La particular ubicación de Panamá ‒una franja ístmica que une Sudamérica con América Central y está bañada por los océanos Atlántico y Pacífico‒ lo convierte en un territorio muy biodiverso, con paisajes de gran contraste que van desde las selvas tropicales y los bosques nubosos, hasta las playas de aguas impolutas.
Esta variedad es solo el comienzo de lo que se puede encontrar en el país de los cafés especiales, los rones de reconocimiento mundial y el cacao orgánico. Diners recorrió el país y eligió siete experiencias, distintas, aventureras y auténticas que debería vivir si visita el vecino país.
1. Ver ballenas jorobadas y practicar snorkel en las islas del Pacífico
Unos arcos naturales de piedra dan la bienvenida a Boca Chica, un pueblo de no más de 300 pescadores que sirve de paso para llegar al Parque Nacional Marino Golfo de Chiriquí, conformado por 19 islas de costas vírgenes, casi desiertas, y desde donde se pueden ver a las ballenas jorobadas nadar hacia las gélidas aguas del océano Ártico.
A bordo de una panga (embarcación típica de Panamá) recorra los 150 kilómetros cuadrados que ofrece este destino en el que verá delfines en mar abierto, mientras las fregata magnificens descansan plácidamente y otras aves cazan.
En este lugar puede elegir a qué playa llegar, si a Boca Brava para el avistamiento de ballenas, entre julio y septiembre; la isla Bolaños, para nadar con peces de colores, practicar snorkel y ver los arrecifes de coral color cobre o la isla Gámez, demarcada como zona de recuperación terrestre en la que solo habitan palmeras y almendros mecidos por las brisas del mar. A lo lejos siempre encontrará un paisaje enmarcado por los pescadores de Horconcitos, Las Vueltas o Chorcha Abajo con sus redes en puntos estratégicos para atrapar pargos, atunes y peces gallo, típicos en la gastronomía de la región.
Las demás islas están compuestas de manglares y el paisaje recurrente se compone de árboles con gran follaje. Cuando hay marea baja es posible flotar sobre el mar sin que una ola lo tome por sorpresa o entretenerse con los cientos de cangrejos y moluscos miniatura que se alimentan de los frutos y algas que llegan a las orillas, sobre una arena que cambia de color según la isla: del blanco al café terroso.
2. Tomar café especial en Bajo Boquete
Desde la costa de Boca Chica hasta la localidad de Los Naranjos, del distrito de Bajo Boquete, hay dos horas de recorrido en carro por la carretera Primera, que adornada de guayacanes, robles, caobas, guabas y otros árboles autóctonos de la región, recibe a los turistas como el proyecto de reforestación más grande de la provincia para el cuidado medioambiental de Panamá.
Esta zona es uno de los distritos principales de producción enfocada en cafés especiales desde hace más de cien años ‒junto con Renacimiento y Tierras Altas‒. Aquí se encuentra Don Pepe Estate Coffee, una finca ubicada en las faldas del volcán Barú, a una altura de 1500 a 2000 metros sobre el nivel del mar. Allí, de la mano de la comunidad indígena ngäbe-buglé han rescatado variedades de semillas antiguas de café como la pacamara, la typica, la java y la catuai.
“Mi familia ngäbe-buglé ha trabajado aquí toda su vida. Yo empecé en mi adolescencia cargando sacos de café, pero me lesioné, así que aprendí inglés y ahora soy guía turístico certificado y ustedes son mi timorogos, lo que traduce ‘amigos’ en mi lengua nativa”, relata Carlos Jurado, quien además es catador de cafés, en especial de la variedad geisha, que puede alcanzar un precio de 6000 dólares la libra, como sucedió en la subasta Best of Panama de 2022.
Y es que las condiciones climáticas y geográficas de Panamá, lo hacen una tierra de cosechas de lujo gracias a su ubicación en las que los vientos del Pacífico y el Atlántico generan un microclima que produce un suelo fértil para la generación de diversas flores y, por supuesto, árboles de café. A esto se le suma el trabajo en conjunto de sus agricultores, quienes han venido experimentando con sus cultivos para la generación de frutos más grandes, dulces y prósperos. La amplia oferta de fincas que puede encontrar en la región tendrán cultivos de la más alta calidad en donde los pesticidas y los fertilizantes son orgánicos, ideales para generar un negocio sostenible desde la semilla hasta la taza de café.
