La cascada de orígenes y marcas continúa circunvalándonos lentamente. Cuando aún no hemos terminado de descubrir los encantos del Cabernet Sauvignon, del Malbec o del Syrah, ya nos llegan el Cabernet Franc, el Bonarda y el Zinfandel. Y sin haber explorado a cabalidad España o de comenzar a entender Italia, ya aparecen en nuestro horizonte Oregón, Australia, Portugal, Nueva Zelanda, Austria y Hungría.
Sin duda, los consumidores más aventureros tienen ante sí un abanico de posibilidades para probar novedades y acumular conocimientos y experiencias. Eso está bien. Sin embargo, muchas veces perdemos de vista aquellas casas y etiquetas más próximas a nosotros, que han puesto a Argentina y Chile en la mente de los consumidores globales, y que se convirtieron en leyendas dignas de recuperar –aquí y en todas partes–.
Digo dignas porque detrás de cada una de estas marcas hay historias humanas y ejemplos de vida. Todos sus autores han sido hombres visionarios, que, enfrentándose a países de tradición milenaria, han logrado hacerse respetar y admirar más allá de sus fronteras.
Hablamos de Nicolás Catena Zapata en Argentina, Melchor de Concha y Toro, Maximiano Errázuriz y Aurelio Montes, en Chile. En su orden, estos emprendedores dieron origen o inspiraron a sus herederos para crear célebres etiquetas como Nicolás Catena Zapata, Don Melchor, Don Maximiano y Montes Alpha M.