Foto: Cortesía Random House Colombia
Cultura

Dime si en la cordillera sopla el viento, el recuerdo hecho novela

El escritor Samuel Jaramillo lanzó su nueva novela Dime si en la cordillera sopla el viento, y nos contó sobre su escritura, la literatura colombiana, y el oficio del escritor.
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agosto 11, 2015
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A partir de una fotografía, en la que aparecen tres jovencitas, comienza la historia de toda una familia colombiana y lo que eso implica: tradición, patriarcado, fincas, bancarrotas, suegras. Dime si en la cordillera sopla el viento, es la historia de la que pueden ser muchas familias colombianas, de alguna manera afectadas por la violencia y, claro, el amor. El narrador, un escritor del que nunca conoceremos el nombre, avanza con un lenguaje formal, en el entramado de quien recuerda las anécdotas y reconstruye el árbol genealógico de su familia.

Su nueva novela es ante todo un libro de recuerdos ¿cómo es el ejercicio del escritor, para construir el entramado que lo lleva hasta el final?

Una novela, o cualquier narración literaria, normalmente cuenta varias cosas de manera simultánea, y cuando acierta, establece la imbricación entre ellas. En mi novela, además de la historia central, familiar, personal, de este grupo de personajes, se narran los fenómenos macrosociales que interactúan con ellos. Y de otro lado, un eje que se pregunta, de una parte, precisamente lo que se inquiere, y en relación con eso, cómo se construye el texto, el relato. El narrador de la novela pretende reconstruir la historia de sus ascendientes, y lo hace con distintas fuentes, la principal de ellas los relatos que su familia ha ido construyendo y trasmitiendo a lo largo de los años.

El narrador no busca establecer la justeza de estas versiones con respecto a los hechos objetivos, si esta comparación es posible, sino que pretende encontrar el sentido de estos antecedentes. Y en ello acude a fuentes complementarias y a otros procedimientos: otros relatos, otros indicios, como registros documentales, periodísticos, el cotejamiento entre diversos discursos o de congruencia interna. Pero no se trata de construir cualquier cosa: le ofrece al lector la posibilidad de que él mismo obtenga una representación plausible, eventualmente convincente, y por lo tanto útil socialmente.

En la novela hay momentos que hablan de la guerra en Colombia ¿es inevitable en la literatura colombiana hablar de este tema?

Hay algunos escritores colombianos que consideran que la expectativa de que en sus escritos figure siempre la violencia, es una exigencia abusiva y esterilizadora que ha conducido a saturar el tema y a cansar a los lectores. Reclaman el derecho de hablar de otras cosas, de tocar otros temas. Otros escritores, por el contrario estiman que eludir un fenómeno tan abrumador y tan doloroso como la violencia que padecemos es una posición evasiva y superficial, incluso asocial, porque invisibiliza estos males y se malgasta la posibilidad de que los escritores influyan en los lectores a tomarse en serio estos asuntos. No es tan fácil tomar uno u otro partido.

De hecho esta paradoja se extiende no solo a los escritores ya los artistas, sino a todos los colombianos. Muchos de nuestros amigos extranjeros, que nos ven con simpatía, a veces nos reprochan que nos hemos ido acostumbrando a la violencia, que estas atrocidades ya no nos horrorizan y que seguimos viviendo una vida normal, como si nada pasara. Frente a esto, ¿qué se puede decir? Seguimos llevando a nuestros hijos a los parques, bailamos, leemos relatos de Jorge Luis Borges. ¿Nos hemos insensibilizado? Lo cierto es que no podemos horrorizarnos de manera permanente. En la novela uno de los personajes plantea el siguiente alegato: tratar de seguir una vida normal pese a la violencia es incluso una obligación, una forma de resistencia frente a la violencia. Lo que los violentos quieren es precisamente que solo vivamos para sus tropelías y crueldades, que no pensemos sino en su terror. Por ello creo que se debe escribir sobre cualquier tema, sobre cualquier inquietud humana y no darles el gusto a los violentos de solo escribir sobre ellos.

Pero por otro lado, no abordar con rigor y profundidad un fenómeno tan central como la violencia, elevarlo a la categoría de tema vedado, es un error igual o peor al anterior. En la novela esta familia alrededor de la cual giran estos acontecimientos desarrolla inicialmente una actitud de negación de la violencia: se trata de hechos remotos, esas cosas no pasan en su región donde la gente es buena, y ellos mismos se consideran que nadie querrá agredirlos. Eso no impide que después esa cosecha sangrienta los envuelva y los avasalle. Ignorar la violencia y no abordarla nos hace más vulnerables frente a ella. En mi novela la violencia está, desde luego, muy presente. Pero no se la simplifica, ni se la enaltece, ni se la separa de las otras manifestaciones de la vida.

Hans irrumpe varias veces en la narración, incluso cambia la forma del narrador ¿cuál es el papel de este personaje en la novela?

La historia de este personaje, que es de otra época y de otro espacio del cauce central de la narración, aparece, con otras digresiones similares, obedeciendo a un rasgo estilístico de la novela y a una consideración teórica sobre el ejercicio de narrar. Una de las potencialidades de la narración es que puede brindar al lector la ilusión de que asiste y vive, así sea de manera subsidiaria, los acontecimientos que se cuentan. Esta es su gran ventaja, cuando es exitosa, sobre el discurso más abstracto de la ciencia social o el ensayo, y potencialmente es mucho más contundente. Por eso el escritor debe recurrir a su propia experiencia, a hechos que él mismo ha vivido, y que elabora en función de la historia contada.

En la novela se introduce el siguiente artificio: cuando el narrador juzga que lo que quiere contar le ha llegado a partir de versiones muy lejanas y esquemáticas, le propone al lector que va a introducir un pasaje que no hace parte rigurosamente de la historia central, pero que de una parte, sí ha sido experimentada directamente por el narrador, y de otra, puede ser conectada por el lector a través de la comparación, el paralelo con la historia central. La historia de Hans, que es un muchacho provinciano, de otra ciudad y que vivió cuarenta años despues, que experimenta las penalidades de las prácticas de exclusión de una aristocracia provinciana y mezquina, se enlaza con lo que sufre la familia huilense catro décadas atrás. Sus resultados no son los mismos, desde lluego, pero al lector le permite establecer las semejanzas, pero también las diferencias entre estos dos momentos históricos.

La mayoría de su obra son poemas, ¿hay alguna dificultad al pasar de un género a otro? 

La poesía y la narrativa son, al menos actualmente, dos géneros literarios, cuya materia es el lenguaje, pero que tienen apoyos distintos. La poesía se apoya en la palabra en sí misma, en su poder de asociación y evocación. Busca conmover, sorprender. Un destello de significación, una atmósfera sugestiva son sus logros. La narrativa se apoya en el acontecimiento, En las cosas que ocurren y se relatan. Claro está que estos géneros eventualmente se entremezclan y existen grandes poetas narrativos. Y los grandes narradores con frecuencia tienen una superficie verbal que no tiene que envidiarle a la de los poetas.

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