Publicado originalmente en la Revista Diners N. 292, de julio de 1994.
Hace un cuarto de siglo, en 1969, una noche serena un grupo de mujeres nerviosas se dio cita en las puertas de un lujoso hotel de Atlantic City, en donde se celebraba la coronación de Miss América.
Era la primera vez que se reunían para protestar públicamente contra los reinados de belleza, la utilización de la mujer en la publicidad y la guerra del Vietnam. Bautizaron su incipiente agrupación como Movimiento de Liberación Femenina.
En ese mismo año la norteamericana Kate Millet escribió la primera obra teórica sobre el patriarcado, que se convertiría, con el correr de los años, en uno de las textos pioneros del pensamiento feminista mundial.
Estos dos hechos marcaron el comienzo del feminismo. Veinticinco años después esa protesta ha pasado a la historia como la inauguración de una época en la que los símbolos y gestos de las feministas recorrían las calles de ciudades grandes y pequeñas en el mundo entero.
Quitarse el brasier tirarlo en público para demostrar el desprecio hacia las ataduras; raparse la cabeza en señal de desaire de los cabellos largos y las ideas cortas; realizar marchas permanentes voceando consignas por el derecho a la noche, por la libertad sexual y por las exigencias de igualdad laboral y doméstica; todo empezó a obtener adherentes, no como en esa primera ocasión cuando muchos de los espectadores en Atlantic City agredieron verbalmente a las noveles radicalistas.
A partir de aquella fecha, en Europa y Estados Unidos el Movimiento Feminista creció y se fortaleció. A países como Colombia llego un quinquenio después, y fue menos simbólico. De todos modos la lucha constante permeó inmensos sectores de la opinión pública y se convirtió en un hecho social importante que obtuvo interlocutores en los ámbitos gubernamentales y privados.
En 1981, Bogotá fue sede del I Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. La discusión giró alrededor de la relación del feminismo con los partidos políticos. Algunos sectores de la opinión pública consideran el fenómeno feminista en Colombia como uno de los movimientos sociales mas importantes del país.
Y hoy se escuchan voces que reclaman una ginecocracia, como la de Gabriel García Márquez, quien en una encuesta realizada por la revista Time aseguro que la mejor alternativa para comenzar el nuevo milenio seria entregar el poder a las mujeres porque después de dos mil años de hegemonía masculina el mundo no iba bien encaminado.
Para otros y otras, sin embargo, el feminismo no paso de ser una moda escandalosa. Veamos lo que piensan algunas representantes del feminismo en Colombia que fueron entrevistadas para la Revista Diners:
Magdalena León de Leal
Socióloga de la Universidad Nacional de Colombia y de Washington University. Miembro del grupo «Mujer y Sociedad». Su último libro, ‘Mujeres y participación política’, recoge el panorama de los movimientos sociales y femeninos en América Latina.
–¿Cuáles han sido los aportes del movimiento feminista colombiano?
–Enormes, aun cuando en la mayoría de los casos no son visibles por que gran parte de ellos se han presentado en aspectos de la vida privada. Para un observador externo resulta difícil, en ocasiones, advertir que la lucha de las mujeres ha sido fundamental para la sobrevivencia, para paliar la crisis y como colchón contra la pobreza.
Así mismo, se ha ampliado la participación democrática en el surgimiento de grupos de mujeres. En el campo de la investigación también se ha dado un aporte. En los años ochenta se comenzaron los estudios relativos a la fuerza laboral, la familia, la mujer rural, la violencia intrafamiliar. Cada vez el espectro se amplía.
–¿Se diferencia el feminismo de los años setenta del actual?
–Creo que se ha dado un salto cualitativo. La unión de los grupos feministas con los grupos de mujeres y su participación en instancias gubernamentales han generado nuevas formas de acción. Se ha pasado de la teoría a la práctica.
–¿El feminismo tiene futuro?
–Claro. Un futuro grande y promisorio. Si el país esta planteando una noción nueva de hacer democracia, no solamente desde un punto de vista formal e institucional sino que se amplíe a la vida cotidiana, al espacio doméstico, ahí entran las feministas a jugar un papel primordial.
Es, además, muy importante para un país que vive múltiples formas de violencia, contar con las mujeres organizadas. Porque no se trata únicamente del problema de la violencia pública. Existen otras formas de violencia, como la intrafamiliar, surgida por el patriarcado, y la violencia intergeneracional.
