Viajar sola es una frase incompatible para muchas mujeres. Puede resultarles tan inconcebible como ir sin compañia al cine o a disfrutar de una comida, en un restaurante. En muchas ocasiones, la voz interna —merecedora de un Óscar a mejor guion original— nos cuestiona sobre lo que los demás pueden pensar y nos pone limitaciones basadas en la acostumbrada imprescindibilidad de los demás.
Lejos de ser una moda, la tendencia creciente de mujeres que eligen viajar solas o en grupos exclusivamente femeninos responde a diversas razones, que van desde una mayor independencia económica, su postura ante la maternidad y la familia, hasta sus nociones de bienestar y felicidad.

Indudablemente, las redes sociales también han tenido un gran impacto en las decisiones de las nuevas aventureras, quienes se antojan, se guían y hasta se inscriben en los tours de sus viajeras favoritas. El deseo de salir a conquistar el mundo, luego del encierro durante la pandemia, y una oferta más especializada de la industria también han contribuido al aumento de este fenómeno.
Según la encuesta 2024 de Solo Female Travellers (SFT), algunas de las principales razones de las viajeras que emprenden una aventura en solitario, o solas, como parte de un grupo de mujeres, son la flexibilidad y la libertad, las ganas de salir de la rutina y las responsabilidades, relajarse, desafiarse y cuidar de sí mismas, y conocer nuevas personas.
Mientras que los viajes en grupos disminuyen preocupaciones relacionadas con la seguridad personal, el miedo a perderse, a la soledad o al aburrimiento, o las aventuras en solitario, recompensan a las valientes con el asombro derivado del gozo personal y la complacencia generosa del propio ritmo.
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Ya sea en un viaje de lujo para el bienestar físico, un retiro espiritual, un encuentro con comunidades indígenas locales, una excursión por la naturaleza o un recorrido cultural, las viajeras tienen asegurada la aventura más importante: su propio viaje, en el cual, vayan a donde vayan, su equipaje interior nunca llega igual. Las mujeres ya no lloran, las mujeres viajan.
Diners ha seleccionado cuatro destinos irresistibles para las mujeres que deseen disfrutar de la naturaleza, la arquitectura, la gastronomía y la espiritualidad.
Gastronomía de ensueño en San Sebastián (España)

Para María Fernanda Cárdenas, periodista, viajera y creadora de contenido gastronómico en @MafeEats, el principal atractivo de los viajes en solitario es enamorarse de la propia compañía. “Siento que es un espacio en el que descubres qué es lo que verdaderamente te gusta, lo que disfrutas y lo que no. Es dejarse sorprender por la vida”, dice.
El placer físico, emocional y hasta intelectual que despierta un plato es uno de los mejores regalos inesperados que cualquier persona puede experimentar durante un viaje. Y en las tierras españolas sí que saben de este tipo de gozos.
A cinco horas en tren desde Madrid se encuentra San Sebastián, una especie de reino de la gastronomía enclavado en las montañas del norte, a orillas del mar Cantábrico. Con una población de casi 200.000 habitantes y una superficie de 60 km² (Bogotá tiene 1.600 km²), esta ciudad, y sus alrededores, alberga una decena de restaurantes con estrella Michelin, tres de ellos —Akelaŕe, Arzak y Martín Berasategui— con tres estrellas, la máxima distinción otorgada por la guía. Con excepción de Kioto (Japón), no hay otro lugar en el mundo con una concentración mayor de estrellas por metro cuadrado.

María Fernanda conoce muy bien la ciudad, ya que estudió allí su máster en Turismo Gastronómico, específicamente en el Basque Culinary Center, la primera universidad gastronómica de España, y por eso sabe que es un destino ideal para las viajeras por su seguridad y cercanía.
Paradójicamente, a pesar de los restaurantes galardonados, no es indispensable tener un gran presupuesto para probar la llamada “alta cocina miniatura” del País Vasco. De hecho, su primer plan recomendado es un tour de pintxos por el centro histórico de la ciudad. “Hay pinchos de barra, que te entregan normalmente sobre un pan —como las tapas—, y están los pinchos calientes, que son una ración pequeña de comida en un plato. Pueden ser un risotto o hasta de carrilleras —la carne suave y deliciosa de los cachetes de la vaca—, que cuestan alrededor de cinco euros”, explica. Sus pinchos favoritos son los del restaurante Mendaur Berria, especialmente los de erizo o los de oreja de cerdo crocante.
La visita a una sidrería es otro imperdible. Por un precio fijo puede disfrutar de toda la sidra que quiera, servida directamente del barril, y una irresistible chuleta de res. Si lo suyo es el vino, pregunte por uno de los asadores de pescado y mariscos al carbón, al aire libre, donde podrá probar el típico chacolí, un vino blanco de una uva autóctona de la zona.

