Publicado originalmente en Revista Diners de octubre de 2000. Edición Número 367
Harry Potter tiene embrujado al mundo. Desde la aparición de la biblia no se había visto un fenómeno editorial planetario de tal magnitud. La historia del huérfano y pobrecito niño maltratado por sus horribles padres adoptivos, que descubre a los once años su celebridad en el mundo de los brujos, tiene atónitos a los observadores del mundo moderno que creían perdidos para siempre a los niños entre los computadores y la televisión.
Harry Potter, con su poder irresistible, proclama en plena era cibernética que la magia de la literatura no ha desaparecido. Treinta y cinco millones de ejemplares de los tres primeros tomos, vendidos en 140 países, pasan con fervor de las manos de los hijos a los padres.
La aparición del cuarto tomo revela el impacto mundial de la saga con una difusión sin precedentes en la historia de la literatura. Nunca antes un libro es recibido con tal impaciencia y exaltación, tanto en América como en Europa. La publicación de The Goblet of Fire volatiza todos los récords de ventas. El tiraje global de tres millones ochocientos mil ejemplares desborda las expectativas más entusiastas. En el primer fin de semana se vendieron tres millones de libros y los pedidos a través de internet llegan al millón de ejemplares. Antes de su publicación, El Cáliz de Fuego es un best-seller. El secreto bien guardado de la historia fue desvelado solo a las cero horas del 8 de julio.
En la madrugada de ese día, en las calles de Londres y de grandes ciudades de los Estados Unidos se vieron niños en pijama, haciendo cola en las librerías abiertas en la noche, para satisfacer la curiosidad de los primeros poseedores del precioso tesoro.
Francia también se colgó del hilo del suspenso. La salida del último tomo, prevista para el 29 de noviembre, tiene al borde de una crisis nerviosa a los lectores infantiles galos. Quienes no pueden soportar la larga espera y están consumidos por la pottermanía, incursionan ya en la web para desvelar los misterios de la versión inglesa que deparará grandes satisfacciones a los franceses. Harry Potter los hará revivir las emociones del Mundial de Fútbol con sus proezas en el Quidditch, deporte favorito de los brujos, y los introducirá en el elíxir del primer amor. El éxito de La Copa Ardiente parece asegurado en Francia: «Harry Potter, un amigo que quiere su bienestar», titula recientemente en su primera página el serio vespertino Le Monde.
La presión también llegó a los traductores españoles, italianos y alemanes, que corren para que el cuarto volumen esté en las manos de los niños antes de comenzar diciembre. Los búhos, lechuzas, escobas voladoras marca Nimbus 2000 como la de Harry, dulces de choco-rana y dragones-sorpresa, invadirán los mercados antes de que llegue toda la imaginería de la producción cinematográfica prevista para noviembre de 2001. El futuro mundial de Harry Potter está garantizado.
La serie de siete volúmenes, ni uno más, concebidos por la escritora británica J. K. Rowling, hará crecer al niño brujo hasta los 17 años. Harry tiene once cuando comienza sus estudios en la célebre escuela de brujería de Hogwarts, un internado con las reglas y el espíritu típico de los colegios ingleses. Cada volumen corresponde a un año ele estudios. Los jóvenes lectores descubren al mismo tiempo que Harry sus orígenes mágicos y lo acompañan en su destino grandioso y trágico de niño marcado y predestinado a defender el bien contra las fuerzas del mal encamadas por Voldemort, el más cruel y poderoso de todos los brujos.
En compañía de Ron y Hermione, los mejores amigos de Harry, palpitan con la búsqueda de la piedra filosofal (primer tomo), descubren el misterio de la cámara secreta escondida en el subterráneo de la escuela (segundo tomo), saben el secreto del prisionero de Azkaban (tercer volumen), y conocerán el contenido de El Cáliz de Fuego (cuarto volumen). El suspenso e intensidad de cada aventura aumenta con la edad. También la lectura. De 300 páginas que contenía el primer libro, se pasa en el último volumen a setecientas páginas. Es un verdadero desafío el que lanza la autora de La Copa Ardiente con un libro tan largo como El Quijote, pero la espera acumulada deja prever que el libro será ingurgitado con la prisa que se come el mejor de los manjares.
