“No sé por qué la gente se escandaliza al enterarse que Colombia le compra café a Brasil, si esto lo hacemos desde 1989 porque nuestra producción se paga mucho mejor en los mercados extranjeros”, comenta Jose Leibovich, director de investigaciones económicas de la Federación Nacional de Cafeteros, quien agrega que: “los colombianos no podemos competir con los precios del comercio internacional. Por eso es necesario importar café que vale dos o tres veces menos que el que producimos”.
Es así como el Ministerio de Agricultura y la Asociación de Cafetaleros de Brasil revelaron que Colombia compró 1.720.656 sacos de café robusta en 2022, convirtiéndose así en el sexto mejor comprador del país, que en un principio se destina para consumo interno.
“Y no solo le compramos a Brasil. También hay que tener en cuenta que traemos café de Vietnam, Honduras, Perú, Ecuador y otros países que no pueden competir con los precios del café colombiano en el exterior. Entonces lo que se hace es que este café se mezcla con la pasilla -residuo de muy baja calidad- que se produce en el país para consumo interno”, explica Leibovich.
¿El café que consumimos no es colombiano?
Las empresas privadas que se dedican a comprar el café de Brasil, Honduras y Vietnam empacan y venden el café en el interior, lo que no es ilegal. Sin embargo, sí ponen en sus empaques la bandera colombiana, por lo que históricamente los colombianos piensan que se trata del producto insignia del país.
“Ese proceso de regulación es un tema complejo que está por fuera de la Federación Nacional de Cafeteros porque es apenas un participante en toda la cadena de producción. Lo que hemos buscado históricamente es que estas marcas estén obligadas a decir de dónde vienen sus materias primas, justo ahí al lado de la tabla nutricional. Sin embargo, las autoridades no han podido hacer nada porque a final de cuentas, lo que hacen es tostar el café y empaquetarlo en el país”, explica Leibovich.
Sin embargo, el problema parece aún más complejo, pues luego de la noticia de la cantidad de sacos comprados a Brasil, los productores nacionales han denunciado que estos cafés no son solo para consumo interno, sino que además se aprovechan para vender como café colombiano y así obtener una rentabilidad más alta, lo que afecta directamente la producción de los cafeteros nacionales.
“Es cierto que parte de la importación de cafés de Brasil, Vietnam y Honduras se van para la producción de cafés solubles (instantáneos) como lo es Colcafé y Nescafé, que también se exportan con la bandera colombiana. Sin embargo, se tratan de cantidades mínimos, pues en los últimos años se vienen importando aproximadamente 1.900.000 sacos de 60 kilos de café en verde, cantidad que equivale al consumo interno”, comenta Leibovich
¿Qué pasa si se deja de importar café extranjero a Colombia?
Desgraciadamente el consumidor manda la parada en precios y consumo de café dentro del país. “Dejar de importar café sería como pegarse un tiro en el pie, porque buena parte de la población no podría comprar café a un precio económico, es decir, tendría que adaptarse a los precios del mercado internacional del café colombiano”, explica Leibovich.
La gente pasaría de comprar 500 gramos de café mezclado a $18.590 pesos a un café producido en el país a $33.000 pesos colombianos, algo que junto con la inflación y otros factores económicos serían imposibles de sobrellevar. Sin embargo, Leibovich ve el consumo interno con buenos ojos.
“Es verdad que el país consume en su mayoría estos cafés mezclados con pasillas de otros países, sin embargo, el consumo de café excelso colombiano, es decir de buena calidad, viene creciendo gradualmente gracias al cambio generacional y las apertura de cafés de especialidad como Juan Valdez, Azahar y otras marcas que se dedican a ofrecer un producto que sí tiene el sello de Café de Colombia”, explica el experto.
Una deuda histórica con los cafeteros
En un mundo ideal, los colombianos tomarían café colombiano y de excelente calidad. Sin embargo, estamos lejos de llegar a ese objetivo. “Este fenómeno de comprar café en el exterior para suplir el consumo interno empezó después de haberse quebrado el Pacto de Cuotas que regulaba el precio del café en el mercado internacional. Básicamente con la apertura económica en el gobierno de Virgilio Barco y que siguió con César Gaviria, los colombianos toman café de otros países. Aunque antes de eso se consumían las pasillas nacionales que eran peores de lo que tomamos ahora”, comenta Jose Leivovich.
Ahora, el futuro del café colombiano bien pago está en manos de los jóvenes, como lo revela este experto economista de la Federación Nacional de Cafeteros. “A medida que la producción interna crezca y las nuevas generaciones consuman café colombiano, se le podrá pagar lo justo a los cafeteros y disminuir la demanda de los café de mala calidad que están en el mercado interno y externo del país”, concluye Leivovich.