Elogio de la educación
Mario Vargas Llosa
Taurus
Bogotá, 2015
121 páginas.
Siete textos conforman este nuevo libro de Mario Vargas Llosa. La mayoría son discursos, entre ellos el pronunciado en Estocolmo al recibir el Premio Nobel en 2010, que se constituyen en una autobiografía como lector, escritor y usuario de bibliotecas por el mundo para trabajar. Y sobre el papel cívico y político de un novelista.
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas como el libro fundador a los diez años, al cual se añadirían otros como los de Faulkner, escudriñados con minucia para intentar entender esos juegos con el tiempo y el empleo de varios narradores entrecruzados. Pero hay otros básicos: ese pequeño Quijote pragmático y con faldas que fue Emma Bovary y que lo seducirá hasta hoy obligándolo, vicariamente, a tragar arsénico como la heroína. O los libros de caballería, algunos de los cuales en la Biblioteca Nacional de Madrid requerían licencia del arzobispo para ser consultados. No así con los veinte tomos que en la biblioteca del Club Nacional, en Lima, prologados por el poeta Apollinaire le revelaron la literatura erótica.
Pero si el niño lector daría paso al adolescente que complementa y alarga las peripecias, viviéndolas a su manera. Es el nieto mimado cuyo padre los abandonó y al cual mintieron diciéndole que había muerto, el que vivió en Cochabamba, Arequipa y Piura y en medio de esa vasta tribu familiar, el que aprenderá palabras, costumbres, ritos, cómics y películas que nutrirían su imaginario, la almendra de sus sueños. Por ello “la buena literatura es siempre, sediciosa, insumisa, revoltosa: un desafío a lo que existe” (p. 22). Es esta la base de su concepción de la ficción: aportar lo que falta, criticar lo que existe.
Esta educación por la lectura es el legado que nos ha hecho libres en Occidente. Y que Vargas Llosa torna fascinante en este breviario apasionado, en pro de los libros y la lectura.