Y en ellas las mujeres tienen mucho qué decir y qué hacer. En Colombia, por ejemplo, se debe tener en cuenta que existe un 25 por ciento de hogares con jefatura femenina, lo que hace de la mujer un personaje fundamental.
Socorro Ramírez
Investigadora del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional. Líder política de la izquierda en los años setenta, y destacada dirigente del feminismo. Su último trabajo, ‘Mujer y Política’, plantea inquietudes y aporta elementos clave.
–¿Cuáles son los aportes del movimiento feminista en Colombia?
–Son muchos. En primer lugar, el proceso de acompañamiento a las mujeres que se han organizado mediante estrategias de sobrevivencia por el impacto de la disminución del gasto social. Estos grupos, mediante soluciones comunitarias han realizado un aporte importante al reducir el impacto de la crisis.
El feminismo ha contribuido a re-calificar la democracia, introduciendo dimensiones que antes no hacían parte de lo público Por ejemplo, sacó la violencia intrafamiliar de las cuatro paredes del hogar y le dio una dimensión social.
Los grupos feministas han introducido también nuevos elementos sobre políticas de población, y desde la academia el feminismo ha visualizado la incorporación y el aporte de las mujeres al desarrollo, en múltiples estudios.
–¿Se diferencia el feminismo de los años setenta del actual?
–En los años setenta el país no estaba preparado para enfrentarse al feminismo, y viceversa. El país es otro después de la Asamblea Nacional Constituyente, donde la Red Nacional de Mujeres logró introducir elementos importantes a la nueva Constitución. Así mismo, la experiencia acumulada ha servido para trabajar en campos nuevos y consolidar los viejos.
Pequeños círculos de auto-conocimiento permitieron a muchas mujeres recuperar y afianzar su seguridad. En el plano internacional el feminismo logró impulsar el decenio de la mujer 1975-1985, lo que permitió que los países se comprometieran a abolir toda forma de exclusión hacia la mujer y comprometió a las agencias de cooperación a generar recursos para proyectos específicos. Esta política persiste, y Colombia se ha beneficiado de ella.
–¿El feminismo tiene futuro?
–Si, porque es una de las corrientes que ha impulsado un movimiento social de amplias dimensiones. Pero no se puede hablar de un feminismo en singular sino como la confluencia de varios movimientos.
Susy Bermúdez
Antropóloga-historiadora de la Universidad de los Andes y Stony Brook de Nueva York. Su último libro, ‘El bello sexo’, es una radiografía de la mujer y de la familia durante el periodo del siglo pasado denominado Olimpo Radical.
–¿Cuáles han sido los aportes del feminismo en Colombia?
–Han sido enormes, y todavía ni mujeres ni hombres somos conscientes de su importancia. Como historiadora si hago una comparación –no demasiada amplia en el tiempo– de las condiciones de la mujer de hoy con las de la santaféreña de hace dos siglos, pues los cambios han sido radicales en tan pocos decenios.
Dejando de lado la igualdad de derechos civiles y económicos, es revolucionario haber logrado introducir lo cotidiano al espacio público, porque sólo en la medida en que en el espacio privado haya democracia se puede pensar que la sociedad refleje este comportamiento doméstico.
–¿Es diferente el feminismo de hoy del de los años setenta?
–Sí. En primer lugar creo que no se puede hablar de un feminismo, sino que existen muchos grupos de mujeres que pueden ser o no ser feministas. Las feministas como tales se han abierto, y por eso han logrado llegar a otros espacios.
Encuentro, sí, que estos grupos siguen causando pánico. Si en los años setenta las feministas crearon desconfianza, prevención, a medida que se han consolidado es mayor el miedo que producen porque su cuestionamiento va más allá de la estructura social, política y económica.
Ellas indagan en lo que ocurre de puertas para adentro de la casa, en la estructura familiar, dentro de su propio ser y de quienes las rodean. Este cuestionamiento asusta porque no es inocuo, produce cambios, rupturas muy grandes. Considero, de otro lado, que se siguen manejando estereotipos.
Una es la concepción feminista que se tiene en la universidad, en los sectores intelectuales, y otra la que posee el ciudadano con regular o escasa información y que ve el feminismo como una arandela, como un refinamiento de mujeres sin oficio.
–¿El feminismo tiene futuro?
–Sí, enorme. Por ejemplo, en la universidad –que es mi campo– se han abierto nuevas áreas de investigación y crecen los cursos sobre este tema. Considero que falta una mayor coordinación entre las diferentes agrupaciones feministas y femeninas para conocer lo que están haciendo. Se debe superar la competitividad.