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Cultura

El Ruido del Tiempo, de Julian Barnes: libro recomendado de la semana

Dimitri Shostakovich, uno de los compositores más interesantes del siglo XX, llega convertido en literatura en esta nueva novela de Julian Barnes.
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septiembre 19, 2016
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EL RUIDO DEL TIEMPO
JULIAN BARNES
Anagrama, Barcelona, 2016. 199 páginas

Julian Barnes (Inglaterra, 1946) ha publicado una pequeña obra maestra. La vida del compositor ruso Dimitri Shostakovich. Inicia con una escena ya célebre: el 26 de enero de 1935, Stalin va al teatro Bolshoi a ver una representación de la ópera en cuatro actos de Shostakovich: Lady Macbeth del distrito de Mtsensk. Acompañaban a Stalin, Mólotov, Mikoyán y Zhdánov en su palco, quienes se rieron y burlaron. Dos días después aparece en Pravda un editorial sin firma: “caos en vez de música”, “formalista”, “modernista burgués”, “esteticista”. El golpe fue demoledor. La ópera no se volvió a representar. Sus otros compromisos fueron cancelados y él se acostumbró a dormir vestido, con solo un pequeño maletín a la mano, por si venía a llevárselo la NKVD (la seguridad del Estado).

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Eran tiempos de purgas y desapariciones. El terror stalinista movía su maquinaria siniestra. Lo citarían luego a la Casa Grande para interrogarlo sobre su protector, el mariscal Tujachevski, a quien pronto fusilarían involucrado en la conspiración de los generales para asesinar al camarada Stalin. Pero el compositor, que no era miembro del partido y quien en la escuela había estado con los hijos de Kerenski y Trotski, solo tenía su música para oponerse, camuflarse y sobrevivir al poder. Lo logró. Humillado, usado, manoseado y obligado a dar discursos escritos por plumíferos abyectos, como sucedió en Nueva York. Tal es la segunda escena del libro.

A fines de 1952 había doce millones de presos en campos de concentración rusos. El 16 de marzo de 1949, Stalin había llamado a Shostakovich para invitarlo como parte de la delegación soviética al Congreso Cultural y Científico por la Paz Mundial en Nueva York. Pero Shostakovich arguyó que podrían preguntarle por qué sus obras estaban prohibidas en su propia patria. Stalin fingió sorpresa y al poco tiempo un nuevo decreto anuló el anterior. Pero Estados Unidos no fue tan idílico: un sobrino del escritor Nabokov lo interrogaría en rueda de prensa por colegas cuestionados y él tuvo que respaldar a su gobierno y al régimen.

Se sintió infeliz, pero entre humillaciones y mentiras continuó su vida: sinfonías y conciertos, música para ballet y cine. Piano y violonchelo. No fue purgado, pero quedó manchado para siempre. Su drama muestra el peso aplastante del poder subyugando el lirismo y la ironía. Barnes nos trae todo aquel mundo que arrastra guerras y ruinas, hambre y mendigos, supersticiones y romances, pues un compositor, temeroso de lo que puede pasar con él, su madre, su mujer e hijos, solo sueña con que amigos benévolos le traigan papel de partitura.

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