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Juan Pablo Montoya: nacido para campeón

En 1999 Juan Pablo Montoya se coronó campeón de la Fórmula Cart, un evento que cambió su carrera deportiva.
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mayo 25, 2015
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Publicado originalmente en Revista Diners No. 356 noviembre de 1999.

En algún rincón del universo, entre nubes, es
trellas y planetas, hay un misterioso conciliábulo encargado de escribir el destino de los 
hombres que llegan a la Tierra. Integrado 
por ancianos sabios, ayudantes de Dios, Zeus o Alá, han 
decidido la vida y la suerte de cada ser humano que ha 
nacido bajo el cielo.

Decidieron que García Márquez se convirtiera en escritor y Premio Nobel: quisieron que Napoleón Bonaparte 
jugara al emperador en una Europa asustada¡ escogieron al Charlotte de Chaplin para que enseñara a reír y 
a soñar al mundo. Estos hombres no pudieron hacer 
nada contra el destino que les impusieron desde el 
cielo. Tampoco pudo hacer nada Juan Pablo Montoya, 
que corre como un diablo o como un ángel cada vez 
que tiene la oportunidad de pisar un acelerador. El también tuvo que aceptar -y de muy buena gana- su des
tino.

Montoya ganó el campeonato de la Fórmula Cart el 
último domingo de octubre de este otoño inolvidable. 
En ese extraño lugar del universo del que hablamos lo 
sabían hace miles de años. Lo sabían desde que Juan 
Pablo, a los tres meses de edad, era presentado oficial
mente a los karts por su papá, Pablo; lo sabían cuando 
a los cinco años se coronó campeón infantil de karts y 
cuando rodaba con la misma sonrisa inocente en 
Tocancipá, en México y en Vancouver.

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El nuevo héroe de los colombianos, a diferencia de 
muchos mortales ingenuos, siempre ha tenido muy 
claro su destino. El también sabía que su vida tenía que 
ir ligada a los motores y las pale positions, a los Ganassi y los neumáticos, a la velocidad vertiginosa y la 
emoción de las competencias.

La carrera desenfrenada de Montoya ha conocido el 
sacrificio y el triunfo con la misma pasión. El colombiano, hasta hace sólo cuatro años, tenía que viajar con 
su incansable padre, entre flores y espinas, entre un avión de carga para empezar a rodar en las pistas estadouni
denses. Cuando corría en las pruebas criollas de la copa Swift, tenía que enfrentarse a las envidias de los 
dueños morales de Tocancipá, que después de todo, veían con asombro cómo el joven bólido se colgaba las 
medallas. Conoció la soledad en Austria y la nostalgia en Inglaterra, mientras dejaba boquiabierto a los europeos con su velocidad intrépida

Entre el dolor y la gloria

Tardes hay muchas, pero muy pocas resultan gloriosas. Montoya ha vivido casi nueve mil tardes 
gloriosas, otras tristes. El atardecer de este domingo en 
que ganó el campeonato resultó particular, tuvo que 
enfrentarse, al mismo tiempo, a la dicha del éxito y al 
horror de la muerte, conoció una mezcla agridulce de 
victoria y derrota. El destino se hacía presente una vez 
más: coronándolo a él y llevándose a uno de sus cole
gas, el desafortunado Greg Moore, que dejó sus sue
ños y esperanzas pegados de un muro imprudente; 
Montoya llegaba al primer lugar tras nueve 
meses de esfuerzos, de entrenamiento arduo, de 
rumores, de una fama inesperada y una jugosa avalan
cha publicitaria. El triunfo de Montoya fue posible gra
cias a un talento innato, a un temperamento 
agresivo, a una dosis de suerte amable, a 
que se esforzó en cada entrada a pits y a tres personajes definitivos: Chip Canassi, el negociador 
Morris Nunn, el ingeniero preciso y Pablo Montoya, el bastón de apoyo. Todo esto ya estaba consignado en 
que rige el destino del piloto en el libro inapelable que rige el destino del piloto colombiano.

A rodar, Juan Pablo

El campeonato ya ha terminado y Montoya es campeón. No hay mucha diferencia entre el hombre que 
doblegó a Franchitti y a Tracy, y el niño que soñaba 
de juguete con llegar a una pista de 
convertirse en el hombre más rápido del mundo. 
La diferencia es que el niño aún no había logrado todos 
los campeonatos, mejores vueltas y 
que tiene hoy. La diferencia es que hoy “vuela” a 400 kilómetros por hora sobre las pistas más peligrosas. Y 
hoy sigue soñando con el vértigo y 
la muerte en cada carrera. Sólo los hombres viejos de 
ese extraño rincón del universo decidirán hasta cuando rodará Juan Pablo Montoya.

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