Ya está en las salas de cine colombianas Exterminio: La evolución, la nueva entrega de una saga que marcó un antes y un después en el cine de los muertos vivientes. Esta vez, el director británico Danny Boyle (Slumdog Millonaire) regresa con una apuesta inesperada para darle un nuevo comienzo al sub género de zombies. La cuestión es si está a la altura del legado que construyó hace más de dos décadas.
En 2002, el entonces desconocido actor irlandés Cillian Murphy (Peaky Blinders) caminaba por las calles de una Londres desierta. Sin efectos digitales, esa imagen bastó para grabarse en la memoria colectiva. Pero lo realmente revolucionario vino después: Exterminio no era una película más de zombis, sino una reinvención visceral, urgente y política. En Diners le traemos una reseña sin spoilers donde le contamos porqué este regreso vale la pena.
El nuevo inicio de la franquicia zombie

Hay que decirlo desde el comienzo: Exterminio: la evolución no es una película de terror. Aunque regresan los infectados con su clásica apariencia intimidante, el propósito de este filme es narrar una historia sobre la familia, la pérdida y lo difícil que resulta dejar ir.
Los protagonistas viven en una isla remota, aislada del continente, donde han encontrado refugio frente a los zombis. Allí, los niños son entrenados desde muy jóvenes como cazadores, con la esperanza de que, al cumplir 15 años, puedan salir en expediciones al continente para recolectar recursos y eliminar a los infectados. En este entorno, aparece Spike, un niño de 12 años, al que su padre ya considera listo para abandonar la isla y enfrentarse al mundo exterior.
Lea también: Entre héroes y carreras: las películas imperdibles de junio y julio
Interpretado por Alfie Williams, Spike demuestra habilidad con el arco y la flecha, pero sigue siendo un niño. Tiene miedo, y también diferentes cargas emocionales que lo superan, pues su madre sufre una extraña enfermedad que la hace delirar y padecer constantes dolores. Por otro lado, su padre, encarnado por Aaron Taylor-Johnson, es un hombre recio y admirado en la aldea, que insiste en prepararlo, casi a la fuerza, para un mundo que no perdona la debilidad.
Por eso extraña un poco que los zombis, de hecho, tarden en aparecer. Es durante una de las expediciones fuera de la isla cuando padre e hijo se enfrentan por fin a los infectados. Siguen siendo criaturas rápidas, violentas, con cuerpos putrefactos que intimidan solo con verlos. Pero su presencia es esporádica, casi ambiental. Si bien hay momentos en donde los enfrentamientos contra los infectados mandan la parada del suspenso, lo que realmente sostiene la película es otro tipo de tensión: esa que existe entre los propios humanos. Más allá de los monstruos, Exterminio: La evolución quiere hablar sobre los vínculos rotos, las expectativas heredadas y el peso de crecer en medio del dolor sin tener un norte seguro.
El significado detrás de Exterminio: La evolución
Cuando los protagonistas abandonan la isla por primera vez, la película los sigue con un montaje que combina flashbacks, material de archivo histórico real y el paisaje devastado que se aproxima. Todo acompañado por un crescendo emocional al que evoca el poema Boots, de Rudyard Kipling, narrado por Taylor Holmes en 1915. Este poema, que ya venía inquietando al público desde el tráiler, funciona como una especie de banda sonora profética, que anticipa un territorio marcado por la violencia, la brutalidad y el horror.
Porque de eso se trata la guerra, del espanto que no puede ponerse en palabras, de aquello que nadie debería presenciar pero en lo que muchos terminan atrapados. Esa es la analogía de esta secuencia y de gran parte del filme. Nunca dejamos de estar en guerra, con otros o con nosotros mismos, y una y otra vez arrastramos a más personas al conflicto. Boots habla de la paranoia, del miedo a perder la razón, del desasosiego que se repite paso tras paso. Y en este contexto, lanza una pregunta que atraviesa la película como una herida abierta: ¿qué hace un niño de 12 años en una guerra?
Lo cierto es que los zombis son una excusa para hablar de estos conflictos, pero a la vez son el motor. Es una cinta donde uno podría quitar a estas criaturas y cambiarlas por animales fantásticos, bestias de otros planetas, cualquier amenaza orgánica y la trama seguiría siendo, en esencia, la misma.
Una producción que evoca al cine clase B

Ahora bien, no hay que olvidar que esta es una saga icónica que se atrevió a hacer muchas cosas a su manera. Por ejemplo, la interpretación de zombis rápidos y agresivos en lugar de criaturas lentas y torpes. Algo parecido ocurre en el apartado técnico: Exterminio: La evolución retoma la esencia cruda y urgente de la primera entrega, pero con herramientas contemporáneas. Danny Boyle y su director de fotografía, Anthony Dod Mantle, vuelven a trabajar con cámaras digitales de aspecto granuloso, una decisión estética que busca hacerla más sucia, inmediata y cercana al vértigo del momento.
La película fue grabada en gran parte con cámaras de mano y ópticas angulares, lo que refuerza una sensación constante de movimiento e incomodidad. Esa cámara que tiembla y se aproxima a los rostros no solo acentúa la tensión, también nos recuerda que estamos dentro del caos. Los cortes rápidos, la edición entrecortada, el halo de luz azulado de los lentes anamórficos y el constante desenfoque dan como resultado una película que respira con dificultad, que arrastra al espectador a una experiencia más física que conceptual. No busca verse bonita, sino inquietante, rabiosa, real. Es una experiencia en toda regla, quizás no apta para los más sensibles, pero que vale la pena considerar.
¿A la altura de las expectativas?
De nuevo, hay que ser honestos: Exterminio: La evolución ha causado toda clase de opiniones divididas en la crítica especializada. Para algunos, es una apuesta audaz que reinventa la saga desde una mirada más emocional. Para otros, sufre al compararse con la crudeza del filme original.
Medios como el diario británico The Guardian han elogiado el regreso de Danny Boyle y destacan su capacidad para reinventar el tono de la saga sin traicionar su espíritu original. El diario incluso la calificó en su crítica como “una de las entregas más íntimas y políticamente cargadas de la franquicia”. De forma similar, The New Yorker celebra el regreso de los zombis al cine con lo que denomina un “apocalipsis regenerativo”, y destaca que la película “mira hacia el pasado con furia y al futuro con un tipo peculiar de esperanza”.
Por otro lado, medios como The Verge se han mostrado más escépticos. Aunque este último reconoce el valor estético de la propuesta, afirma que “carece del impacto visceral de las anteriores” y critica lo que considera un relato menos sólido, con una apuesta estética que “se siente más interesada en alegorías nacionalistas que en los personajes mismos”. Finalmente, IndieWire, que le otorga una calificación de B+, destaca su carga reflexiva: “usa eficazmente los tropos del género para insistir en que la línea entre una tragedia y una estadística es más delgada de lo que pensamos”.