En tierra también se vive una «Verdadera Expedición»
Viernes 30 de mayo de 2014
Por: Joaquín Uribe
Expedicionario
El Denali es una montaña seria. Lo entendimos en el 2012, cuando salimos mal librados en la lotería del clima y lo confirmamos una vez más en este segundo intento. Es necesario estar preparado para los distintos eventos que pueden ocurrir en una montaña como esta: los cambios bruscos del clima, el movimiento incesante de los glaciares, las condiciones propias del equipo, el material técnico, la salud, etc. Sólo será posible llegar a donde queremos si todos estos factores están a favor nuestro.
Escribo esta nota para hablar de un evento menor que pudo llegar a enredar las cosas de no haber encontrado a tiempo una buena solución, tiene que ver, ni más ni menos, que con el par de crampones que me traje a la expedición: los crampones son como los guayos para el futbolista, son los que te mantienen amarrado al mundo, con los pies puestos en el lugar que les corresponde. En la premura de los preparativos, Juan Pablo me dio el par que utilizó en la exitosa expedición al Everest del 2001: “Don Joaco, imposible que le fallen, con estos llegamos al Everest”. Pues bien, los revisamos, los ajustamos y me vine con ellos.
El día en que subimos con Alex a hacer un porteo de altura en el Windy Corner comencé a darme cuenta que los crampones no estaban tan bien como esperaba. En el descenso uno de los soportes traseros se rompió y el crampón izquierdo se soltó cuatro veces. Al llegar al Campamento 3, el más preocupado con la situación era el propio Juan Pablo: ¿Y qué va a decir el papá de Joaco si por culpa de estos malogrados chuzos el chino se nos resbala por allá arriba?
Bien, la decisión fue tratar de negociar un par con alguno de los escaladores que se encontraban en ese momento abandonando la montaña. Desde el campamento 3 hasta el campamento base no se necesitan crampones: este era el mejor lugar para conseguir unos nuevos. La primera opción fue un grupo de rumanos que iba de salida, ellos nos dijeron que no, que en Rumania no se consiguen crampones nuevos y que lo sentían mucho.
Finalmente, después de otro intento fallido, fuimos a donde un matrimonio de unos 60 años que se encontraban de salida, luego de 27 días en la montaña y con la alegría de haber logrado llegar a la cumbre después de una larga espera. Ellos son de Oregon, gente buena y estricta como uno no suele encontrar. La primera respuesta fue negativa: ¿quién se desprende de sus viejos crampones para entregárselos a un desconocido? Leora, la mujer, nos dio un “atadito” de alambre, esperando que nos sirviera para reparar nuestro daño, y que si no lo lográbamos, que «por favor le devolviéramos el alambre».
Avergonzados y con cara de “perritos” regañados nos fuimos a nuestro campamento. Veinte minutos más tarde, mientras me daba “mañas” con el alambre, volvió Leora con el par de crampones y nos dijo: «lo estuve pensando, y decidí que se los voy a prestar; El amigo que me los prestó a mí seguro hubiera hecho lo mismo». Eso sí nos hizo anotar su dirección en Oregon para que se los devolviéramos apenas termináramos la expedición, nos pidió los correos y nos dijo, en tono entre cómico y serio, que tenía amigos en Colombia y que si no le devolvíamos sus crampones les iba a pedir que fueran a buscarnos. Juan Pablo se comprometió a enviarle unas cuantas libras de café de su finca en Machetá, y la mujer quedó encantada.
De subida al Campamento Médico, pude comprobar que el hierro es mucho mejor que el aluminio, y me reproché el haber confiado en el legendario trajín de los crampones de nuestro líder. Cada escalador pisa de manera diferente y en el Denali hay que pisar con mucho cuidado.
Estamos en el Campo Médico, después de una larga “palacera” de ocho horas con los trineos anclados a la espalda, como “mulas” arrastrando una carreta. La atmósfera parece clara de huevo batida: blanco arriba y abajo, con nieve en polvo que se acumula en los vestíbulos y nos empantana hasta las rodillas. Dicen los pronósticos del clima que esta semana no debemos hacernos muchas ilusiones. Está bien así, tenemos tiempo y paciencia, mientras tanto estaremos aquí en éste campamento, juntos en la carpa comedor descansando, planeando y riéndonos como de costumbre: si hay algo que me encanta de este equipo es su capacidad para mantener el sentido del humor.