Harry Potter, con sus virtudes mágicas, logró volver a los niños adictos la lectura. Ya no podrá decirse que la generación del zapeo es impermeable a la literatura o que no sabe concentrarse.
El milagro salió de la imaginación y desesperación de una escritora de 34 años nacida en Gales y residente en Escocia. Su vida se confunde con la epopeya de su personaje. J.K Rowling, divorciada un año después de su matrimonio con un periodista portugués con el que tiene una hija, deja a su bebita Jessica dormida en el congelado apartamento en el que vive mientras va a los cafés de Edimburgo para escribir en un sitio acogedor y caliente. Redacta el primer tomo, monta el plan de los siete volúmenes, escribe el último capítulo del último libro «para saber a dónde va» y entrega su proyecto a un agente literario.
En 1995, la célebre editora inglesa Bloomsbury adquiere los derechos de publicación después de nueve rechazos. La Búsqueda de la Piedra Filosofal es aclamada con entusiasmo en 1997, pero es el tercer libro, Harry Potter y el prisionero de Azkaban (1999), el que revela el alcance de difusión de la serie.
Harry Potter recibe 42 premios literarios y su autora vive un verdadero cuento de hadas. De pobre y desempleada pasa a disfrutar una de las fortunas más grandes de Gran Bretaña. «No esperaba tanto. Me hubiera contentado con ser publicada», señala en una de las rarísimas entrevistas que ha concedido. Misteriosa, guarda durante mucho tiempo su anonimato bajo las iniciales J. K Nadie sabía si era hombre o mujer. La celebridad saca a Joanna Kathleen Rowling a la luz pública. Participa en julio en la presentación de La Copa Ardiente. La Bloomsbury contrata en Londres un tren de vapor similar al Hogwarts Express que lleva a Harry del muelle invisible 9-3/4 de la estación King’s Cross al pensionado de brujos. Su gira en los Estados Unidos alcanza el paroxismo. La pottermanía es vivida en todo su esplendor. Los cristianos de Carolina del Sur hacen un llamado a la prohibición de Harry Potter por considerarlo una apología a las ciencias ocultas, pero nadie los escucha. Las escuelas quedan desiertas y los niños, disfrazados de brujos y brujas, tan excitados como sus padres, van al encuentro de la inspiradora de Harry.
La licenciada en letras y literatura francesa, admiradora de Jane Austin y de Colette, dice que escribe para ella, y es verosímil. Los Dementores, esos monstruos sin cabeza que absorben todo pensamiento feliz y alegre de los prisioneros de la isla de Azkaban, los relaciona con el difícil período de depresión que soporta antes de comenzar a escribir la historia de Harry.
Harry Potter rivaliza en celebridad con Bill Clinton y el papa. La revista Time le dedicó una portada. Desde que era bebé es estrella en el mundo de los brujos .
Resiste al asesino de padres, Voldemort, con solo un año de edad. Por tazones inexplicables priva al señor de las Tinieblas de todos sus poderes. Visto como el liberador de las fuerzas malignas, entra en la brujería como una leyenda viva. «Se escribirán muchos libros sobre él. Todos los niños conocerán su nombre», predice su futura profesora de metamorfosis. La predestinación se cumple también en el mundo de los muggles, los que no son brujos.
Nuestros niños no llegarán a la escuela en carros que vuelan, como lo hace Harry, no se defenderán con maleficios que hacen vomitar babosas, no jugarán al Quiditch, el fútbol aéreo que se juega con cuatro bolas y jugadores desplazados en veloces escobas voladoras. Pero nuestros niños se identifican con ese héroe que en la vida normal pasa por un escuálido y desprotegido niño y en la vida de brujo es capaz de superar sus miedos y limitaciones. “Yo creo que Harry Potter existe. Sus personajes parecen reales. Vivo y siento su historia como si fuera mía. Y temo que ahora que tiene más poder pueda desviarse por el camino del mal”.
