La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró 2021 como el Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible y le atribuyó el 7,4 % del PIB mundial y el empleo del 14 % de los trabajadores del globo a este modelo. Esto, sin duda, es un llamado para poner en las agendas internacionales el aporte económico, social y ambiental de las industrias creativas y culturales.
Hace veinte años, en 2001, se comenzó a hablar de economía creativa. El concepto fue expuesto por el escritor John Howkins durante una entrevista concedida a la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI). En esta aseguró que “es una economía en la que las ideas son los principales aportes y resultados (…) y en el que la gente dedica la mayor parte de su tiempo a generarlas. Es una sociedad en la que las personas no se limitan a ir a la oficina de nueve a cinco para hacer un trabajo rutinario y repetitivo, como se lleva haciendo desde hace años, ya sea en el campo o en las fábricas, sino allá donde se encuentren, hablando con los amigos, tomando una copa o al despertarse a las cuatro de la mañana con una idea que funcione de verdad”.
En términos concretos, la economía naranja es un conjunto de actividades capaces de transformar ideas en bienes y servicios de tipo cultural. Es decir, el tesoro de este modelo radica en la propiedad intelectual. Siendo la base de todo el conocimiento y el talento, dirigidos a tres grandes ramas: Industrias creativas, Culturales y Artes y patrimonio. Así que, además del lucro, este tipo de economía persigue el desarrollo y el fomento de la cultura desde la diversidad y la creatividad como pilares de transformación, mediante la creación, producción y distribución de bienes y servicios culturales y creativos. Se entiende como una herramienta de desarrollo basada en la generación de ideas.
En 2013, durante una conferencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se presentó el libro La Economía Naranja, una oportunidad infinita, escrito por el actual presidente de Colombia Iván Duque y en coautoría con el ex ministro de Cultura, Felipe Buitrago Restrepo. El libro se convertiría en la columna vertebral de la propuesta económica de la actual administración. Los autores explicaban, por ejemplo, que el naranja es el color dominante para la cultura, la creatividad y la identidad. La estrategia del Gobierno Nacional, desde el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 pacto por la equidad, articula diversas entidades como el Sena, el Dane, el Ministerio de Cultura, entre otras, para trabajar desde varios flancos. Algunos de ellos son recopilar información, formar talentos, brindar asistencia técnica, buscar financiación, internacionalización y el encadenamiento de estas industrias. Según el Dane, en total son 103 actividades dentro de la economía naranja. Incluyen diversas áreas como publicidad, arquitectura, diseño, moda y artes y oficios. El Ministerio de Cultura, por su parte, afirma que la economía naranja aportó 23 billones de pesos de valor agregado a la economía nacional en 2020. Lo que representa el 2,5 % del valor agregado nacional.
A través de esta política, según el documento El ABC de la economía naranja del Ministerio de Cultura, “se busca propiciar condiciones para generar empleo digno en el sector cultural, apoyar la materialización de nuevas ideas creativas y productos innovadores, fortalecer los saberes ancestrales, las prácticas del patrimonio cultural, además de generar condiciones para la sostenibilidad de las organizaciones y agentes que la conforman”. Aunque la pandemia golpeó al sector fuertemente, poco a poco se recupera y a través de entidades como CoCrea se otorgan beneficios tributarios a quienes decidan invertir en proyectos culturales. Es, sin duda, el momento de crear. También le puede interesar: ¿Cómo postularse a CoCrea? Le contamos todo lo que debe saber¿Qué es la economía naranja?
El caso colombiano
¿Cómo beneficia la economía naranja a Colombia?