Foto: Esteban Duperly
Arte y Libros Cultura

Recorra con Diners el Salón Nacional de Artistas

Este miércoles llevaremos a 10 lectores a una visita guiada por las sedes del Salón Nacional de Artistas con el curador y artista Óscar Roldán.
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octubre 6, 2013
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La dijo Teodoro Adorno. Y la repitió John Cage: No me interesan tanto las respuestas como las preguntas. Seguirlos, a ambos, es una gran premisa para abordar el 43 Salón (Inter) Nacional de Artistas, que se lleva a cabo en Medellín hasta el 3 de noviembre. Nada de certezas, más bien, la duda como método de observación. Como esos relojes imposibles de Angélica Teuta, uno completamente negro; otro, al revés. O la casa en el lago de Mateo López… ¿qué hay allí dentro? “La respuesta es una pequeña muerte, en cambio una pregunta es siempre un descubrimiento. Y eso es lo que busca el Salón”, asegura Florencia Malbrán, una de sus curadoras.

Creado bajo el título intencionalmente contradictorio de SABER DESCONOCER, esta nueva versión del evento artístico más antiguo de Colombia –y acaso del continente– es un acierto desde su imagen: fotografías de manos que, reflejadas, producen una sombra con un significado completamente distinto y un logo que genera una gran ambigüedad visual por lo que dice, creando una suerte de palabra imposible (precisamente el punto). En este sentido, la propuesta de Tangrama, que hizo el diseño, es ideal. Es verdad que, como dice jocosamente la profesora e investigadora Natalia Gutiérrez, hablar bien de las cosas es de mal gusto, pero, a veces hay que hacer ese sacrificio. Y este es el caso.

Hay que hacer una salvedad. Desde su creación en 1940, al Salón Nacional de Artistas (SNA) no le han faltado detractores ni escándalos. Desde que Marta Traba lo calificara de “termómetro del arte colombiano”, quedó signado como un espacio de tensiones, al estar, irremediablemente, incluidos unos sí, otros no. Se ha dicho hasta el cansancio que no representa lo nacional, que es centralista y que es absurdo que invite artistas extranjeros (¡!), que por qué premió una obra abstracta que se plegaba al estilo internacional (se referían ni más ni menos que a Carlos Rojas), o que por qué invitaba a un artesano con una talla de madera (la danta de Luis Antonio Gaona, en el Salón 39 del 2004)… y ahora que por qué se llama Salón y no mejor Bienal. Así que este año, el que se le haya introducido entre paréntesis (Inter) al SNA, por supuesto que produjo un pequeño tornado en el medio artístico nacional, tan acostumbrado a pelear entre sí.

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