“En este momento no tengo un lugar al que pueda llamar casa, hace mucho años elegí vivir en una maleta dando vueltas por el mundo”, reflexiona la Toya Montoya sentada en la terraza de un bungaló que mira hacia el mar. Son las diez de la noche y aún está vestida con la ropa con la que llegó de Bogotá.
Fiel a su estilo natural y descomplicado, tiene unos jeans negros, camiseta blanca y tenis del mismo color. El pelo recogido en una cola y ni una gota de maquillaje. Hace pocas horas estaba en la capital cumpliendo compromisos en una carrera contra el reloj.
Sin embargo, tan pronto aterrizó en Cartagena y sintió el calor y la brisa marina, fue invadida por una sensación de tranquilidad. Después de todo, la costa tiene su propio ritmo.
La Toya aprovechó el contacto con la naturaleza para descansar y disfrutar al lado del mar Caribe, algo que la regresa a su infancia en su querida Santa Marta.
Del aeropuerto un carro la transportó hasta Barú. Allí tomó una lancha rápida que en quince minutos la llevó a la ciénaga de Cholón, donde está ubicada la entrada del hotel Las Islas, una nueva apuesta del grupo Aviatur, que busca la comunión entre ecología y máxima comodidad.
“Me encantó la experiencia de navegar entre manglares por la noche. Sentí una paz increíble, se ven las estrellas en el cielo, de vez en cuando se escucha el movimiento de algún pez en el agua”. Al llegar a su destino, un carrito de golf la transportó por amplios senderos de madera en medio de un bosque nativo a su habitación, el bungaló Cayo Cangrejo, sobre la playa –son 55 y cada uno tiene el nombre de una isla colombiana–.
Al abrir la puerta encontró un espacio acogedor y bien solucionado. La decoración, en la que predominan la madera y las fibras naturales, logra un perfecto equilibrio entre confort, estética y armonía con el entorno. “Quisimos hacer algo sencillo, pero sofisticado.
Podría decirse que es una mezcla de varios estilos. Hay una clara inspiración oriental, que se complementa con elementos locales, autóctonos. Los techos de paja fueron tejidos por artesanos de Planeta Rica, en Córdoba, y hay varias piezas de Artesanías de Colombia”, explica días después en su oficina en Bogotá, Jean Claude Bessudo, presidente del grupo Aviatur, y responsable de la propuesta decorativa del hotel.
El hotel Las Islas, en Barú, está inmerso en un bosque nativo. La vegetación es parte fundamental de la propuesta.
La Toya, quien a finales del año pasado lanzó (Toya de Traveller) –un canal de YouTube donde publica sus aventuras viajando por el mundo– conoce cientos de lugares, y ha desarrollado su propio sistema de calificación.
Los lujos y excesos no la impresionan –no significa que le disgusten–, pero aprecia más la experiencia, el momento vivido, el recuerdo que queda, sin importar si es un hotel cinco estrellas o un hostal. “La idea es siempre encontrar el balance.
Me gustan los viajes de aventura, que impliquen estar afuera y en contacto con la naturaleza. Pero no voy a negar que cuando visito las grandes ciudades me encanta probar buenos restaurantes”, continúa la samaria mientras disfruta de un cebiche, acompañado de patacones con hogao y una limonada fresca que le trajeron a la habitación.
La modelo samaria explica que haberse retirado de las pasarelas no significa desvincularse de la moda. Quiere evolucionar y dar paso a las nuevas generaciones.
Si quisiera, podría tomarse una copa en el bar del hotel –después de todo es viernes en la noche– pero está contenta donde está, terminando el día con el sonido de los suaves golpes de las olas sobre la playa.
A la mañana siguiente, el desayuno se toma en el restaurante Tía Coco, sobre el mar. Frutas, jugos naturales, frituras costeñas, diferentes tipos de huevos y una variedad de quesos y panes recién horneados hacen parte del menú. Toya se levantó temprano y aprovechó la luz del amanecer para meditar.
