Fernando Botero y su hija Lina Botero.
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Fernando Botero nunca se irá

A un año de su muerte, la agenda de exposiciones del maestro Fernando Botero crece por el mundo. Sus hijos lideran la fundación que él les encargó, catalogan su obra y respetan la voluntad de su testamento. Lina Botero explica lo que viene y lo que ha sido estar sin él.
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septiembre 25, 2024
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Si Fernando Botero pudiera hoy pintar su legado, su obra también sería monumental. No de otra manera se explica que, un año exacto después de su muerte, su agenda de exposiciones sea tan agitada, con más de veinticinco exhibiciones previstas, y la labor de organizar su obra y crear un catálogo razonado ocupe la casi totalidad del tiempo de su familia.

Luego de la avalancha de afectos que despertó la partida del maestro antioqueño, y tras el ruido de los homenajes, llegaron los días de silencio y tiempo íntimo de sus hijos. Ese periodo les permitió entender la dimensión de lo perdido, pero también, conocer aquello que su padre había dejado como herencia para el mundo.

Los tres párrafos del testamento del maestro calaron. En el primero de ellos, incluso antes de decidir cómo repartir bienes y obras, el pintor nacido en Medellín en 1932 se refirió a los niños pobres y les pidió a sus hijos no olvidar sus necesidades. Ellos encontraron que apoyaba anónimamente varios comedores de niños en situación de pobreza o ancianos en distintos lugares del país. La filantropía formaba parte de su personalidad. En el testamento les pidió también continuar con la difusión de su obra por intermedio de una fundación.

Fernando Botero Zea, su hijo mayor, recuerda que, movidos por esa petición de su padre, se embarcaron en el esfuerzo de ordenar sus obras, propiedades y asuntos. “El foco de este primer año han sido las exposiciones, un deseo expreso que manifestó el maestro cuando ya estaba enfermo, y nos dijo que quería exposiciones para seguir difundiendo su trabajo”.

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El maestro Fernando Botero acompañado de sus hijos: Juan Carlos, Lina y Fernando. Foto cortesía Lina Botero.

Ya hay una exhibición de esculturas a cielo abierto en Roma y otra, que se inaugura en septiembre, en el Palazzo Bonaparte, también en la capital italiana. “Mi papá estudió en Madrid, pero pronto se dio cuenta de que su pasión era el arte del Renacimiento italiano. Por eso se desplazó a Florencia y lo estudió”.

En 2025 se expondrán esculturas monumentales en la Münsterplatz de Basilea (Suiza), con motivo de Art Basel, seguido por un calendario que llevará su obra a Bakú (Azerbaiyán), Singapur, Guangzhou y Shanghái (China), Bruselas (Bélgica) o Hong Kong, entre otros lugares.

“No es común —dice Fernando Botero Zea, consciente de que no suele suceder algo así con casi ningún creador— que después de la muerte se active tanto una agenda, pero también se debe a que mi papá entendió que las exposiciones eran el elemento más importante para crear el patrimonio de un artista y proyectar su legado. Él se quedó con lo mejor de su creación artística: no lo vendía, y por eso terminó acumulando obras de extraordinaria calidad”.

Como queda claro —y para quien no se haya enterado de la noticia de su fallecimiento—, lo más lógico es pensar que el maestro sigue activo. Lina Botero, su hija, quien compartía con su padre la pasión por el arte, nos contesta desde el otro lado del mundo cómo ha vivido este año de duelo y proyección de su obra.

(Para saber más: ¿Qué tanto se parece Fernando Botero a García Márquez?)

Desde lo personal, ¿cómo ha asumido el vacío de la muerte de su padre?

Tuve la suerte infinita de poder compartir meses enteros con mi papá, especialmente en la última etapa de su vida. Sophia, su esposa y compañera del alma, estaba ya hospitalizada con un cáncer muy invasivo de ovarios, y yo lo llevaba a visitarla todos los días. Lo acompañaba diariamente al estudio. Almorzábamos y cenábamos juntos.

Esos momentos me acompañarán para siempre, y me llenan el corazón de gratitud. Siento una gran satisfacción al trabajar hoy en día junto con mis hermanos para promover su legado. Nada me podría producir más satisfacción. Paso horas en su estudio en Mónaco, donde lo siento muy presente. Su mesa de trabajo, en la que hasta cuatro días antes de fallecer estaba trazando el dibujo de una acuarela, sigue intacta. No he permitido que se mueva un lápiz. Es como si en cualquier momento fuera a regresar para continuar trabajando. Después de todo, eso era lo que más felicidad le producía. En cambio, no puedo entrar a su apartamento. Me causa un dolor profundo. Lo veo sentado en su mesa, esperándome para cenar, y se me parte el alma.

(Para leer más: El legado de Fernando Botero: filantropía, disciplina y persistencia)

La Junta militar oficial 1971. Pintura sobre lienzo. Foto cortesía Lina Botero.

¿A qué ha dedicado sus esfuerzos este 2024?

Este año ha sido especialmente desafiante. Hemos enfrentado una avalancha de trabajo y una responsabilidad monumental. He trabajado como curadora de las dos exposiciones de Fernando Botero en Roma. Estoy en proceso de mudarme a Europa, ya que los compromisos profesionales relacionados con la obra de mi padre son tantos que siento que no puedo seguir gestionándolos desde México, donde he vivido durante los últimos 23 años.