Según la viajera, una experiencia única en San Sebastián para los más apasionados está en Mimo, una de las mejores escuelas de cocina del mundo. Allí puede tomar una clase de cocina vasca, participar en un concurso al estilo Masterchef, inscribirse a una visita guiada al mercado de la ciudad o apuntarse a una clase de cocina Michelin.
“Después del viaje, tu equipaje interior llegará sin cosas que llevaste y traerá experiencias nuevas y bonitas. La maleta nunca llega igual”, asegura.
Una aventura los Parques de Tanzania y la isla de Zanzíbar (África)

En 2023, Éricka Albarracín, creadora de @somos.viajeras, desafió sus propios miedos y se fue sola a Tanzania para hacer un voluntariado durante un mes y medio. Las maravillas naturales y humanas de este país de África Oriental la conmovieron hasta el punto de que desde entonces quiere inspirar a las mujeres de su comunidad digital para que se atrevan a vivir allí una aventura inolvidable.
“Ir a un lugar donde encuentres los animales que de niña veías en películas o en las series, pero que además están en su hábitat y en total libertad, es algo que para mí no tiene precio. En Tanzania se pueden ver los cinco grandes, que antiguamente eran los más deseados por los cazadores: leones, búfalos, leopardos, elefantes y rinocerontes”, explica.
Entre los 22 parques naturales que hay en Tanzania, la viajera colombiana tiene sus tres favoritos: el Parque Nacional Serengueti, escenario de la Gran Migración con más de dos millones de ungulados (como ñus, cebras y gacelas), cuatro mil leones y mil leopardos; el Parque Nacional Tarangire, famoso por tener la mayor concentración de elefantes del mundo y por sus árboles baobab, y el cráter Ngorongoro, una reserva natural de más de 260 kilómetros cuadrados y 600 metros de profundidad, formada por el colapso de un antiguo volcán.

Todo está calculado para que las viajeras en solitario se sientan seguras y cómodas. Es posible disfrutar de campings de lujo con camas, baño y agua caliente en medio de la sabana africana, y carros 4 × 4 con el techo elevado para tener una vista de 360 grados. A lo largo de las rutas para la observación de la fauna salvaje —conocidas como Game Drives—, los guías locales conducen mientras están alertas para propiciar el encuentro con los reyes del lugar. De acuerdo con Éricka, los animales más difíciles de ver son los felinos —leones, leopardos y guepardos—, así como los rinocerontes.
Si desea apuntarse a esta aventura, tenga en cuenta que los animales están en una búsqueda cíclica de lluvias entre Tanzania y Kenia. Entre mayo y julio, los meses más secos de Tanzania, los animales se desplazan hacia Kenia, lo que ofrece la oportunidad de observarlos en pleno proceso de migración.

Aparte de la riqueza animal, este país registra cerca de 120 tribus, entre las que se encuentran los hadzas, el único grupo con permiso de cazar para conseguir alimento y abrigo. Durante el viaje, puede conocer las tradiciones de este grupo nómada y aprender sobre su visión del mundo.
El postre del viaje se da al llegar a la isla de Zanzíbar. Allí puede visitar la ciudad de Stone Town —donde nació Freddie Mercury— y luego ir a Paje, una playa de arena blanca y aguas azul turquesa que invita a la relajación en medio del océano Índico.
“El año pasado, el viaje a Tanzania fue exclusivamente para mujeres, pero este año increíblemente hay dos hombres inscritos: uno viaja con su novia y el otro va solo. Siento que es un equilibrio perfecto que hombres y mujeres compartan los viajes, ya que ellos también forman parte de nuestra vida”, señala Albarracín.
Un encuentro con la cultura en la perla del Danubio (Hungría)

Para Hanna Richardier, cofundadora y CEO de Nosotras Viajando, Budapest es una de las ciudades más encantadoras de Europa por su belleza arquitectónica e historia; además, está lejos del turismo masivo que afecta a otras ciudades, y enamora a sus visitantes con sus calles de estilo medieval bien iluminadas y sus opciones de movilidad en transporte público.
Precisamente, la comodidad y la seguridad son dos aspectos fundamentales para el segmento de clientas de su compañía: las mujeres mayores de 50 años. “Hoy en día, somos la única empresa en Latinoamérica que se especializa en este nicho de mercado”, asegura Richardier.
¿Viajar sola después de los 50? Las razones sobran: los hijos ya están haciendo su vida aparte, las amigas le han quedado mal, ya no quieren ir en grupos de turismo masivos, se han separado —o han quedado viudas— o simplemente están cansadas de aplazar sus sueños.

