El actor Juan Pablo Raba habla de su podcast Los Hombres sí lloran.
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Juan Pablo Raba: “El podcast Los hombres sí lloran se ha vuelto una especie de terapia para mí”

El actor Juan Pablo Raba habla de por qué dejó de tomar café, de cómo en su vida ha tratado de ir siempre a contracorriente, de las redes sociales, de su familia, y claro, de su exitoso podcast, Los hombres si lloran.
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octubre 8, 2024
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La vista desde el apartamento de Juan Pablo Raba abarca toda la ciudad. Al igual que el edificio en el que vive, rodeado de árboles en los Cerros Orientales, su hogar está lleno de todo tipo de plantas, entre las cuales deambulan sus dos gatos. Descalzo, el actor saluda con firmeza y mirada directa, se sienta en su sofá y comienza a hablar del evento al que asistió el día anterior: el lanzamiento de #ExprésateSaludablemente, una iniciativa del Programa Jóvenes Resilientes de USAID y ACDI VOCA.

Mientras se sirve un mate, empieza a hablar del tema que lo apasiona últimamente: la salud mental. Su podcast, Los hombres sí lloran, en alianza con la plataforma Selia, se define en su cuenta de Spotify como “un espacio seguro dedicado a explorar un tema crucial y a menudo pasado por alto: la salud mental.

¿Por qué mate?

Hace como dos años decidí dejar de tomar café, y fue principalmente por un tema psicológico. Me di cuenta de que todas las mañanas repetía que mi día no comenzaba hasta que tomara café. Esa dependencia me preocupaba. Parecía un chiste, como esas frases que dicen «Primero el café», pero, en realidad, me hacía sentir que no podía empezar mi día sin él. Y eso me hizo pensar: ¿en qué momento algo tan sencillo se había convertido en una necesidad o una droga para mí? Sentía que dependía de esa sustancia para funcionar. Así que decidí no seguir siendo esclavo de esa dependencia y opté por dejarlo.

¿Sintió algún tipo de síndrome de abstinencia?

No fue tanto un síndrome de abstinencia físico, sino más bien el ritual lo que extrañaba. Siempre me ha gustado levantarme muy temprano, como a las cuatro de la mañana, y tener ese momento de tranquilidad antes de despertar a mis hijos. Era un ritual preparar el café y sentarme a disfrutar de ese momento. Entonces, al dejar el café, busqué reemplazos. Al principio probé con chocolate, pero terminé encontrando en el mate algo que me gustó mucho más. Además, el mate tiene todo un proceso ritual, como calentar el agua a la temperatura justa y cebarlo. Me ha parecido un reemplazo perfecto.

Además, hay una canción que a mi me gusta que es El Salmón, de Calamaro, porque yo me identifico con ese pez, me gusta ir contracorriente.

¿Cómo aplica esa idea de ir en contracorriente en su vida?

Siempre trato de ir contracorriente en muchos aspectos. Por ejemplo, en lugar de usar siempre lo más cómodo o lo que todo el mundo hace, me gusta buscar caminos diferentes. Un ejemplo es el ciclomontañismo. Durante un tiempo usé bicicletas eléctricas, pero hace unos meses decidí volver a la bicicleta análoga porque extrañaba ese esfuerzo, la satisfacción de subir una montaña con mi propio esfuerzo. Esa búsqueda de romper con lo establecido y generar incomodidad es algo que aplico en muchas áreas de mi vida.

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¿Qué lo motiva a buscar esa incomodidad o salir de la zona de confort?

Creo que es algo que empezó con mi formación como actor. Tuve un profesor que siempre nos hablaba de la importancia de salir del automatismo, de hacer las cosas de manera diferente para mantener el cerebro activo. El cerebro tiende a buscar la comodidad, y eso es normal, pero para mí es fundamental desautomatizarme y mantenerme presente. Salir de la zona de confort es un esfuerzo consciente que hago todos los días, ya sea en cosas pequeñas como cambiar de mano al hacer tareas cotidianas o en decisiones más grandes.

¿En qué momento hizo click y empezó a salirse del modo automático?

Fue un punto de inflexión en mi vida. Cuando atravesé mi crisis de la mediana edad, empecé a ver el mundo de forma diferente. Fue en ese momento cuando entendí que tenía que estar más presente, prestar atención y hacer un esfuerzo consciente por no caer en el modo automático. Me di cuenta de que para avanzar tenía que soltar muchas de las herramientas que me habían servido hasta ese punto y aprender a utilizar nuevas. Es un proceso continuo de cuestionamiento, de estar dispuesto a replantearme cómo quiero vivir y qué tipo de persona quiero ser.

¿Cuál diría que es su reto más grande en este momento?

El reto más grande hoy en día, sin duda, es ser un buen padre y esposo. Romper con los modelos que uno trae de generaciones anteriores, no caer en la repetición de patrones, es un desafío constante. Ser consciente de esos traumas generacionales y tratar de no reproducirlos con mis hijos es algo que me ocupa mucho. Agradezco las herramientas que me han traído hasta aquí, pero también sé que tengo que aprender nuevas formas de ser y dejar atrás lo que ya no me sirve.

En un mundo tan lleno de información, ¿cómo gestiona el impacto de la tecnología y las redes sociales en su vida y en la de sus hijos?