¿Qué busca aportar la fundación que determinó en su testamento el maestro?

El objetivo principal de la fundación es promover la obra de Fernando Botero a escala mundial, por medio de publicaciones y exposiciones de alto nivel. Este era el principal deseo de mi padre.

El 16 de septiembre inauguramos una gran exposición en el Palazzo Bonaparte de Roma, la cual coincide con el primer aniversario de su fallecimiento. Adicionalmente, desde el 10 de junio se exhiben por primera vez ocho esculturas monumentales en algunos de los lugares más icónicos del centro histórico de la Ciudad Eterna. Estas dos muestras constituirán un gran evento de “Botero en Roma”. La fundación tiene varios frentes de trabajo importantes, y uno de ellos es la elaboración del catálogo razonado de la obra de mi padre, un proyecto monumental pero esencial para preservar su legado artístico.

¿Cómo será la exposición en Roma y qué más vendrá después?

El enfoque principal de la exposición del Palazzo Bonaparte de Roma es la diversidad de técnicas que mi padre dominó a lo largo de su carrera. Se exhibirán óleos, acuarelas, sanguinas, carboncillos, pasteles, dibujos con lápiz de color, tinta china y bistre.

Además, hemos recuperado algunas obras que llevaban muchos años sin mostrarse al público, como una de las piezas más importantes de su primera etapa, titulada Homenaje a Mantegna. Con esta obra abrimos la exposición. Es la primera vez en más de 40 años que esta pieza se exhibe al público. Gracias a la casa de subastas Christie’s, de Nueva York, se logró, como una gran primicia, rescatar para el público italiano esta obra maestra.

El Homenaje a Mantegna se basa en un fresco de Piero della Francesca, uno de sus grandes maestros, titulado La Camera degli Sposi. Lo pintó en 1958, en la mansarda donde vivíamos en Bogotá, y con él ganó el premio del Salón Anual de Artistas. La pincelada expresiva, característica de esa etapa, junto con el colorido, la composición y las figuras corpulentas, hacen de este cuadro una verdadera obra maestra.

Así mismo, se exhibirá por primera vez La menina (según Velázquez). Aunque a lo largo de su vida pintó muchas versiones de este icónico tema de la pintura española, esta en particular jamás había salido de su estudio en París, donde permaneció colgada en la sala principal. A pesar de tener un estilo claramente boteriano, la pincelada emula la técnica de Velázquez, en un esfuerzo por aprender de este gran maestro.

En cuanto a futuros proyectos, hemos recibido numerosas invitaciones para exhibir la obra de mi padre. Aceptamos una gran exposición de esculturas monumentales en mayo de 2025 en el Münsterplatz de Basilea (Suiza), frente al centro donde se celebrará la feria Art Basel. En octubre de 2025 organizaremos una gran muestra en Bakú (Azerbaiyán), en el museo diseñado por la reconocida arquitecta Zaha Hadid.

(Saber más: Top 5 de obras emblemáticas de Fernando Botero)

¿Hay material nuevo que hayan encontrado en sus estudios?

Hemos encontrado muchísimo material nuevo en sus estudios. Mi padre era un trabajador incansable y muy prolífico, pero no todo lo que creaba estaba destinado a salir a la luz pública. Hay obras terminadas de gran belleza que estamos apenas comenzando a fotografiar y enmarcar, y otras que quedaron inconclusas porque permanecieron enrolladas en algún rincón de su estudio. Así trabajaba él, con muchísima libertad en el momento de la creación de la obra, la composición y la mancha de color. Pero luego, con frecuencia, prefería enrollar la obra que había iniciado para “dejarla descansar”, como solía decir.

Necesitaba dejar pasar un periodo para volver a verla con ojos frescos. En ese momento, vislumbraba con claridad cuáles eran los errores de composición, o la falta de armonía en el color, y entonces la retrabajaba y la repintaba. Pero muchas veces simplemente olvidaba la obra entre tantos lienzos enrollados que se acumulaban en su estudio.

Hemos descubierto verdaderas joyas: óleos terminados, dibujos y acuarelas. Es una gran responsabilidad hacer esa selección de manera meticulosa, respetando lo que mi padre consideraba que tenía calidad, y lo que prefirió justamente que quedara para siempre entre aquellas obras que no merecían ver la luz del público.

¿Qué recuerda de su padre ahora? Más allá de la obra, ¿qué extraña de él?

Extraño todo de mi padre. Era el pilar en nuestra vida, el eje alrededor del cual girábamos. Extraño nuestras conversaciones, sus anécdotas, su sabiduría y su claridad mental para tomar decisiones. Tenía un sentido común extraordinario para resolver cualquier problema. Extraño nuestras horas de trabajo en silencio, compartiendo espacio en su estudio: él dibujando y yo trabajando en mi computador. Extraño la complicidad que teníamos, nuestras risas. No hay un solo día en que no lo eche de menos.
Me quedo con su extraordinario ejemplo de vida en todo sentido, y con el compromiso absoluto de honrar su legado artístico.

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