Richardier nos cuenta algunos de sus planes favoritos en la capital húngara. El primero de ellos es una visita al Parlamento de Budapest, uno de los más grandes e imponentes del mundo. Su arquitectura neogótica se puede apreciar mientras se camina por sus alrededores o se navega por las aguas del río Danubio. Las viajeras pueden conocer su interior mientras escuchan su historia con audioguías que duran cerca de 45 minutos.
La ciudad de Budapest está dividida en dos por el río Danubio: Buda, la zona más antigua y montañosa, y Pest, la parte plana, vibrante y moderna. El puente de las Cadenas, con sus dos leones en las esquinas, es el punto de conexión más importante entre ambas partes y una de las construcciones más icónicas de la ciudad.
“Si viajas sola, recomiendo siempre tomar algún tour guiado. Hoy en día, es muy fácil: según el presupuesto, se puede reservar desde un tour privado hasta un tour gratis, en el que te dan una noción al menos básica de historia”, sugiere Richardier.

Una visita al bastión de los Pescadores es otro imprescindible. Construido a finales del siglo XIX, es un mirador con siete torres ubicado en la colina del castillo de Buda. Almuerce allí y disfrute de un típico goulash húngaro, así como de la vista hacia Pest. En la tarde, puede relajarse en las imponentes piscinas de los famosos baños de Budapest, situados en la colina Gellért.
Aunque la capital de Hungría es una ciudad ideal para las mujeres que desean viajar solas, también ofrece opciones grupales con experiencias diferentes. Por ejemplo, Nosotras Viajando incluye a Budapest en un circuito por los Mercados Navideños europeos en diciembre, que además pasa por Viena y Salzburgo, en Austria; Praga, en la República Checa, y finaliza en la capital alemana, Berlín.
“Muchas veces las mujeres se pasan la vida entregándose al trabajo, a sus hijos y a crear un patrimonio, pero la vida es una y se nos va muy rápido. Priorizarse una vez para algo así de verdad que vale la pena, y decir ‘Este viaje es un regalo para mí’”, asegura Richardier.
Un viaje para cultivar el alma y el cuerpo en Bali (Indonesia)

La imagen de Julia Roberts recorriendo en bicicleta los arrozales en Bali, meditando en medio de su naturaleza y enamorándose en sus playas de agua cristalina en la película Comer, rezar, amar (2010) es una de las principales postales de esta isla indonesia, que se ha posicionado en los últimos años en el top of mind de los destinos de bienestar en el mundo.
Lina Maestre, autora del libro El arte de viajar sola (2018) y creadora de la comunidad y agencia de viajes Ellas por el Mundo, asegura que la isla tiene una magia especial. “Al llegar, notas que tiene una energía distinta por sus templos y sus creencias. Cuando conoces a los locales, te das cuenta de que su gente es de las más hospitalarias y más sonrientes del mundo y eso te da un toque de seguridad”, señala.
A diferencia de la mayoría del país, que profesa el islam, Bali es la única isla de Indonesia donde se practica el hinduismo. De hecho, tienen su propia versión, una mezcla entre hinduismo, budismo y tradiciones locales.

Bali, conocida como la Isla de los Dioses, alberga más de 20.000 templos, entre los que se destacan el templo Tirta Empul, dedicado a Vishnu, dios hindú del agua; el templo Ulun Danu Bratan, dedicado a Dewi Danu, diosa de las aguas dulces y la fertilidad, y el templo madre de Besakih, el más grande y sagrado de la isla. Para entrar, hombres y mujeres deben vestir una especie de pareo llamado sarong, como muestra de pureza y respeto por los lugares sagrados.
“Bali es un lugar donde puedes ir a desconectarte gracias a su gente, a sus tradiciones, a su cultura, a sus creencias, porque la misma isla se presta para eso. No quiero decir encontrarte contigo mismo, porque eso lo puedes hacer en cualquier lado, pero sí es especial para que te des tu espacio y tu tiempo”, asegura Maestre.
Daniela Pérez es una diseñadora de modas colombiana que vive en París hace seis años y trabaja para una empresa de moda ecorresponsable. En 2024 voló con su mamá y otras seis mujeres a Bali, dentro de un viaje que organizó Ellas por el Mundo. La mayoría querían aliviar su propio dolor: un divorcio, la pérdida de un trabajo y hasta un cáncer de seno… En su caso, su motivación estaba sentada a su lado: afianzar los lazos con su mamá, a la que solo veía una vez al año.

Bali ofrece actividades para cultivar el alma mediante la experimentación de los sentidos: dejarse dar un tradicional masaje balinés, perderse en los arrozales escalonados de Tegalallang, bañarse en una de las cascadas en el norte o tomar fotos en la playa Kelingking, rodeada de arena blanca y aguas turquesas, situada en la vecina isla de Nusa Penida.
Daniela regresó a Francia cargada de paciencia, amor y hasta una especie de vacío. “Allá dejé muchas cosas que sentía que me pesaban y llegué liberada”, recuerda. “Las mujeres se deben atrever a viajar solas por el mundo porque esto les permite enfrentarse a lo que les da miedo, y les ayuda a crecer personal, espiritual y hasta profesionalmente”, recomienda.
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