Demi Moore en La Sustancia
Foto: MUBI
Cine y TV Cultura

La Sustancia: el terror del cuerpo envejecido

La Sustancia, la nueva película de Coraline Fargeat, llega a MUBI el 31 de octubre. Protagonizada por Demi Moore, explora los horrores de la obsesión por la juventud en la industria del entretenimiento.
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octubre 25, 2024
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Luego de su estreno en el festival de Cannes, La Sustancia llega a las salas de cine de Colombia a provocar revuelo con un lenguaje grotesco, lleno de elementos del terror, del gore y también de un cierto tipo de comedia. Disponible en MUBI desde el 31 de octubre, esta es la segunda película de la francesa Coraline Fargeat, quien había trabajado el tema de la venganza femenina en su ópera prima, Revenge (2017), y que explora en esta nueva entrega el horror y la ansiedad que provoca el cuerpo envejecido, el cuerpo que ya no le es útil a una industria del cine y del entretenimiento obsesionada con una idea de belleza exclusivamente joven.

La Sustancia narra la historia de Elizabeth Sparkle (Demi Moore), una reconocida actriz de Hollywood que luego de una carrera exitosa – Oscar incluído- termina como anfitriona de un show de aeróbicos que se transmite en televisión durante las mañanas. A pesar de su larga carrera y de su tiempo allí, Harvey (Dennis Quad) le informa de su despido con afán y sin mayores explicaciones, luego de discutir por teléfono acerca del inminente final de la actriz y de la necesidad de conseguir una nueva estrella. En medio de esta crisis, un misterioso enfermero le ofrece a Elizabeth un procedimiento que se llama La Sustancia y que promete darle una versión joven y mejorada de ella misma.

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Demi Moore en La Sustancia

La película es interpretada por Demi Moore, quien encarna un personaje que en cierta medida refleja la misma violencia que ella enfrentó durante su carrera: la de una industria que luego de haberla celebrado se dedicó a criticarla, a señalarla y a despreciarla por motivos sexistas que tenían sobre todo que ver con las transformaciones que el paso del tiempo inflige en el cuerpo. La manera en la que Elizabeth Sparkle se contempla en el espejo -sus ansiedades y sus dilemas antes de llevar a cabo el tratamiento- se parecen a lo que probablemente sintieron ella y muchas actrices antes de someterse a cirugías estéticas, impulsadas por un designio y un deseo de alargar la juventud, la belleza y su rentabilidad. No es osado pensar que en este papel Demi Moore parodia su propia historia, en medio de los arrebatos de una Elizabeth que se torna en víctima de una versión de sí misma que amenaza con traicionarla.

El reparto cuenta también con la participación de Dennis Quad, que exagera hasta el extremo la misoginia de la figura del productor abusivo de Hollywood interpretando a Harvey en una tremenda puesta en escena, y con la presencia de Margareth Qualley, quien interpreta a Sue, la versión rejuvenecida de Elizabeth. Sue goza de una belleza y una perfección casi plástica que contrasta con la piel y la mirada de una Elizabeth mayor. La tensión y el choque entre estos dos personajes pone en escena el conflicto interior y el dilema central, quizás muy obvio, de la película: Sue rápidamente se cansa de las exigencias y necesidades de Elizabeth hasta tornarse en contra de ella, sin piedad y en un ímpetu déspota que le hace olvidar que son la misma y que abusa de las reglas establecidas desde un principio por el tratamiento: “Just remember. You are one” (Recuerda. Son una). 

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El body horror de La Sustancia

Si bien la trama y los problemas del argumento se evidencian muy rápidamente (el fetiche de la industria del entretenimiento por la mujer joven, por ejemplo), reiterándose al punto de tornarse redundantes, la película sabe utilizar recursos del terror y de la ciencia ficción para ofrecer al espectador una experiencia que le interpela desde las tripas. La sangre, los cuerpos que se abren y los sonidos viscerales nos vinculan y nos recuerdan los códigos de un género que no ha terminado de ser comprendido en el país. Si el terror se sirve del miedo o de baños de sangre para aproximarse a algún conflicto social, político o estético, en este caso el evidente trasfondo es la búsqueda de la eterna juventud y otras consecuencias de un ideal de belleza que Hollywood le ha impuesto a la mujer, llevándola a fabricarse y a perfeccionarse para cumplir con cierta expectativa y demanda, sin importar los extremos físicos y psíquicos que Coraline Fargeat no duda en explorar hasta el exceso. La película es también un “Body Horror” que abarca la monstruosidad de esos designios y deseos que promueven la industria cinematográfica y farmacéutica.

Con un estilo visual impactante y artificial -todas las escenas son en set, en locaciones no reales; incluso las interacciones y las escenas en la calle carecen de realismo y los personajes, desprovistos de humanidad, solo son tenidos en cuenta en tanto sean útiles para lograr llevar a cabo la trama-, La Sustancia nos prepara para un final sangriento y divertido, digno del terror de VHS, tipo B, y de culto, con claras alusiones a David Cronenberg, a John Carpenter y a David Lynch. Algunos estómagos estarán más preparados que otros.

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