una pantalla o en qué punto centrábamos nuestra atención, a través de un computador que sigue el movimiento del ojo (Eye Tracker), pero hoy estudia electroencefalogramas e imágenes por resonancia magnética para ver la actividad en cada región del cerebro. Se acerca el momento en el que un carro acelere o ralentice su velocidad según el nivel de atención que mide en su conductor a través de sensores. El neuromarketing busca recoger toda la información posible sobre nuestras reacciones al consumir. Compañías como Affectiva, Consumer Neuroscience Division of Nielsen, Realeyes y Beyond verbal utilizan cascos o balacas con sensores para hacer este tipo de estudios, que también analizan el tono de voz, o que graban las imágenes que le generan emoción o interés a la persona que porta el adminículo. Esto, para luego ofrecer promociones personalizadas. Muchas de estas compañías van a vender masivamente estos lectores de ondas cerebrales no solo para estudios de consumo, sino para ver todo lo que proyecta nuestro cerebro. Aunque muchos lo celebran, otros temen que esto signifique el control de nuestras mentes.

6. El fin del anonimato

Si controlan o no nuestras mentes, lo cierto es que el Gran Hermano nos vigila. Hemos ido soltando tanta información sobre nosotros y nuestros gustos para acceder a la tecnología que ya es difícil considerarnos anónimos. Los teléfonos inteligentes son quizás proveedores de información más sofisticados que un espía de la KGB. Las redes sociales ni hablar. “Desde el 9/11 la seguridad ha justificado que los gobiernos recojan más y más información de los ciudadanos, al punto que hay ya varias compañías en Internet que solo recogen y recogen información para monetizarla”, dice Julia Angwin, autora del libro La nación trampa: una lucha por la privacidad, la seguridad y la libertad en un mundo de vigilancia implacable. A pesar de que son las personas mayores de 36 las que más se preocupan por este fenómeno, “a las generaciones más jóvenes también les angustia la privacidad, solo que la ven diferente. Les importa más tener privacidad con sus padres, sus empleadores o cualquier adulto al que no le incumban sus asuntos, que a grandes corporaciones”, como bien afirma Jules Polonetsky, director del Foro para el futuro de la privacidad.

7. La rabia contra la máquina

Por cuenta de esta invasión tecnológica, le daremos mucho más valor a todo aquello que parezca una experiencia esencialmente humana. Muy a lo Doctor Jekyll & Mister Hyde, porque al tiempo que inmersos en la realidad virtual, añoraremos cada vez más la realidad de carne y hueso. Un 65 % de los encuestados considera que la tecnología se está apropiando de nuestras vidas, y un 81 % asegura que estamos perdiendo cualidades humanas importantes por tanta tecnología. Brian David Johnson, futurista de Intel, afirma, sin embargo, que estamos en una fase de adaptación, pero que seguiremos moviéndonos hacia la tecnología. Por eso, todavía nos aterramos con que los robots reemplacen al ser humano, pero cada día es más claro que los más jóvenes padecen de “demencia digital”, pues ya no confían en sus cerebros sino en sus computadores. Paradójicamente las críticas contra la tecnología son popularísimas en las redes y hay campañas que incentivan el abandono de la tecnología a favor de un regreso a “lo humano”.

8. Reinterpretación de la tradición

Con un constante evolucionar de las normas sociales y una actitud cada vez más abierta al cambio, hemos decidido reencauchar las tradiciones con nuevas recetas sobre lo que nos parece moralmente bueno y lo que no. Por ejemplo, a pesar de que las afiliaciones a las religiones decrecen cada vez más, el ritual del matrimonio cobra un nuevo sentido, incluso para personas no creyentes y para homosexuales que quieren unir sus vidas. A pesar de que los núcleos familiares varíen y que nazcan menos bebés, los rituales para celebrar la vida, la muerte y la unión se mantienen, aunque trastocados. Hoy en día celebramos incluso los divorcios y el volvernos viejos. Nuestra necesidad de congregarnos para hacer rituales es imperante. Y cuando de ello se trata, apelamos a nuestras raíces y ancestros.

9. Orgullosamente imperfectos

Hemos empezado a ver que la belleza radica precisamente en las diferencias, en la singularidad, en las variables inesperadas. Ya no nos interesan tanto las cosas descafeinadas, microfiltradas, sino las cosas rústicas, imperfectas, humanas, naturales. Hasta hace muy poco sería impensable que una mujer entrada en carnes como Lenah Dunham protagonizara una serie con escenas explícitas de sexo desnuda y, peor aún, que fuese ella misma quien escribiera y dirigiera la serie. Esto por mencionar tan solo un ejemplo de cómo la estética del photoshop, que todo lo arregla y todo lo homogeneiza, ha hecho que la perfección tenga cada vez menos valor intrínseco, al punto de que hasta las modelos sean reconocidas por sus defectos y que la gente real sea protagonista de anuncios publicitarios. No es casualidad tampoco que la moda se esté registrando afuera a través del “coolhunting” callejero. El 86 % de las personas cree que los defectos hacen más auténtico a cada ser humano. Parte de esta tendencia es consecuencia de la onda orgánica que promueve los alimentos imperfectos que no han sido modificados genéticamente. Los alemanes, incluso, inventaron una palabra para referirse a una maravilla imperfecta: Wunderlinge.

10. Vivir con sentido

Queremos vivirlo todo de una manera más presente, más consciente. Más allá del ámbito espiritual (a pesar de que las cifras indican que la práctica del budismo ha incrementado en un 170 %), necesitamos y buscamos cada vez más espacios de concentración y espiritualidad. Se estima que 20 millones de personas hacen yoga en el mundo entero y los cursos de respiración, meditación y pilates hacen parte de la búsqueda de las personas hoy en día para acercarse a una vida más zen, incluso haciendo caso omiso del positivismo que nos restringe creer en prácticas que no tengan asidero científico. Esta tendencia nos hace querer desacelerar, respirar, dormir, ejercitar el cuerpo y comer A CONCIENCIA. De hecho, organizaciones como Slow Food, con más de 100.000 miembros en el mundo, está llevando sus preceptos a otros ámbitos para proponer que dejemos de hacer mil cosas a la vez. Muchas de ellas, por las miles de pantallas que tenemos abiertas. Hoy existen los rehabs de Internet para los más adictos o las dietas de conectividad para quienes simplemente quieren “desintechicarse”. Entre esas iniciativas está la conferencia Wisdom 2.0 que cita a pesos pesados del mundo de la tecnología para revaluar la manera de incorporar la tecnología a nuestras vidas sin que se vuelva dueña de ellas. O las aplicaciones que buscan desconectarnos a través de meditación, como Headspace, o tiendas adaptadas para que la gente compre artículos sin etiquetas ni marcas, en completo silencio, sin zapatos y sin celulares a la mano (A Quiet Shop). Para Ellen Langer, psicóloga de Harvard, los productos que consumiremos mejorarán gracias a nuestra conciencia: “Mientras más conscientes nos hagamos, más difícil será que nos engañen”.

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