En este comentario de un niño de once años, mi hijo Sebastián, está la esencia esencial y eje central de la saga de Harry Potter: la lucha por el poder. No hay bien ni mal, solo existen el poder y esos que son demasiado débiles para conseguirlo, dice Quirrel, el profesor de la materia de Defensa contra las fuerzas del mal, esclavo de Voldemort, al que esconde debajo de su turbante.
J.K. Rowling es una maga del suspenso, pero detrás de su trama y de las apariencias en ñas que se esconden sus personajes, los buenos resultan ser malos y viceversa. Enseña a los niños un verdadero curso de moral y de manejo del poder. Cómo conseguirlo, para qué sirve, cómo usarlo bien y mal. Les muestra que el mal es una perversión del bien, que tienen el mismo origen, como lo comprueban Harry y Voldemort. Sus varitas mágicas están hechas con las plumas del mismo fénix, son los únicos brujos que hablan el lenguaje de serpientes, los dos inspiran tanta admiración como repulsión. Detrás del sentido de amistad, perseverancia, lealtad, manejo de la soledad, e independencia, los seguidores de Harry se ven obligados a reflexionar sobre la muerte. Rowling les dice que sus turnos, espantos o apariciones desbordantes de imaginación, no son infundadas, existen. Harry también las siente. Y como su personaje crece en los libros en tiempo real, ahora a sus 14 años siente las angustias del preadolescente.
El fenómeno de Harry Potter pasa del éxito editorial mundial a convertirse en un fenómeno de análisis sociológico y sicológico, revelador del estado anímico de la sociedad contemporánea. Las explicaciones de su acogida incondicional ocupan hoy a profesores de las más importantes universidades del mundo. La serie triunfa universalmente porque es el arquetipo de la cenicienta con la historia de un huérfano abandonado que se convierte en héroe mundial, se explica con frecuencia. Los argumentos del triunfo varía para cada región del globo. Seduce a los anglófonos porque responde a la idealización romántica de la literatura británica y de Estados Unidos, donde dejar la infancia sigue siendo difícil, analiza la escritora Alison Lurie.
Gana a los lectores latinos e hispanos por el sentido del humor, comentan los españoles. Es una metáfora de la ansiedad de nuestro mundo, señala el traductor francés Jean-Francois Menard: J.K Rowling sabe responder a una generación de niños cuyos padres tienen una vida emocional, profesional y geográfica inestable, explica. La prensa internacional se entusiasma con el efecto de la valorización de la lectura creado por el niño de pelos parados y gafas remendadas con cinta pegante. Harry Potter preside desde hace dos años las mejores ventas de libros infantiles, y los grandes diarios y revistas del mundo propagan el fenómeno en sus primeras páginas y portadas. Un movimiento de admiradores sin fronteras es creado en la web, con más de tres mil sitios consagrados a las aventuras del héroe mágico.
A J.K Rowling, aislada en un sitio secreto de Edimburgo, no le asusta hacer crecer a su personaje. “Detesto a Peter Pan. No hay cosa menos atractiva que la gente que no puede crecer”, dice. Cuando Harry cumpla 17 años y se descifre el rompecabezas de su historia, la escritora británica habrá sembrado en los lectores el gusto por las novelas policíacas, la fascinación de los cuentos de hadas y la narrativa fantástica. Los personajes que salen de los marcos de los cuadros para hacer visita en los corredores del pensionado, las imágenes animadas de fotografías y espejos mágicos que sonríen y envían señales, gigantes como el generoso Hagrid, o los orgullosos centauros de la selva prohibida, son los herederos contemporáneos de La Divina Comedia, de Sherlock Holmes, El Quijote y El Señor de los Anillos, así como de la Guerra de las Galaxias y Superman. Su dimensión mitológica está en Harry Potter. Es por esas virtudes mágicas de la literatura por lo que los niños volvieron a leer.