El 10 de marzo del 2000 sesenta paramilitares llegaron al corregimiento de María La Baja, en Mampuján, Bolívar, y ordenaron a sus habitantes que se fueran en la madrugada “o les pasaría lo mismo que a los pobladores del Salado”, dijo Rodrigo Mercado Pelufo, alias “cadena”, para entonces jefe del Bloque Montes de María, y recordando la masacre ocurrida entre el 16 y 21 de febrero de ese mismo año.
Los pobladores contaron que los paramilitares violaron a varias mujeres, y las 300 personas que vivían en María La Baja, fueron desplazadas. “Ese día fue muy triste, pensábamos que estamos derrotados, que no lo íbamos a superar, que no lo podíamos lograr”, cuenta Juana Ruíz, quien vivía en ese corregimiento y es miembro de la Asociación para la Vida Digna y Solidaria (Asvidas), que cuenta con la iniciativa Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Paz de Mampuján.
Este programa es un ejercicio de memoria colectiva sobre lo ocurrido el 10 de marzo del 2000 y demás episodios de violencia. Las mujeres se reúnen a bordar imágenes que les recuerda lo sucedido y además, encontraron en la cocina otro elemento para explorar y realizar su duelo. Diners conversó con Juana Ruíz, a propósito de una cena a cuatro manos que realizó junto al chef de estrella Michelin, Rubén Trincado, en el restaurante Seratta Gourmand Market, en Bogotá el pasado mes de abril.
¿Por qué utilizar el tejido y la gastronomía como vehículo para realizar el duelo y encaminarlo hacia el perdón?
Empezamos con la gastronomía porque nos dimos cuenta de que a pesar del dolor, de lo que acontezca, siempre tienes que comer. Intentábamos utilizar los sabores y colores vivos que tenían vitamina C, los más ricos en aminoácidos para que nos pudieran estimular la hormona de la felicidad. Por otro lado, estábamos intentando que esos sabores pudieran darnos ingresos, éramos conscientes de que como mujeres víctimas del conflicto, habíamos quedado sin empleo, sin nada. Pero también sabíamos que lo que preparábamos podría gustarle a la gente, y nos podíamos dignificar trabajando, porque las carencias estaban trayendo dificultades muy fuertes.
¿Cómo comenzamos con los tejidos? Porque al elaborar algo con las manos tenías que tocar el dolor, tenías que puyarlo, que moverlo para que las heridas sanaran bien. Los pintábamos y luego comenzábamos a coser, y cada puntada dolía, pero era un dolor que sanaba. Iba quedando una figura que hablaba por sí misma, era una manera denunciarlo, de evitar que se repitieran los abusos de la guerra.
¿Cómo fue el trabajo con la gastronomía en este proceso?
Antes del desplazamiento de las familias de Mampuján, cada quien ponía su caldero en casa, cocinaba y compartía los alimentos, pero cuando nos desplazaron, una acción social nos regaló unos calderos grandes para cocinar juntos, eso fue un buen ejercicio, además porque queríamos enseñarle a los niños a aprovechar el tiempo libre cocinando, porque ese año no pudieron estudiar, el desplazamiento fue en marzo y se hacinaron en un colegio. Decidimos enseñarles a aprovechar lo poco que teníamos: las frutas de los árboles, la leche de las vacas, hacíamos mermeladas, jaleas, dulces, arequipe, queso.
Luego nos dimos cuenta de que eso podría generar algún ingreso para los adultos. Conocimos a la directora ejecutiva de Cotelco Capítulo Bogotá -Cundinamarca, y le interesaron las mermeladas que hacíamos, también en la escuela Técnica Agroindustrial de San Pablo le enseñamos a los jóvenes bachilleres y ahora tenemos mucha gente preparada para hacer mermelada orgánica porque, entre otras cosas, a raíz de este episodio de dolor, de intentar surgir, aprendimos a hacer la pectina, un polvo carísimo que no alcanzábamos a comprar y que sirve para que el gel de la mermelada esté firme, aprendimos a sacarla de la fruta…
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En todo el trabajo que lleva haciendo con Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Paz de Mampuján, ¿cuáles han sido los principales retos, lo más difícil?
Que las mujeres se dejen de sentir como “las pobrecitas” y que crean que hasta ahí llegó todo y que por ser las pobres víctimas les deben llegar los proyectos y les deben aprobar las cosas, el reto era que se aprendieran a verse como empresarias y se creyeran capaces de competir con calidad y no por lástima.
¿Qué pasó después de haber logrado el Premio Nacional de Paz?
Después del Premio quisimos construir una sede, que todavía está en proceso, porque cada día se suma más gente al proyecto, ahora estamos en unos diálogos con el gobierno de Canadá, que propuso hacer 200 hoteles en hogares comunitarios, donde puedas llegar y quedarte en mi casa o de alguna otra persona de la comunidad y te sientas bien acogido… Por otro lado, vamos a hacer aromaterapia, masoterapia, María La Baja es muy rico en agua y queremos sacarle el mejor provecho para la sanación.
¿Cómo llevar su propuesta a otros lugares que necesitan procesos para reinventarse y repararse socialmente?
Que Mampuján sea una sede de inspiración, para que con el ejemplo se puedan capacitar a otros formadores para salir a más comunidades y hacer lo mismo.
¿Cómo se dio la a 4 manos con Rubén Trincado? ¿Él los contactó? ¿Ustedes a él?
Tenemos un ángel, María Patricia Guzmán, la gerente de Cotelco Capítulo Bogotá, la conocimos hace como 5 años en un evento que hizo la Unidad para la Atención y Reparación de las Víctimas, a partir de ahí trata de visibilizarnos y animando en el proceso. Un día nos invitó a Seratta y conocimos el trabajo de Rubén, nos encantó y hablamos de cómo fusionar la comida montemariana y la mediterránea bajo el tema de: comida que genera paz…
Preparamos carimañolas, las hicimos de salpicón de pescado, queso, carne y suero costeño. También mini hamburguesas rellenas de la carne en posta cartagenera, carne puyada con hortalizas y especias, agridulce. Rubén le da su toque, por eso fue una fusión. Nos reímos mucho de las diferencias y similitudes, en un momento de la cena Rubén quería bailar y yo no bailo mucho, eso nos daba mucha risa. Ahora pensamos en qué viene ahora, si vamos a volver a hacer la cena, queremos hacerla.
¿Cómo se logra el perdón?
Primero debes haber sanado, si tienes heridas que aún no sanan, o resentimiento, se va a crear una raíz de amargura que jamás va a permitirte perdonar; primero tienes que sanarte tú misma y luego debes tener un encuentro con el victimario o la persona que te hizo daño, no tiene que ser necesariamente físico, también puede ser espiritual, ese ejercicio de encontrarte con él y sentirlo, debe servir para poder mirarlo a los ojos sin odiarlo. El perdón nace internamente, nadie lo puede imponer, es una decisión para ser libre, porque cuando perdonas, te liberas.