En un país indudablemente monárquico, al príncipe Carlos le ha tocado el peor papel. El de vitalicio príncipe heredero. Fueron 70 años esperando que su madre, la infatigable Reina Isabel II, o bien se muera, o bien abdique en su favor. Durante todo este tiempo de espera, los británicos se acostumbraron a esta figura a menudo impopular, a ratos molesta, y la mayor parte del tiempo simplemente irrelevante.
Pero el príncipe Carlos no se resigna a esta forzada invisibilidad e intenta por todos los medios llamar la atención con declaraciones o comportamientos poco acordes a su cargo. Por ejemplo, en 2014, cuando visitó Canadá para tener una conversación «privada» con la refugiada Marienne Ferguson, Carlos comparó a Putin con Hitler, lo que no gustó demasiado en el Kremlin.
Paralelamente, desde hace años, el diario The Guardian intenta publicar unas cartas que el príncipe envió a varios ministros en 2004 y 2005 en las que, supuestamente, expresaba sus ideas políticas o daba recomendaciones concretas sobre cómo gobernar en ciertos asuntos.
El tema quedó archivado en el Tribunal Supremo, pero su revelación pública puede acarrearle serios problemas ya que la neutralidad política es de obligado cumplimiento para el futuro monarca inglés.
¿Cómo será el reinado del príncipe Carlos con 73 años?
Que el príncipe Carlos es un tipo con fuertes convicciones políticas no lo duda nadie. Se habla de hasta 36 reuniones privadas con distintos ministros solo durante el último gobierno.
Está en su derecho querer estar al día de los asuntos de Estado. Lo que se cuestionan algunos medios es si será capaz de canalizar ese espíritu a través de sus fundaciones y organizaciones no gubernamentales, o si optará por influir en los partidos políticos para que asuman algunos de sus postulados.
Esas fundaciones, como la Prince Foundation for Building Communities, reciben dinero de orígenes tan curiosos como herencias de la región de Cournaille, en donde por una ley, ¡de la Edad Media!, las tierras y dinero que dejan los que mueren sin hacer testamento y sin herederos que los reclamen, pasan automáticamente a manos del duque de Cournaille, o sea, el príncipe Carlos.
No estamos hablando de calderilla. Desde 2006 su patrimonio aumentó en 1.250 millones de euros por este concepto, y a nadie en el suroeste de Inglaterra parece preocuparle demasiado el tema.
Un príncipe verde
Pero, ¿cuáles son esas ideas polémicas que defiende con fervor? En primer lugar, el príncipe Carlos mantiene desde hace años una cruzada contra la arquitectura moderna, a la que acusa de utilizar materiales poco ecológicos, además de ser fea y esclava de las modas.
Carlos no duda en enfrentarse a arquitectos estrella como Richard Rogers o Norman Foster, llegando al extremo de lograr que se detenga un proyecto de viviendas en el exclusivo barrio de Chelsea, o que se modifique el proyecto de ampliación de la National Gallery.
Carlos cree que construir edificios con cristal, acero y cemento es insostenible. Acérrimo defensor de la arquitectura tradicional, los arquitectos le responden llamándole desfasado, y preguntándose si lo que él pretende es regresar a la época victoriana.
Un visionario del pasado
Sus ideas quedaron reflejadas en Una visión de Gran Bretaña, un libro publicado en 1989, e inspiraron la construcción de Poundbury, un pueblo del condado de Dorset levantado siguiendo los conceptos del “visionario” príncipe Carlos.
Unas tres mil personas viven en lo que algunos han calificado como plató de televisión, al estilo del Show de Truman, mientras otros alababan su escala humana y su diseño pensado para el peatón. Cabe destacar que un 35 % de las viviendas son sociales, concebidas para personas de bajos ingresos.
El granjero real
Carlos también defiende la comida orgánica. Es sabido que una vez declaró que si no le hubiera tocado ser príncipe, sería granjero. Fácil de decir, pensarán algunos. El hecho es que en 1992 creó la empresa Duchy Originals, pionera en el sector.
Cuentan que el príncipe probó hasta cien recetas distintas antes de decidirse por el sabor de las galletas de avena con las que empezó el negocio.