En casa no somos de la idea de quitarles la tecnología a nuestros hijos, pero sí intentamos enseñarles a usarla de manera crítica, a ser selectivos con la información que consumen y a entender que no todo lo que ven en las redes es real. Mi hijo tiene 12 años y tiene un teléfono que simplemente utiliza para avisarnos si, por ejemplo, se queda en una actividad del colegio o si va con amigos, pero no es un objeto que use constantemente en la casa.

El teléfono de mi hijo no es realmente de él, es nuestro. Es una herramienta de comunicación para él con nosotros. No lo consideramos un dispositivo de uso continuo. Creemos que en lo que respecta a libertades y respeto a la intimidad, ciertas edades marcan un punto clave, pero siempre debe haber un balance. Hablamos mucho sobre ciberbullying, lo que se comparte en redes y cómo esas cosas pueden quedar ahí para siempre.

¿Cómo ven el uso de redes sociales y dispositivos electrónicos a largo plazo?

Pues, por ahora, mi hijo no está interesado en el teléfono más allá de su función básica. Le importan más sus legos que el teléfono, y eso me agrada. En Estados Unidos hay un movimiento llamado «Wait Until 8th» (esperar hasta octavo grado) que sugiere retrasar el acceso a los teléfonos hasta esa etapa escolar, algo con lo que coincido. Mientras más podamos esperar, mejor. En cuanto a redes sociales, soy tajante: hasta los 18. Es algo que quiero retrasar lo más posible.

Ha mencionado que las redes dejaron de interesarle hace tiempo. ¿Qué lo llevó a seguir en ellas?

Honestamente, si no fuera por mi trabajo con marcas de bicicleta y el proyecto de «Los hombres también lloran», ya habría cerrado mis redes. Me dejaron de interesar hace mucho, pero este proyecto me ha hecho ver que vale la pena tener una plataforma para amplificar ciertos mensajes importantes. De hecho, cuando empecé el podcast, no pensaba seguir más allá de unos pocos episodios.

¿Cómo fue que pasó de solo querer hacer cuatro episodios a tener más de 30?

Sí, al principio hice cuatro episodios con personas cercanas y no pensaba seguir. Pero mi esposa y mi socio, Dani Posada, me animaron a continuar. Me di cuenta de que había mucho contenido valioso que compartir, y los mensajes de la gente también me motivaron. Así que seguimos, primero con la idea de hacer 10, luego 12, y ahora estamos cerca de los 30 episodios en la primera temporada. Cuando recibes mensajes de personas diciendo que el podcast los ha ayudado en su proceso personal, sientes una responsabilidad.

¿Esa responsabilidad a veces se vuelve una carga?

Sí, a veces pesa. Sentir que hablas para una audiencia grande sobre temas delicados como la salud mental puede ser abrumador. Pero encontré una forma de aligerar esa carga aliándome con profesionales, como Celia. Ellos ofrecen apoyo especializado si alguien siente que necesita más ayuda. Eso me permite quitarme el peso de intentar dar soluciones que no puedo ofrecer.

¿Cómo ha sido el proceso para usted, emocionalmente, desde que comenzó el podcast?

Curiosamente, desde que empecé «Los hombres también lloran», solo he ido a terapia una vez. El podcast se ha vuelto una especie de terapia para mí. Me he dado cuenta de que, cuando los invitados llegan, suelen decir que no tienen mucho que decir, pero después hablan por más de una hora. He aprendido que existe una gran necesidad de hablar y de conectar.

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¿Qué aprendizajes ha obtenido de las conversaciones en el podcast?

He aprendido que muchos problemas son muy similares, aunque las circunstancias varíen. La gente pasa por temas de salud, amor, dinero, ansiedad. Me llega mucha gente diciendo que pensaba que eran los únicos que sentían de esa manera, y eso es poderoso. Nos damos cuenta de que no estamos solos en nuestras angustias.

¿Qué significa para usted ser hombre?

Esta es una de las preguntas más difíciles. Para mí, ser hombre ha sido un proceso de desaprender muchas ideas equivocadas que heredé de generaciones anteriores. Estoy en el proceso de descubrirlo, pero algo que tengo claro es que ser hombre no significa renunciar a la masculinidad. La masculinidad no tiene nada de malo, lo tóxico sí. Creo que debemos abrazar la vulnerabilidad como una fortaleza, y eso nos hace más equilibrados y masculinos.

¿Cómo define usted el éxito?

El éxito es algo muy personal. Durante mucho tiempo, pensé que tenía que ver con alcanzar metas materiales: dinero, estatus, reconocimiento. Pero una vez alcancé esos objetivos, me di cuenta de que no era suficiente. Para mí, el éxito ahora tiene más que ver con estar en paz, encontrar balance, y superar obstáculos, pero no vivir en una carrera interminable por más. La definición de éxito no puede depender de lo que los demás piensen, porque eso solo te lleva al vacío.

Su podcast ha resonado con muchas personas, pero ¿cómo logra conectar con una audiencia más joven o de diferentes contextos?

Es un reto. Al principio, mi audiencia era más de mi círculo cercano y hombres de mi edad. Pero he empezado a recibir mensajes de gente más joven y de mujeres que comparten el podcast con los hombres en sus vidas. Aunque no tengo todas las respuestas, sigo hablando desde un lugar honesto, intentando alcanzar a más personas. Creo que, en una crisis global de salud mental, esta conversación es más relevante que nunca.

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