En una hora de recorrido podrá conocer la diferencia entre los árboles de café, las variedades de frutos que pasan de un rojo oscuro a un amarillo limón, así como su paso debido por la torrefactora, donde el café verde esmeralda se convierte en la semilla tostada que puede comprar en bolsas de 250 gramos para moler y degustar uno de los mejores cafés del mundo, según destaca la publicación especializada Coffee Review.
3. Practicar deportes de aventura
A media hora del centro de Bajo Boquete, hacia el oriente, hay reservas y parques naturales como Río Cristal, el Parque Internacional La Amistad y parte del Parque Nacional Barú ‒el único del país que cuenta con un volcán potencialmente activo‒. Es un destino ideal para pasar varios días lejos del ajetreo de la ciudad y adentrarse en los bosques nubosos, donde se puede disfrutar el avistamiento de colibríes, quetzales y otras aves de colores que año tras año realizan su paso transitorio por tierras panameñas.
En el corazón de la montaña se encuentran diversas casonas de madera para hacer recorridos de tres kilómetros en tirolesa y avistar diferentes animales y flores desde las copas de los cenizos y robles con más de un siglo de existencia, o caminar a través de seis puentes colgantes a una altura de 10 a 75 metros del suelo.
A dos horas, hacia el occidente, continúa la aventura a bordo de un bote por los rápidos del río Chiriquí Viejo, ubicado cerca de la frontera con Costa Rica. El camino está cercado por la jungla, cascadas de agua cristalina, aves migratorias, monos e iguanas que se camuflan en el paisaje.
“De vez en vez nos abren la represa Baitún para darle emoción a este viaje por rafting en el que no se necesita experiencia, solo saber escuchar a su guía y hacer caso, porque en el camino encontraremos contracorrientes y rebufos donde las rocas hacen que el agua caiga de forma vertical y se generen agujeros de los que es muy difícil salir”, comenta Tini Rafters, de Boquete Outdoor Adventures, quien se desempeña como guía desde hace más de diez años y con su voz de mando hace trabajar en equipo a todos los turistas que llegan a su balsa neumática.
4. Catar ron

Después de descender 17 kilómetros por los rápidos más populares de Panamá y calmar la adrenalina, podrá conocer uno de los mayores orgullos de los panameños: el ron.
Una de las casas roneras que se puede visitar es Carta Vieja, considerada como el lugar donde se elaboró el primer ron del país centroamericano. Al visitar su museo, escondido en medio de una casa de madera que sirve de centro de encuentro para los turistas en Boquete Tree Trek Mountain Resort, es posible ver la preparación de este destilado creado en 1915.
Pruebe, una a una, sus diferentes variaciones, como el extra claro, ideal para las recetas clásicas de la coctelería mundial; el añejo, que tiene notas amaderadas y cítricas que evocan a la cáscara de la naranja; el double cask de 8 años, que es un ron más complejo con notas de vainilla, frutos secos y una ligera nota ahumada gracias a su reposo en barril de roble americano y roble francés. Y, por supuesto, el Golden Cask Aniversario de 100 años, que mezcla rones añejos de las más finas reservas de Carta Vieja para entregar una bebida noble, con sabores y aromas firmes, armoniosos y persistentes en cada trago.
5. Avistar aves en la selva

El viaje continúa durante una hora hacia el norte por carretera hasta Mount Totumas, una reserva en el corregimiento Nueva California de la provincia de Chiriquí, que opera a 1900 metros sobre el nivel del mar en un poco más de 160 hectáreas, que limitan directamente con el Parque Nacional La Amistad, considerada una de las áreas silvestres mejor preservadas del mundo y una de las más grandes de Centroamérica. Sus bosques nubados sirven de cortina para las diferentes especies endémicas de este destino, como sucede con los monos aulladores, los pájaros campana de tres barbas, las águilas azores y los critiques de espalda rayada, entre otras especies de aves que se pueden avistar en la red de senderos para caminatas que abarcan más de 30 kilómetros, y que se dividen en recorridos para principiantes, intermedios y senderistas experimentados.
