Cristina Grajales, una paisa radicada en Nueva York desde hace 30 años y reconocida galerista de arte, es la dueña de Cristina Grajales Gallery, desde donde la marca Hechizoo textiles es representada ante las ferias de arte, coleccionistas y curadores en el mundo. Especialista en diseño del siglo XX, impulsa a figuras del siglo XXI. Aceptó la petición de Lizarazo de ser incluido en su galería por el inmenso valor artístico y calidad de la mano de obra de las piezas que Hechizoo le ha ido entregando desde 2001. “Él ensaya mucho, su persistencia e integridad son asombrosas. Es un artista así él se rebele ante esta denominación”, añade.
La llegada de Lizarazo a Colombia ocurrió en pleno 1999, con el país tumultuoso por cuenta de los agitados procesos de paz que el gobierno de Andrés Pastrana iniciara con las Farc y con el Eln. Por si fuera poco, la tierra tembló ese año y destruyó Armenia, la ciudad que vio nacer aJorge. Desde luego, el país no ofrecía el mejor panorama para retornar.
Pero el arquitecto con vocación de textilero lo hizo. Incursionó brevemente en las firmas de algunos arquitectos vinculados al negocio de la construcción de residencias y salió tan aburrido como decidido a probar suerte por su cuenta. La tradición artesanal colombiana comenzó a eclipsar otra suerte de intereses enLizarazo. Cavar hondo en la tierra natal incorporó al radar observador de Jorge la labor de dos comunidades indígenas por esencia artesanales: la de los campesinos descendientes de los laches en Guacamayas(Boyacá) con su técnica del rollo y la de loswounaan en el Chocó con su finísimo trabajo en palma. Volver a las tradiciones, pensar a partir de las técnicas de tejido que las comunidades vienen haciendo desde tiempos inmemoriales y volcar la vocación por el diseño en ellas se convirtieron en los ejes creativos.
La alquimia de vegetales (linos, rafias de cumare y bambú, fiques y algodones orgánicos) con metales (también el aluminio, el estaño y el silverplata) es tan constante en el taller de Hechizoo como lo es la versatilidad de sus piezas que hoy son tapetes, pero que mañana se convierten en recubrimientos para paredes y counters de firmas de lujo (Dior y Chanel); centenares de metros para tapicerías (Winston); cabeceros y cobijas para cama (Hotel Santa Clara de Cartagena), tapices y counters (Hotel JW Marriott de Bogotá), tapetes para Estibarnes (Londres). Así como infinidad de textiles Hechizoo involucrados en proyectos decorativos de México (de la mano del especialista Alejandro Fernández), en Malasia (con el arquitecto Antonio Erazo) y en Lisboa (palacetes particulares restaurados). Toda esta actividad haría pensar en mucho ruido. Y, por contraste, lo que reina en el taller del 20 de Julio es un silencio apenas roto por el trasegar de los camiones cercanos o los gritos intempestivos de Roberto, el loro adoptado en el taller. “Como yo, chilla cuando está solo, algo neurótico”, dice Jorge, y no esconde una leve sonrisa. En realidad es un personaje tímido traicionado por su motor interior.
Son dos a tres horas las que dedica a cada visita que llega al taller con intención de conocer el mundo Hechizoo o con la decisión ya resuelta de compra (el metro cuadrado varía de $300.000 a $2’500.000 y la entrega de los pedidos se realiza a los 90 días). En un orden metódico, inconfundible, se alinean rollos de hilo y de fique teñido; se extienden los tapetes de colores desvanecidos como una puesta de sol; cuelgan luminosos tejidos que dejan apenas entrever un rostro al otro lado; yacen objetos de anticuario en una suerte de pequeños altares. “Y tengo este globo terráqueo que pedí con agujeros porque quiero llenarlo de flores que recreen el mundo pero mira, pintaron azul el océano. Ya no me sirve”, suspira Jorge.
Aunque ya varias de sus piezas forman parte de colecciones permanentes, como la del Museo de Arte y Diseño de Nueva York, el reto en este mes de diciembre es enorme: Hechizoo estará presente en Art Basel de Miami en el stand de la galería de Cristina Grajales y además como invitado especial para intervenir los jardines que esta feria de arte ha dispuesto para renombrados diseñadores invitados. Por eso, cuelgan piezas rectangulares elaboradas con alambre de cobre dorado, sometido a un baño de plata y tejido con palma de cumare y cristales en el sur de Bogotá. La mirada personal que Jorge ha resuelto trasladar a los fastuosos verdes de Coral Gables.
En sus palabras
¿Cómo define su forma de ser?
Me resulta más fácil decir que soy narizón. Y como debo contestar diría que soy una persona observadora y sensible. Mi temperamento es fuerte, que no logro dominar fácilmente. Quisiera ser alguien más alegre, pero me faltan motivos. Soy muy optimista.
¿A qué no le dedica un segundo de su tiempo?
A la intolerancia y a tomar el sol.
¿Qué haría distinto ahora si tuviera que iniciar Hechizoo?
No tendría nunca socios que no sirvan para nada.
Una ciudad…
Lisboa.
Un sitio…
La Villa Médici en Roma.
Platos a los que siempre volverá…
Arroz con huevo frito y tomate picadito por debajo. El bœuf bourguignon.
Los imprescindibles en el armario…
Complicado responder porque me gusta la ropa, todo. Me quedo con los buenos tenis de Nike y Adidas, los jeans de Simon Spurr y el cashmere de Brunello Cucinelli, el cuero de Bottega Veneta y las camisas y pantalones de Prada.
¿A qué le teme?
A no ser capaz de hacer algo.
¿Qué desea con mucha intensidad?
El amor.