“No importa dónde, ni cómo, ni con quién esté, es importante darse un tiempo para conectarse con uno mismo. La vida va muy rápido y hay que tener rutinas, que por pequeñas que parezcan nos dan cierta estabilidad. También practico yoga, pero no siempre encuentro el espacio para hacerlo mientras viajo”, comenta mientras termina una porción de fruta y aprecia el azul del cielo que se funde con el agua turquesa del Caribe.
La Toya defiende y apoya el ecoturismo, siempre y cuando haya respeto por el entorno.
PROCESO DE EVOLUCIÓN
Hace unos meses, la modelo de 33 años –una de las más reconocidas del país– anunció su retiro de las pasarelas, decisión que tomó por sorpresa a muchos en el medio. “No significa desvincularme de la moda. Aquí sigo con muchas ganas de hacer cosas, continuaré trabajando con las marcas que me han apoyado y se han convertido en parte de mi familia.
Los bungalos del hotel están inspirados en el modelo que hay en el Parque Tayrona.
Me alejo de los desfiles, porque pienso que hay que darles espacio y oportunidad a las nuevas generaciones”. Con su vestido de baño puesto, está lista para comenzar a explorar. En una bicicleta –hay dos en cada bungaló–, se dispone a recorrer los tres kilómetros de senderos que tiene el hotel, que cuenta con más de treinta hectáreas de extensión y está inmerso en un bosque nativo, con especies como caucho baniano, pasiflora, totumo, mamón de mico y matarratón, entre otras.
La Toya con un sombrero de la boutique de artesanías del hotel.
“Empezamos a comprar este terreno hace 35 años, y nunca dejamos tumbar ni un árbol”, afirma Bessudo, quien a lo largo de sus viajes siempre le gustaron los hoteles de la cadena Aman. “Son pocos bungalós en áreas extensas, buscando el máximo confort posible, pero respetando la naturaleza”.
Este fue el concepto que se tuvo en cuenta al momento de diseñar el proyecto, en el que participaron los arquitectos Alberto Burckhardt, colombiano, y el español Alberto Montes. El resultado final, podría decirse, es una amalgama de ambas propuestas, con algunas modificaciones sugeridas por Bessudo.
El Aviario Nacional de Colombia está a media hora del hotel.
“Queríamos que las habitaciones que no se encontraran frente al mar estuvieran sobre los árboles, y nos inspiramos en el modelo que tenemos en el parque Tayrona. Esto nos permitió hacer algo homogéneo”.
La Toya pedalea sin apuro en su bicicleta para poder apreciar el entorno y no dejar de conversar. “Me alegra mucho que en Colombia estemos apostando por el ecoturismo. Aquí está todo lo que necesita alguien que busca comodidad y aprecia la naturaleza.
Una de las actividades más populares en el hotel es recorrer sus tres kilómetros de senderos en bicicleta.
Es importante respetar el lugar, entender el valor de los ecosistemas y generar el menor impacto posible cuando se hacen este tipo de proyectos”. Al llegar al Club House –una estructura con dos pisos y un altillo– se detiene. En el primer nivel está Las Guacas, el restaurante elegante del complejo, que tiene una carta desarrollada por el chef del hotel, el peruano Miguel Ángel Dapelo.
Luego sube por una escalera de caracol, que está revestida en bejuco de corozo, al igual que el resto de la estructura. Llega a un salón de reuniones, que hace las veces de sala de lectura. En el altillo se encuentra el bar –abierto 24 horas– con una impresionante vista de 360 grados.
Al terminar el tour de este sector retoma el recorrido. Pasado el medio día, decide hacer una pausa y descansar un rato en la playa. Bajo la sombra de un árbol se recuesta en una tumbona y decide ordenar el almuerzo. La oferta es la pesca del día, acompañada de arroz con coco, patacones y ensalada.
La decoración de las habitaciones es una mezcla de inspiración oriental con artesanía nacional.