Hoy, más de treinta años después, Duchy Originals tiene más de 300 líneas de productos que se comercializan en 40 países. Incluso la actriz Liz Hurley se asoció con él para crear una nueva línea de comida orgánica más sensual y moderna, basada en los ingredientes que la exesposa de Hugh Grant cultiva en su granja de Gloucestershire, y que comparten espacio con vacas, gallinas y cerdos.
De DJ a presentador del clima
Y es que tras esa fachada de hombre serio y aburrido, parece esconderse un seductor que no le tiene miedo al ridículo. Un día sorprende a los escoceses haciendo de hombre del tiempo en la televisión; en otro le da por ponerse a pinchar discos, como si su aspecto, traje y corbata de corte clásico, no fuera el más alejado posible del de un DJ que se respete.
Finalmente aparece al lado de Robert Redford en el estreno de una película medioambiental, The Harmony Project, en la que ejerce de narrador. Se lleva bien con la gente del cine. Rowan Atkinson, Robin Williams o John Cleese, entre otros, asistieron a la gala por su sesenta cumpleaños, donde Rod Stewart cantó gratis para los invitados.
Sobre todo se lleva bien con su amiga, la gran actriz Emma Thompson quien una vez declaró, medio en broma, medio en serio, que bailar con Carlos es mejor que el buen sexo y que intentó seducirlo sin lograrlo…
El recuerdo de Diana
A quien sedujo Carlos en su día fue a una jovencita Diana. Recuerdo que en mi casa vimos la ceremonia por televisión. Con siete años aún no podía escoger el canal, y además, en esa época, inicio de los ochenta, éramos la típica familia de clase media con pretensiones, que compraba el Hola para ver cómo eran las casas de los ricos y famosos.
Recuerdo que Carlos y Lady Di llenaron muchas páginas de la revista. Pero el embrujo duró poco. Ahora sabemos que Carlos nunca soportó la frialdad, inexperiencia y bulimia de la conocida como la princesa del pueblo.
La verdadera pasión la sentía al lado de Camilla Parker Bowles, por la que sintió una pasión animal desde su primer encuentro, allá por el año 1970. El resto, tampax incluido, es historia conocida. Si todo sigue como está previsto, la tan detestada Camilla, que llegó a tener que soportar lluvias de panes y tomates en supermercados, y que ahora es vista como una adorable viejita que reinará sobre los ingleses al lado del hombre de su vida. A veces, pocas, las historias de amor terminan bien para los que saben esperar su momento.
Carlos III, una obra futurista
Los que sí se cansaron de esperar el relevo en el palacio de Buckingham son los teatreros ingleses. ¿Qué hicieron entonces? Montar una obra futurista en la que Carlos III ya reina.
El rey Carlos III es el título de una dramaturgia de Mike Barlett, dirigida por Rupert Goold e interpretada en su papel principal por el actor Tim Pigott-Smith. Presentada en el Teatro Almeida, la pieza ha sido, como se suele decir, un éxito de crítica y público durante esta última primavera teatral londinense.
El crítico teatral de The Guardian destacó la valentía de un texto que se atreve a preguntarse por el sentido de un rey en una democracia contemporánea. El del Telegraph, en cambio, destaca que la obra se cuestione el derecho de los espectadores/ciudadanos a reírse de las miserias de la monarquía.
Escrita en verso, con un tono inevitablemente shakesperiano, El rey Carlos III plantea la disyuntiva de si es conveniente que el rey siga siendo una figura de paja, decorativa, o si en cambio puede y debe ejercer algún tipo de influencia ante ciertos atropellos de la clase política.
El rey de todos
Carlos III también hace campaña contra la caza ilegal de especies protegidas. Hace unos meses se difundió un video de 9 minutos en el que, acompañado de su hijo Guillermo, realiza una sentida llamada a detener esta espiral de muerte y violencia hacia los animales.
Claro que el video fue contestado con otro en el que se ve a sus hijos cazando ciervos y jabalíes en una finca española… Los reyes y la caza van siempre unidos, para bien o para mal.
Cabe recordar también la cacería anual, por Navidad, que la familia real organiza cada año en la finca de Sandringham en Norfolk, en el este de Inglaterra. Suponemos que en esa cacería se respetan escrupulosamente los derechos de los animales, como en las películas de Hollywood.
Paciencia, esa palabra es lo que tuvieron los analistas al viejo heredero. ¿Se posicionará como lo esperó durante tantos años?