“¡Diles que no me maten!”, implora un anciano. Es una petición simple y desesperada, pero que se enfrenta a las realidades de un Llano en el que no existe el sosiego y la bondad es tan escasa como el agua que se pierde en la resequedad de la tierra. Así comienza uno de los 17 relatos que componen ‘El llano en llamas’, el primer libro escrito por el autor mexicano Juan Rulfo que, con una obra tan escueta como ineludible, logró dejar su nombre marcado en la historia de la literatura latinoamericana.
El libro, que salió a la luz del público el 18 de septiembre de 1953, celebra este año su septuagésimo aniversario como una de las obras más importantes de la literatura mexicana. Aunque fue mucho después de su primera publicación que se llegó a considerar como tal, pues al principio parecía un libro más condenado al olvido. El mismo Juan Rulfo afirmó que varias de las primeras copias que se movieron fue porque él mismo las regalaba, pensando que solo así alguien iba a interesarse por su literatura.
Hoy en día, ‘El llano en llamas’ se conoce como el punto de partida de una literatura urgente, que logra llevar las vicisitudes de la vida rural de México a reflexiones sobre la condición humana, el origen de la resignación y la aceptación del dolor. Juan Rulfo ofrece en unas pocas páginas relatos vertiginosos que transcurren en medio de una naturaleza muerta de la que solo brota la tristeza y que mantiene a sus habitantes en un constante coqueteo con la muerte.
Un retrato de Juan Rulfo

La orfandad de Juan Rulfo suele ser uno de los primeros elementos que destacan sus biografías. Tenía 6 años cuando balearon a su padre por una disputa de tierras; diez años cuando murió su madre. Fue entonces que quedó bajo el cargo de sus abuelos que, tras no tener con qué mantenerlo, decidieron llevarlo al internado Luis Silva en Guadalajara. De aquella experiencia el escritor solo tendría sombríos recuerdos e incluso llegaría a afirmar que lo único que aprendió allí fue a deprimirse.
A comienzos de la década de los 30 se trasladó a Ciudad de México tras una huelga que le impidió entrar a la Universidad de Guadalajara. En la capital asistió a cursos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM después de que le negaran la entrada a la Facultad de Derecho. Durante toda esa década Juan Rulfo dedicó su tiempo a adentrarse en el mundo de la literatura, la antropología y la geografía mexicana y consiguió varios trabajos que lo mantuvieron viajando por el país.
Además, fue también allí donde comenzó su pasión por la fotografía, que más tarde se convertiría en otro de sus grandes aportes artísticos. Hoy en día se sabe que a su obra literaria se suman los más de 6.000 negativos que dejó.
1945 fue un año definitivo para Juan Rulfo, pues fue allí cuando apareció en la revista América ‘Nos han dado la tierra’, su primer cuento publicado y el mismo que, ocho años más tarde, abriría la primera edición de ‘El llano en llamas’. Dos años después de eso, en 1955, publicó ‘Pedro Páramo’, su primera y única novela. La unión magistral de estas dos obras fueron las que lo consagraron como uno de los grandes de las letras hispanas y que le ganaron el respeto y el reconocimiento de otros autores importantes de la región.
Juan Rulfo a los ojos de otros escritores
García Márquez no guardó elogios para Juan Rulfo. En una nota de titulada ‘La literatura sin dolor’ confesó que tenía la costumbre de regalar ejemplares de ‘Pedro Páramo’ a quienes iban a visitarlo a su casa en Ciudad de México. “[C]reo haber agotado ya una edición entera sólo por tener siempre ejemplares disponibles para que se los lleven los amigos. La única condición es que nos volvamos a encontrar lo más pronto posible para hablar de aquel libro entrañable”, escribió el Nobel colombiano. Tanta era su admiración por Rulfo, que llegó a comparar la contundencia de su literatura con la de Sófocles y Kafka.
“Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de toda la literatura”, expresó también en una ocasión Jorge Luis Borges, reconocido autor argentino. Al igual que Carlos Blanco Aguinaga, Carlos Fuentes, Susan Sontag y toda una generación de escritores que se vieron inspirados por la magnífica obra de este autor mexicano. Tres títulos son los que componen su obra: ‘El llano en llamas’, ‘Pedro Páramo’ y ‘El gallo de oro’ y no necesitó más para condensar un universo literario insoslayable.
Tres relatos para leer en ‘El llano en llamas’

Cada uno de los cuentos que componen esta antología tiene algo que decir y todos contribuyen de alguna manera a crear un gigantesco tapiz de un México rural. Sin embargo, si usted está pensando en los mejores cuentos para comenzar a leer ‘El llano en llamas’, aquí tiene tres recomendaciones que pueden engancharlo definitivamente con esta obra.
La primera de ellas es ‘Macario’, un relato contado desde la perspectiva de un niño que vive con dos mujeres: su madrina y Felipa. Muy parecido al ejercicio narrativo de William Faulkner con Benjy en ‘El sonido y la furia’, ‘Macario’ presenta un narrador con una percepción de la realidad alterada, como si para él la vida fuera solo una serie de sucesos que van pasando sin llegar realmente a entender lo que está sucediendo. Somos nosotros como lectores los únicos que lo sabemos y es verdaderamente desolador.
En segundo lugar, puede referirse a uno de los cuentos más aclamados de esta antología: ‘Luvina’. El nombre del cuento es el nombre de un pueblo, un pueblo en el que ni siquiera pasa el tiempo, “un lomerío pelón, sin un árbol, sin una cosa verde para descansar los ojos; todo envuelto en el calín ceniciento”. Así lo dice su narrador, un hombre anónimo que charla con otro que, aparentemente, debe emprender su camino hacia allá. Este pueblo de muertos vivientes se compara constantemente con la Comala de ‘Pedro Páramo’ y constituye así una muestra perfecta de la poética testimonial de Juan Rulfo.
Finalmente, le recomendamos no dejar pasar ‘¡Diles que no me maten!’, el relato que abrió este artículo y que condensa en muy pocas páginas una tensión narrativa incomparable. Se trata de la historia de don Juvencio Nava, quien después de muchos años de escapar de su pasado, se encuentra de frente con alguien decidido a condenarlo por ello. El drama detrás de las súplicas de Juvencio lleva consigo una historia de violencia cíclica y de la insaciable sed de sangre que solo puede venir de un deseo profundo e irrefrenable de venganza.