Desde Bélgica, Alemania, Canadá y Estados Unidos llegan los turistas para disfrutar la quietud de la naturaleza y los recorridos diseñados para observar hasta 260 especies de aves en medio de los bosques nubosos, la lluvia torrencial e, incluso, a los pies de las caídas de agua. Con un trípode, unos binoculares y un parlante, el guía de la excursión le mostrará los secretos para llamar a las aves de colores que descansan en la copa de los árboles.
“Es muy raro encontrar un quetzal entre septiembre y enero, pero contra todo pronóstico ahí está con su cola y sus plumas color esmeralda y azul rey. Su pico amarillo apenas sobresale de su cabeza despelucada”, comenta el guía Reinaldo Rodríguez mientras entierra en el piso el trípode que sostiene el telescopio para ver en detalle el ave en cuestión, que tiene 40 centímetros de altura y está en la lista de especies amenazadas del Consejo Nacional de Áreas Protegidas debido a la pérdida acelerada y perturbación de los bosques nubosos, principal hábitat de este pájaro.
A unos cuantos árboles está inmóvil un mono aullador de hocico corto y fosas nasales anchas, que desde la copa de los árboles vigila el paso lento de los caminantes en tierra. Sin despegar su vista mueve sus fosas que pueden detectar frutas y nueces a dos kilómetros de distancia. “Es extraño encontrar un mono solitario. Ellos suelen estar en grupos de 6 a 15 animales entre machos y hembras”, comenta Rodríguez, quien antes de continuar el camino señala otro mono aún más escondido que el primero. “Por ahí deben estar los otros”, concluye.
La caminata termina con un baño en aguas termales calentadas por el mismísimo volcán Barú, que aunque está a 17 kilómetros de distancia, logra concentrar su energía bajo la tierra para ofrecer en medio del bosque un baño caliente que sirve como premio al camino recorrido.
6. Disfrutar las playas de Bocas del Toro

El Caribe de Panamá suena a salsa de Rubén Blades ‒que sus compatriotas pronuncian “Rubén Bleits”‒, calypso, bomboclat y dance hall interpretado en guari-guari, la ancestral lengua de los isleños que tiene raíces en el inglés, el castellano y diferentes lenguas indígenas, como la ngäbe. “En Bocas del Toro hay que andar con traje de baño todo el tiempo. Aquí no existen los taxis, sino las lanchas, y para disfrutar de todos los planes debe visitar las nueve islas más grandes. Además de sus innumerables islotes pequeños, que según cuentan, existe uno para cada día del año”, comenta Jaime Castillo, guía turístico desde hace más de veinte años.
La mañana empieza con un sol que broncea la piel en la isla Colón, la capital del archipiélago de Bocas del Toro, al que se llega en avión a través de su Aeropuerto Internacional José Ezequiel Hall. Con los pies en la arena, prepárese para visitar la Starfish, Itsmito y Big Creek, tres de las playas más tranquilas de la región, donde existen diferentes planes como paseo en bote por los manglares, buceo con traje de neopreno, y snorkel, unas de las razones principales por las que la gente viene a esta región que limita con Costa Rica.
Sus calles se pueden recorrer en bicicleta, hasta el interior, donde la vegetación se mezcla con las casas de arquitectura colonial estadounidense, así como grandes tiendas de superficie, discotecas, hoteles de lujo y restaurantes caribeños.
En la radio de la isla Bastimentos ‒al sudeste de Colón‒ suena Three Little Birds, de Bob Marley, para anunciar la llegada al destino que históricamente se utilizó como puerto de entrada de toda la mercancía europea y estadounidense a Panamá y que ahora está permeada por la cultura afrocaribeña. De sus cocinas salen olores dulces y fragantes, producto de la mezcla de hierbas aromáticas como el dachín, que sirve de adobo para los pescados y frutos del mar que están presentes en la gastronomía de la isla.

Puede continuar la ruta con una foto en un columpio contemplando el atardecer marino en playa Bluff, hasta capturar las mejores postales de aves en isla Pájaros, donde verá de cerca gaviotas, fragatas, charranes y el popular pico rojo, que revolotea alrededor de la isla con sus largas plumas de cola en forma de cinta. Este santuario también cuenta con la playa Polo, ubicada detrás de un arrecife protector de vida marina, que sirve de acuario natural para practicar snorkel y buceo, para ver de cerca los peces de tonos morados, amarillos, verdes y anaranjados. En pocas palabras, el paraíso de los amantes de la naturaleza.
