Se cuenta que a finales de mayo de 1994, en una reunión para un asunto de relaciones exteriores en la Casa de Nariño, con presidente y canciller a bordo, el expresidente Alfonso López Michelsen miró su reloj y, al darse cuenta de que faltaban 15 para las 8, se levantó de la mesa y dijo: “Lo siento. Ya va a empezar Café”. Los demás asistentes se miraron entre sí, divertidos y sin decir nada. Quizás ellos mismos habrían querido parar la reunión para ir a ver en qué andaba Gaviota, la protagonista de una de las novelas más exitosas de la televisión colombiana. El hecho de que el mismísimo López Michelsen la viera era una muestra más de su éxito. En Colombia, el hombre de estrato seis es la presa más codiciada y más difícil de atrapar para un dramatizado.
Pero 1994 ya suena a historia patria. Era una época en la que los programas más exitosos de la televisión nacional podían alcanzar un rating de 80 puntos. Hoy, casi 20 años después, La Selección, el programa más visto este final de año en la franja estelar –la de 7 a 10:30 de la noche– rondó los 15 puntos.
Orgullo patrio
Si hay algo destacable en nuestra industria televisiva son las innovaciones narrativas de los dramatizados colombianos. En palabras de Ómar Rincón, crítico de TV y director del Centro de Estudios de Periodismo de la Universidad de los Andes, “nuestras producciones son rápidas y eficientes; no son tan lentas como las brasileñas ni tan esquemáticas como las mexicanas. La narrativa está basada en los personajes secundarios, son muy musicales y tenemos atrevimiento temático”. El cartel de los sapos, por ejemplo, fue escogida como la mejor serie dramática en los Seoul International Drama Awards en 2009. “A la gente le encantaba la manera como hablaban (los personajes), la desfachatez del producto, les sorprendía lo fuerte que era con las instituciones, cómo un producto de gran público podía darse el lujo de mostrar que los policías eran tan corruptos como los mismos mafiosos”, comenta Luis Alberto Restrepo, su director, todavía sorprendido ante el éxito de la serie que, dicho sea de paso, fue el segundo dvd más pirateado en México en 2009.
En opinión de Juana Uribe, una de las protagonistas del boom de la industria, hoy vicepresidenta del Canal Caracol, “la única alternativa para competir es la calidad y la novedad. Cada lanzamiento tiene que ser un acontecimiento porque el problema es que el televidente, que es cada día más ávido, ya no se queda en el mismo canal y hay que ofrecerle cada vez más”. Lo dice la productora de Escobar, el patrón del mal, una serie cuyos capítulos costaron cerca de $340 millones cada uno y que, en esta reñida competencia de mercado, tiene el récord histórico de mayor audiencia en su primer capítulo (26,9 %). Además, ha sido un éxito en países como Estados Unidos, Chile, Panamá, México y Centroamérica.
En esta carrera por la calidad, hay que señalar que la industria está haciendo una apuesta fuerte al invitar a directores de cine para que dirijan las series de televisión (como fue el caso de Carlos Mayolo que dirigió Azúcar en su momento o Pepe Sánchez que dirigió Café; hoy, Andi Baiz y Carlos Moreno han dirigido Metástasis y Tiempo final). Esto ha redundado en que cada vez más compañías colombianas cierren acuerdos comerciales con productoras como Fox, Sony y Televisa. “Por razones geográficas, Colombia es epicentro de distribución en América Latina. Por otra parte, hay una fama bien ganada de haber hecho televisión de buena calidad que marcó un derrotero en la televisión latinoamericana y, finalmente, están los costos: producir desde Colombia hasta ahora ha resultado más económico que en Estados Unidos o Centroamérica”, explica el analista Mario Morales.
Rafael Noguera, libretista de La tele y El siguiente programa, recuerda que cuando empezó la internacionalización, la calidad de los contenidos se vio amenazada. “Se trataba de mexicanizarlo todo. Pero después se dieron cuenta de que los mexicanos solo van a consumir ese modelo y se preocuparon por hacer series de mayor calidad”. Y de mayores matices, como lo señala Pedro Miguel Rozo, también libretista: “Los personajes son hoy menos predecibles. Hoy hay protagonistas ‘buenos’ que cometen errores”.
Por su parte, Agustín Restrepo, productor ejecutivo de Teleset, asegura que “el público se ha vuelto más tolerante. La moral y los parámetros cambiaron. Colombia se ha vuelto más cosmopolita y la visión ya no es tan provinciana. Es parte del proceso del boom económico. Es curioso, por ejemplo, que uno de los principales consumidores de televisión colombiana sea Europa del Este».
Pese a todo, la competencia es tremendamente reñida y es un hecho que hay un importante número de televidentes que está buscando algo distinto. A juzgar por la creciente afiliación a la televisión por suscripción, cada vez son menos los que les siguen el paso a los canales abiertos. Según la Autoridad Nacional de Televisión, mientras en junio de 2007 los usuarios de cable no sumaban más de 1,8 millones de personas, para julio de 2013 eran más de 4,5 millones. En un escenario donde cada vez hay una mayor oferta, el consumidor se ha vuelto más sofisticado: sabe exactamente qué quiere y lo busca entre los cientos de posibilidades que tiene.