En 1914, cuando estalló la que sería conocida como la Gran Guerra, el mundo estaba presenciando también el nacimiento de uno de los inventos más importantes de nuestro tiempo: la fotografía. Con el nuevo siglo llegaron nuevas cámaras, portátiles y fáciles de utilizar. El conflicto conflicto marcó, entonces, el nacimiento de la fotorreportería de guerra.
Hacia 1912 llegó al mercado la Vest Pocket Camera de Kodak, que más adelante sería conocida como “la cámara de los soldados”; una cámara liviana, de tamaño reducido (2.5 x 6 x 12 cm) y con estuche que se podía ajustar al cinturón y cargar fácilmente, la cual fue usada por casi dos millones de soldados hasta cuando la empresa la descontinuó su producción en 1926.
Ahora, los protagonistas podrían documentar el conflicto a través de sus lentes y objetivos. Era un escenario que podía retratarse desde el punto de vista de los combatientes.
Los gobiernos de los países participantes en el conflicto, al ver que el mundo podía ver la guerra a través de los ojos de los combatientes, impusieron un control más severo sobre el uso de las cámaras en combate y de las imágenes que tomaban con ellas.
A pesar de que estaba prohibida la presencia de reporteros en los campos de batalla, algunos conseguían un permiso por parte de los ejércitos para fotografiar las trincheras. Muy pocos lograron fotos del frente de batalla, por las que debían jugarse la vida. A pesar de los obstáculos que se atravesaron, la fotografía cumplió un papel importantísimo en la Primera Guerra Mundial de la que dejó un testimonio que demuestra la crueldad de esos días sin dejar de lado la extraña belleza de esas imágenes.