7.Ver ranas y probar cacao en San Cristóbal

Cercada por ciruelos silvestres, cerillos y cotorrones, la isla de San Cristóbal ‒al noroeste de la isla de Bastimentos‒ sirve de hogar para la comunidad ngäbe, que a través de proyectos sostenibles ha mantenido el cultivo de cacao a la par del mantenimiento y aprovechamiento de recursos naturales de la isla. Este refugio de belleza excepcional, con vista al mar, atrae a los visitantes para convertirse en uno de los preferidos por la hospitalidad de sus habitantes y las historias que giran en torno a la naturaleza.
Bastan unos cuantos pasos para pasar del ambiente afrocaribeño a estar nuevamente en mitad de la selva. Al seguir una suave pendiente encontrará diminutas ranas de colores vivos e intensos que advierten de su belleza, pero también de su letalidad. “Los indígenas en Colombia supieron aprovechar muy bien estas ranas en la época de la Conquista. Ellos rozaban la punta de sus dardos con ellas y neutralizaban a los españoles con gran efectividad. Aquí nos quedamos quietos”, comenta uno de los guías, que también es profesor de la escuela primaria dentro de su comunidad.
El paso lo cortan ramas de cacao de las que cuelgan flores blancas que indican que de allí saldrán los enormes frutos amarillos y rojos que dan la semilla del cacao. Asimismo, tiene que prestar atención al detalle, pues en el piso o en las copas de los árboles hay flores, insectos y animales ocultos a simple vista, como armadillos, osos perezosos, murciélagos y hasta osos hormigueros.
Finalmente, en la base principal de la comunidad hay un letrero en caracteres amarillos que dice ñobä ‒‘cacao’ en castellano‒; un horno de leña en el que se tuestan las semillas del cacao y un gran mortero de piedra en donde se muelen las semillas tostadas hasta obtener una masa homogénea que, sin ningún aditivo, puede degustar.
¿Dónde dormir?
Hotel Céntrico
Reconocido por la Unesco por su importancia arquitectónica, este hotel en el casco histórico de Ciudad de Panamá es una alternativa para pasar la noche en la capital. Disfrute la sensación de lujo con su renovado spa, gimnasio, piscina y restaurante.
Selina Boquete
En la calle principal de Boquete se alza uno de los hoteles con aires alternativos de la ciudad. Encuentre dormitorios exclusivos para parejas, familias y viajeros solitarios que buscan satisfacer sus necesidades básicas en una estancia cómoda y con total privacidad. Aproveche las zonas comunes de jardín, cocina, coworking y meditación.
Mount Totumas
Este hotel, que ofrece habitaciones privadas para familias o parejas, cuenta con una cocina de gastronomía internacional y se especializa en el diseño de experiencias naturales que incluyen senderismo, baño en aguas termales, avistamiento de aves, monos y felinos salvajes.
Divers Paradise Boutique Hotel
Ubicado en el extremo sur de la isla Colón, este hotel frente al mar ofrece vistas panorámicas del atardecer. Cuenta con un restaurante, bar y un centro de buceo con personal profesional, botes y equipos.
Dónde comer
Fonda lo que hay
En el corazón del centro histórico de Ciudad de Panamá se encuentra esta cocina experimental del chef José Olmedo Carles, 57 del listado Latin America’s 50 Best Restaurants 2022, en el que rescata el concepto de cocina comunitaria con productos locales de lujo para dar con platos como la yuca tostada con carpaccio de atún o el ceviche de cebolla.
Arboloco
La gastronomía afrocaribeña en la isla Colón está liderada por este restaurante con opciones veganas como el tofu confitado en semillas de sésamo, acompañado de zucchini y berenjena a la parrilla con adición de miel de tamarindo y aceite de coco.
Michilá
Pase su tiempo libre en la isla Carenero en este restaurante de cocina afropanameña, liderada por el chef Joseph Archbold, quien desde su herencia afroantillana e indígena prepara el arroz meloso de mariscos, el coco caribeño de maíz con langostinos y los deditos de pargo al escabeche.
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