El fin del «Homo Sovieticus»
Svetlana Aleksiévich
Acantilado
Barcelona, 2015
656 páginas
“Entre tanto, ¿qué ha sido de nosotros? Pues que nos hemos convertido en un país del tercer mundo. ¿Dónde están ahora los que animaban a Yeltsin? Creían que vivirían como los estadounidenses y los alemanes. Pero ahora vivimos como los colombianos. Somos los perdedores…Hemos perdido el país…” (p. 86). Así se expresa Yelena Yúrevna, tercera secretaria de un comité regional del partido de 49 años entrevistada por Svetlana Aleksiévich, premio nobel de literatura 2015, en ese libro impactante y demoledor titulado El fin del “Homo sovieticus”.
Derrotaron a Hitler y todos aún recuerdan esa hazaña, pero cuando Aleksiévich recorre el país para escuchar esas historias, hay también otros hitos que los marcaron a fuego. La figura tiránica de Stalin por quien todos juraban. El exterminio de judíos. Los vastos planes para instaurar el comunismo, entre desfiles e incentivos de superación. Hasta el vuelo de Gagarin el 12 de abril de 1961 por el espacio. Fuimos los primeros: todo es posible.
Pero la pobreza no terminó nunca. Y en la mesa de la cocina se podría ironizar sobre el régimen solo si antes se habían tomado precauciones con el volumen de la radio o la televisión para engañar a los espías. Con los años, abiertos los archivos, se sabría que aquellos íntimos vecinos, por envidia, por ambición, habían sido los soplones que al denunciar propiciaron condenas de décadas en el gulag. Pero desmontar tal horror tardó mucho.
Desde cuando Jruschov, en 1956, en el XX Congreso del Partido Comunista denunció el culto a Stalin hasta cuando Gorbachov, en marzo de 1985, inicia la Perestroika. El asombroso momento en que muchos devuelven el carnet del Partido y los jóvenes rechazan la revolución de 1917 y prefieren los bluejeans, el rock y el dinero. Estalla en pedazos la Unión Soviética y los nuevos países como Bielorrusia donde Aleksiévich estudió periodismo y sus padres eran maestros, padecen aún la tragedia de haber sido sojuzgados en la infamia de esas jerarquías abyectas. Servilismo y vodka. Y la larga fila de los dinosaurios del Politburó presidiendo los desfiles militares en la Plaza Roja, bien abrigados mientras la gente en provincia, en cargos subalternos, se suicidaba, pues no concebían un mundo de gánsteres y negocios sucios.
Nacida en 1948, la autora nos ha hablado del papel de las mujeres en la guerra, de Chernóbil y de la Unión Soviética que perdió la guerra de Afganistán. La voz coral que aún no habíamos oído a cabalidad.