Sophia (Britt Robertson, Tomorrowland) está, como muchos de nosotros en nuestros veintes, perdida. No logra mantener un trabajo serio, está a punto de ser expulsada de su apartamento, su carro parece un basurero, y además, es usual verla varada en las empinadas calles de San Francisco. Hasta su padre la considera un fracaso.
Sin embargo, si hay algo que Sophia tiene claro en la vida, es su amor por la ropa. Por la ropa vintage, para ser más exactos, y San Francisco es el escenario perfecto para encontrar las mejores prendas de diseñadores olvidados por todos excepto los amantes de la moda, apasionados por una chaqueta o un par de zapatos.
Después de un encuentro afortunado con una chaqueta de los años setenta, Sophia tiene la idea de su vida: comenzar un negocio por internet (estamos en 2005, cuando eBay y Amazon estaban en pañales) de ropa ‘vintage’. Así nació Nasty Gal Vintage, una tienda de eBay que luego se convertiría en el emporio NastyGal que llegó a reportar ganancias de más de 100 millones de dólares y que, desafortunadamente, cerró sus puertas y se declaró en bancarrota en 2016.
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Girlboss es una serie con un tono ligero y amable, al mismo tiempo que reflexiona sobre esa difícil época de la adultez temprana. Y aunque tiene aspectos de comedia romántica (Johnny Simmonds, Scott Pilgrim vs. The World interpreta a su interés romántico), la verdadera de historia de amor es entre Sophia y su mejor amiga Annie, quien la apoya y acompaña en su nuevo emprendimiento.
Habrá que ver si, en la segunda temporada, Netflix se arriesga a mostrar la estrepitosa caída en desgracia de la verdadera Amoruso, quien recibió, hacia el final de Nasty Gal, varias demandas por acoso y maltrato a sus empleados. ¿Qué tan buena jefa (boss) será entonces?
