El artículo Newsha Tavakolian y un viaje a la meca, por Catalina Gómez Ángel fue publicado originalmente en Revista Diners de diciembre de 2012
Newsha Tavakolian (Teherán, 1981) es considerada la fotógrafa más importante de una nueva generación de iraníes que recogieron la herencia de grandes maestros que tuvieron fama internacional después de la Revolución islámica.
Su trabajo es publicado permanentemente por reconocidos medios internacionales como Time, Newsweek, Stern, National Geographic y The New York Times. Después de haber visitado la Meca como turista en varios momentos de su carrera profesional, Newsha recibió permiso para hacer parte del selecto grupo de fotógrafos que cubrieron en 2008 la gran peregrinación anual del Hajj, la celebración más importante para los musulmanes.
Su objetivo, cuenta, era hacer un registro de su propia peregrinación. Las fotos que documentan este viaje fueron recopiladas en el libro El quinto pilar publicado por la editorial londinense Gilmaresh en el marco de la exposición Hajj: viaje al corazón del Islam, realizada a comienzos de 2012 en el Museo Británico de Londres. En la actualidad Newsha combina su carrera entre la fotografía documental y la artística.
La Maca, el destino de Newsha Tavakolian
«La mayoría de los musulmanes sueña con hacer la peregrinación del Hajj en algún momento de su vida. Desde que uno es niño le están hablando de que la Meca es un lugar sagrado. Así que este viaje se convierte en un momento trascendental en la vida de todos, pero en el caso de los iraníes tiene una importancia muy especial.
En este país, donde habitan 79 millones de personas, no todo el mundo puede ir a la Meca, y mucho menos al Hajj. Hay que inscribirse y muchas veces toma más de treinta años antes de que llegue el turno. La mayoría de los que viajan son viejos. Solo muy pocos jóvenes tienen la oportunidad de ir.
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Por esta razón me sentí extraña cuando supe que viajaría. Era bastante atípico que a los 27 años pudiera estar allí. Nunca olvidaré que cuando recibí la noticia de que había sido aceptada –que fue la tarde antes del vuelo que tenía reservado–, le envié un mensaje de texto a mi prima para que me ayudara con el vestido especial que hay que llevar a la peregrinación.
Ella, que es la mejor musulmana que conozco, me respondió: “Ahora pienso que Dios no es justo. Dudo de que exista. Usted va al Hajj y yo no he podido ir nunca”. Ella ha estado en la Meca, pero como muchos jóvenes iraníes todavía no le ha llegado el momento de hacer la peregrinación.
Más tarde vino a casa con la tela blanca tradicional con la que hay que cubrirse durante la estancia allí y me llevó a donde el sastre para que me hiciera el traje. Lo terminaron en un tiempo récord. Para ellos trabajar para gente que va al Hajj es algo casi sagrado.
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Mi primera vez en la Meca
Había estado en la Meca anteriormente. La primera vez había sido en 2005 cuando había viajado a Arabia Saudita para hacer un reportaje sobre la muerte del Rey. Así que quise ir a verla. Iba acompañada de un asistente que me había puesto el gobierno y que me llevaba en su coche.
En el camino, recuerdo, no paraba de pensar que la Kaaba –el cubo negro alrededor del que giran los peregrinos– debía de ser inmensa. En la ruta de Jeda hacia la Meca hay una colina desde donde se puede ver toda la Meca. Cuando él detuvo el coche y la vi, quedé en shock. La Kaaba era tan pequeña que no lo podía creer. Resultó ser 20 veces más pequeña de lo que había imaginado. Eso fue lo primero que me impactó. También recuerdo que en 2005 todo en la Meca era simple.
Solo estaba la Kaaba, algunos hoteles y un bazar tradicional alrededor. Pero cuando regresé en 2008 no me gustó lo que vi. Habían construido una cantidad increíble de edificaciones y estaban haciendo un gran reloj como el Big Ben de Londres al lado de la Kaaba.
Había publicidad de marcas costosas como Rolex y Louis Vuitton alrededor de la ciudad. Y una de las nuevas atracciones era un McDonald’s a 20 metros de la Meca. Todo me pareció incoherente, pues este se considera un viaje sagrado. No es el momento para pensar en todo lo material de la vida.
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El silencio de un segundo
En un momento de la peregrinación recibí permiso para ir al piso 100 del hotel Hilton a tomar fotos. Me encontraba en el punto más alto que un ser humano podría estar en la Meca. Cuatro millones de personas rezaban abajo al mismo tiempo. Por un instante no había el más mínimo ruido y nunca olvidaré que podía sentir el aletear de los pájaros. Desde allí pude percibir, más que en cualquier otro lugar, que el Hajj es totalmente espiritual.
Cuatro millones de personas rezan y lloran por las mismas razones simultáneamente. Todo es blanco. Las piedras, el piso, las paredes, los mantos que cubren a los peregrinos. Se trata de un espacio donde todo lo es, y hay un cubo negro. Siempre huele a rosa porque hay hombres y mujeres cuya única labor consiste en perfumarlo. Son muy organizados. Es uno de los lugares más organizados que he visto en mi vida.
Al Hajj asiste toda clase de gente. Hay blanca, amarilla, negra, pobre, rica. Se ve tanta gente y tantas caras diferentes que te sobrepasa. Recuerdo un momento en que tuve que detenerme para cambiar algo en mi cámara y más de cien personas terminaron pasando por encima de mí. Era imposible que se detuvieran.
Así que me tuvieron que llevar al hospital por un rato hasta que decidí que no podía tomar fotos y hacer mi peregrinación al mismo tiempo. Todos los rituales que hice durante la peregrinación los hice a mi manera. Aun así creo que mi viaje fue aceptado.
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«Ya no es como antes», Newsha Tavakolian
Hay quienes llevan a cabo un “Hajj cinco estrellas” por el que se puede pagar 20.000 dólares, o más, e incluye todo de primera categoría. Todo depende de cuánto dinero se tenga. Es un viaje costoso y la mayoría debe ahorrar dinero toda su vida para poder llegar hasta allí.
Aun así, hay muchos que no tienen lo suficiente y les toca dormir en la calle, encima de las piedras. Los más humildes vienen en buses desde sus países y luego caminan en el desierto hasta arribar a la Meca. El resto de la gente –la mayoría– llega en grupos organizados por cada país y duermen en tiendas preparadas para la ocasión, tienen sus propios medios de transporte y sus propios cocineros y comida. Las imágenes que se ven son muy desiguales.
Lo interesante es que todos pasan a ser iguales cuando están realizando sus obligaciones religiosas. Todo el mundo viste idéntico, camina en la misma dirección y padece los mismos sufrimientos. Porque no se trata de un viaje fácil. Se necesita mucho sacrificio para hacer el peregrinaje completo.
Una actividad capitalista en todo el corazón de Oriente Medio
En el Hajj hay momento para todo menos para dormir. Se descansa muy poco. Y cuando no están rezando, la gente aprovecha para tomarse fotos, cortarse el pelo y disfrutar. Muchos dedican tiempo para ir de compras pues la tradición dice que quien va a la Meca tiene que traer regalos para toda su familia.
Yo incluso tengo la impresión de que hay cosas que son mucho más baratas allí dentro. Y la gente, por lo general, tiene dinero para comprar pequeñas cosas. Todos llevan ahorrando años para llegar hasta allí.
Todo el mundo viste idéntico, camina en la misma dirección y padece los mismos sufrimientos. Porque no se trata de un viaje fácil. Se necesita mucho sacrificio para hacer el peregrinaje completo.