Con su mirada fija en el horizonte, completamente relajada mientras juega con la arena con sus pies descalzos, suelta una frase contundente. Una mezcla de anhelo, y confesión: “Por momentos tengo ganas de parar, encontrar una rutina y volver a enraizar. Creo que eso va a pasar muy pronto y será en Santa Marta”.
Sonríe con la picardía de quien sabe mucho más de lo que quiere decir. Explica que su pasión siempre ha sido viajar, pero ahora quiere ser más selectiva, porque se ha dado cuenta de que al estar buscando y grabando material para su canal, se pierde parte de la experiencia. Por eso ahora lo hará por temporadas. “Me gusta disfrutar de las pequeñas cosas, de lo simple, conversaciones con los locales, perderme en lugares desconocidos. Es muy fácil encontrar cosas increíbles cuando no estás buscando algo específico”.
Dice que uno de los destinos más maravillosos en los que ha estado es Bután. “Ese pequeño país asiático tiene como meta que su producción sea ciento por ciento orgánica, respetan la vida de los animales, y en las fechas especiales la población se une para plantar árboles.
Todos los búngalos que están a la altura, tienen jacuzzi en la terraza.
Tienen claro que si no respetamos la naturaleza, no tendremos futuro. La riqueza del país se mide por la felicidad de sus habitantes, por eso todos tienen acceso a salud, educación, vivienda y alimentación”.
Es una forma de vida con la que se identifica, por eso sugiere que está enfocando sus energías en un proyecto que dará a conocer el año entrante “que le otorgará coherencia a mi filosofía de vida, cómo siento, cómo pienso y cómo me expreso. Estará centrado en el bienestar físico y el cuidado del planeta”, adelanta la Toya, quien sigue dedicada a la fundación que apoya en Santa Marta, que aporta a la educación de los niños de su ciudad.
La escalera caracol conecta los tres niveles del Club House, donde hay un restaurante, un bar y un salón.
Antes que caiga la noche, quiere visitar el Aviario Nacional de Colombia, a pocos minutos del hotel. Fundado en enero de 2016, es un santuario donde se conservan alrededor de 175 especies, que pueden conocerse en un recorrido de una hora y media, por tres ecosistemas y 21 exhibiciones.
Una vez regrese al hotel, espera pasar un rato en el spa, que cuenta con una completa carta de masajes y una máquina de neuroestimulación que promete resultados increíbles. Según Bessudo, después de pasar por ahí “sales completamente renovado”.
El domingo lo dedicará a descansar. Frente al hotel está Isleta, una isla de uso exclusivo, donde los huéspedes pueden pasar el día. Tal vez aproveche para bucear un rato.
El año entrante, la Toya lanzará un proyecto que estará enfocado en el bienestar físico y el cuidado del planeta.
“Me apasiona la aventura, he hecho de todo: paracaídas, parapente, rafting, canopy, ala delta, kayaking, snorkeling… Hay que tratar de vivir de verdad, estamos aquí para disfrutar, es cuando más viva me siento. A lo mejor tiene que ver con el lugar donde crecí… Santa Marta es naturaleza, es aventura”, concluye antes de levantarse, colgarse su mochila y emprender camino hacia su próxima aventura.
EN POCAS PALABRAS:
¿Qué le gusta comprar en sus viajes?
Artesanías.
¿Cómo sobrevive un vuelo largo?
Puedo dormir de pie en una esquina. Los aviones son una especie de somnífero para mí, no necesito mucha distracción.
Lo que nunca falta en su maleta…
Zapatos cómodos y una bufanda que me sirve de pareo, turbante, vestido, falda…
¿Qué es lo más raro que ha comido?
Chontacuros o gusanos de la chonta, unos gusanos pequeños y gorditos que se comen vivos en comunidades indígenas del Amazonas ecuatoriano.
Su coctel por default…
No soy de cocteles, me gusta un mezcal en las rocas.