A pesar de estas concesiones de la música negra, los artistas de color muy pronto contaron con su propia estación de videos: la Black Entertainment Television, que emitía una programación independiente. A partir del fortalecimiento de las estaciones de televisión por cable que transmitían videos, una nueva industria, paralela a la discografía, se apoderó de la música. La receta de MTV no solamente captó un alto número de televidentes. También sacó a la industria del disco de una de sus peores depresiones. Gran cantidad de estudios realizados han permitido concluir que los temas promocionados por la MTV incrementaron ventas por los lados de un 20 por ciento. Es decir, que los videos acercaron mucho más a los músicos con un público poco interesado en comprar discos y más que conforme con la programación de las emisoras de FM que invierten buena parte de su programación en hacer los recuentos de los temas más vendidos. La clave de este repentino renacer del interés por los discos parece estar en la naturaleza misma de los videos.
Como se dijo antes, los primeros videos mostraban al grupo actuando. Se limitaban a jugar con distintos tipos de planos (el grupo en su conjunto, la cara del cantante, tomas desde el piso mostrando al baterista) y con las luces propias de un espectáculo en vivo. Pero muy pronto los realizadores de videos comenzaron a involucrar toda una serie de imágenes sugestivas, en las que aparecían todo tipo de escenas: la guerra atómica, peleas callejeras, rostros familiares de la vida cotidiana, escenas de seducción y, claro está, surrealismo gratuito -aunque no tan gratuito como quieren creer algunos- y abstracciones insólitas.
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The Buggles – Video Killed the Radio Star
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Los videos son, en su gran mayoría, sueños de tres a cinco minutos de duración. Sin importar si cuentan o no una historia -muy pocas veces lo hacen-, los videos logran crear una atmósfera vaga en la que son muy comunes elementos tales como pisos mojados muy brillantes, luces que parecen llegar de ninguna parte, cambios de velocidad en las escenas, saltos de la imagen (por ejemplo, a un cantante que tiene como fondo un decorado lo vemos en primer plano, luego al fondo de la escena), aparición inesperada de elementos inauditos (un león, las cataratas del Niágara) y cambios en la intensidad de los colores.
Aunque la diferencia entre un video y otro puede ser abismal, la sensación de «estar soñando» es casi que común a todos ellos. Incluso, son frecuentes los videos en los que el cantante aparece recostado y, cuando comienza a cantar, surgen estas imágenes, como si estuviera soñando su propia canción. En otros casos se alteran el rostro del cantante y las imágenes, como si nos estuviera relatando una historia. Por lo general son visiones en las que resulta imposible seguir una secuencia de tiempo o un relato lineal. Aun en videos que cuentan una historia muy concreta, se acude a esta estructura.
Para acentuar este tipo de sensaciones se recurre también a películas viejas, fotografías desteñidas y escenas históricas fáciles de identificar (la Segunda Guerra Mundial y sus horrores extra militares, el presidente Kennedy, Martin Luther King).
La investigadora Marsha Kinder sostiene que «uno de los aspectos más irresistibles del video de rock es su poder para evocar en la mente del espectador imágenes visuales específicas cada vez que uno oye la música. Así, más tarde, al escucharse la canción en la radio o en un contexto diferente en el que las imágenes visuales están ausentes, es probable que con su presencia la música reviva esas imágenes en la memoria, acompañadas por el deseo de verlas de nuevo».
Pero la influencia de los videos ha ido mucho más allá. Dos ejemplos muy dicientes son la estandarización de la moda al estilo «punk» y la aparición de gran cantidad de comerciales, especialmente de productos para la juventud tales como ropa o bebidas gaseosas, que imitan el lenguaje y la estructura de cualquier video musical. El caso de la moda «punk» es más que evidente. Durante los setentas, cuando apareció el movimiento, nadie llevaba ningún peinado al estilo «punk», Videos en los que aparecían estrellas tales como Billy Idol (quien era punk hacia 1977-1978) o Cyndi Lauper (quien jamás ha sido punk ni nada parecido) saturaron los televisores de peinados en varios colores y automáticamente dejaron de ser patrimonio exclusivo de los desempleados de las grandes ciudades industriales y se convirtió en moda para colegiales de todas las condiciones sociales.
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Billy Idol – Rebel Yell
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Negar la importancia de los videos, actitud más que atrayente en quienes se creen defensores de la pureza de la música rock y los efectos nocivos del mercado raso, resulta casi que imposible. Incluso artistas de vanguardia que jamás quisieran ser nombrados al lado de “las Madonnas y los Boy George”, han aprovechado esta nueva posibilidad para complementar la creatividad de sus temas. Hasta músicos tan importantes y a la vez tan desconocidos como Frank Zappa experimentaron con el video desde las décadas anteriores. Otros grupos adelantados a su época, como los alemanes Kraftwerk, utilizaron el auge de los videos para mostrarnos su visión de un mondo abrumado por la tecnología.
Pero no todo han sido halagos. Los padres de familia, esa institución ad hoc que siempre ha velado por la moral y la rectitud en las sociedades occidentales, encuentran muy nocivos los contenidos de sexo y violencia de muchos videos. Hasta el punto, que más de un investigador se ha dedicado a calcular porcentajes para conocer las dosis exactas que consume un espectador promedio de la MTV o cualquier emisora similar.
Estos estudios también determinan qué porcentaje del conflicto sexual e “romántico” (un flirteo, un beso) y cuál traspasa las fronteras de lo aceptable (homosexualismo, contacto íntimo, etcétera). El racismo, que hizo posible la aparición de la estación de música negra Black Entertainment Television, también ha sido motivo de estudios, no solamente para calcular la frecuencia de artistas de color en las diversas estaciones, sino también para ver qué papel juegan en los videos los negros, los asiáticos y los latinos.
Las conclusiones de estas investigaciones no son muy claras. En los videos aparece gran cantidad de variables y no es muy fácil determinar hasta qué punto estas son premeditadas, inconscientes o fruto del azar. Lo que sí resulta muy claro es la influencia de los videos a nivel cultural. Si el rock alguna vez fue señalado como símbolo de «la penetración del imperialismo yankee», con los videos musicales no solamente se incrementa en grandes dosis la influencia de este tipo de música en otras culturas sino que ahora llega con un empaque visual mucho más sugestivo que la música o la letra de una canción. Al «yeah yeah» de las ya remotas épocas de la beatlemanía debemos agregarle las imágenes de modas, hábitos y otro tipo de herencias culturales que entran por la pantalla de la televisión. Claro está que los enlatados de TV han cumplido con este cometido. Lo que también traen los videos es ese marasmo de sueños y nostalgias ajenas que se filtran en el subconsciente con mucha mayor sutileza que los arquetipos del héroe americano. Ahora no solamente estamos recibiendo lecciones de moral a puñetazo limpio sino también evocaciones tan ajenas y sugestivas como un campo de trigo de Kansas iluminado por la última luz del día, la muerte de Kennedy en cámara lenta o el horror de un misil soviético que acaba de estallar a pocas cuadras de distancia.
Aún resulta muy prematuro evaluar los efectos de los videos de música rock. A juzgar por los ratings de sintonía, estos no han calado muy hondo aquí en Colombia, con la ventaja (si la hay) de que llegan más bien pocos y suelen ser transmitidos en horarios no muy favorables. Pase lo que pase en el futuro, debemos aceptarlos como uno de los elementos más importantes e influyentes de la cultura contemporánea.