¡Llegaron!
Fernando Vallejo
Alfaguara
$39.000
Si usted oye un discurso de Fernando Vallejo y luego lee sus libros, reconocerá de inmediato el mismo estilo: franco, irreverente, poco sutil, lleno de reflexiones de esta cosa y la otra. Vallejo habla como escribe y viceversa. Eso es ¡Llegaron!, un monólogo del escritor interrumpido por una que otra intervención de un eventual interlocutor.
La historia del libro se desarrolla en un avión de Avianca –aerolínea que no escapa los comentarios de Vallejo-, en un trayecto entre Guadalajara, México, rumbo a Colombia. Durante el viaje el escritor conversa con quien esté a su lado, le habla sobre Santa Anita, la finca a donde iba de niño y que se llevó un derrumbe, narra cuán importantes fueron sus abuelos Leonidas y Raquel, cuenta las travesuras que hacía con sus primos y reflexiona sobre la muerte en reiteradas ocasiones.
Llevarle el hilo a Vallejo no es fácil. a un análisis profundo sobre la felicidad, el llanto o los viajes, les siguen discusiones sobre las mascotas que tuvo en su infancia, para terminar diciendo que el río Magdalena se convirtió una cloaca. Por momentos es tan difícil seguir la historia que él mismo se refuta diciendo que se le olvida lo que va a decir.
Cualquier detalle de la historia sobre Santa Anita desencadena reflexiones sobre todo y nada, aunque se hace recurrente que cada tema lo cierre con una frase arrolladora, que no solo resume la escena que narra, sino que connota detalles sobre su ideología; por ejemplo, luego de que su compañero de vuelo discutiera con el pasajero de adelante porque su silla reclinada lo estaba incomodando, Vallejo concluye diciendo: “Déjelo que se explaye que yo aquí me encojo. La Segunda Guerra Mundial estalló porque Alemania exigía su espacio vital”.
Luego de varias horas de recorrido, Vallejo se da cuenta que el vuelo se dirige a Río de Janeiro, Brasil, y no a Colombia. Se salta el relato de los trámites para abordar el avión correcto y retoma desde que un nuevo compañero de viaje se sienta a su lado, a quien le cuenta sobre el día en que el abuelo se fue a vivir a Santa Anita.
Es insistente la mención sobre la Libreta de Muertos, un cuaderno en el que Vallejo anota el nombre de cada persona que conoce y que fallece. Dice que completó 751, y tal lista incluye a Gabriel García Márquez, de quien se burla diciendo que Cien años de soledad muestra “el amor entre dos centenarios en una jungla de micos masturbadores que se balancean, colgados por las colas, de las lianas”.
El presidente Juan Manuel Santos, las FARC, Virgilio Barco, el papa Francisco y la Real Academia de la Lengua son presa fácil de los ataques e insultos de Vallejo. Ni siquiera Malala Yousafzai, la ganadora del premio nobel de paz en 2014, se salvó de la prosa de Vallejo, a quien le escribe que “se hizo pegar un tiro de los talibanes y ahí arrancó. Imita a los adultos. Como el tiranito de Corea del Norte. Cada día que pasa está más alzada. Hagan de cuenta una Ingrid Betancourt de chiquita, la mujer más odiada de Colombia.”
¡Llegaron! está bien para los que no están cansados del discurso de Vallejo, de los mismos reclamos y cuestionamientos que propone en El Desbarrancadero o La Virgen de los Sicarios. ¡Llegaron! está bien para el que quiere leer a un escritor cuya pluma desborda inconformidad y crítica venenosa.