Jorge Luis Borges 1899-2019 edición conmemorativa en ocho volúmenes
Jorge Luis Borges
De Bolsillo, Barcelona, 2019
Como quien retorna a una casa conocida pero aún llena de imprevistos milagros, así sucede con esta edición conmemorativa de la obra de Jorge Luis Borges (1899-2019).
En ocho volúmenes nos encontramos con su Poesía completa donde el hombre ciego en una penumbrosa biblioteca en Buenos Aires sueña un tigre por las selvas de Bengala y renegando de las mitologías intenta atrapar, por fin, el tigre único y real que vive de su olfato en pos del venado. Así la obra de Borges se configura en el anhelo imposible de lograr que encarne en la realidad del verso una música que torna a convocarnos a Don Quijote, Las mil y una noches, Dante o el mexicano Alfonso Reyes.
Quizás por ello su libro más personal será El Hacedor, donde la prosa y el verso nos acercan a fantasmas “porque podemos mencionar o aludir pero no expresar” (p. 40). Allí reviven sus amores como Delia Sanmarcos o Julia, una mujer a quien Borges transmitió su terror a los espejos y cuando ella enloqueció, muchos años después, el rostro de Borges la perseguía y acechaba desde el fondo de esos reflejos.
También están los Cuentos completos, donde nos hundiremos en El Aleph, que resume el universo en un punto.
“En un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino”. Beatriz Elena Viterbo, perdida para siempre, que guiará a Borges en su descenso al infierno.
Tantos otros cuentos donde bibliotecas y parábolas orientales conjugan sus artificios y nos deparan frías venganzas como en Emma Zunz o en Guayaquil, donde el encuentro, tan comentado, entre Bolívar y San Martín se resuelve por fin gracias a la lectura de un autor alemán amado por Borges: Schopenhauer. Lo autobiográfico dilatará las playas del misterio en el insondable mar de la literatura y la filosofía.
En otro volumen titulado Inquisiciones y Otras inquisiciones nos hallamos con el Borges ensayista que no deja de convivir con la poesía, trátese de Quevedo o de elevar las calles de Buenos Aires, que siempre anduvo y darían fruto, en 1923, en su inicial Fervor de Buenos Aires, la ciudad suya y del universo entero en sus infinitas traducciones.
Joyce y Unamuno, Omar Kayam y Herrera y Reissig son algunas de las estaciones de ese deambular.