Foto: François de Mulder, Revista Diners edición mayo de 2014
Cultura

Cuando García Márquez coronaba reinas

Cuando apenas comenzaba su carrera periodística, y al tiempo que estudiaba Derecho en Cartagena, García Márquez se hizo célebre pronunciando discursos de coronación de reinas.
Por:
mayo 7, 2014
Comparta este artículo

Discurso para Elvira Primera

Estas palabras de coronación de García Márquez se imprimieron como noticia, con el título de “proclamación de una reina” y con una breve nota introductoria, en El Universal de Cartagena, el 5 de Julio de 1949. No aparecieron en la columna “Punto y aparte” que en ese periódico firmaba entonces el escritor.

Honorable auditorio:

Antes de proclamar oficialmente el nombre de Elvira Vergara, para reina de los estudiantes, queremos sentar un precedente ante la opinión pública. Hemos entendido este certamen como una función exclusiva de la inteligencia. A este poderoso gremio que nos respalda no hemos ofrecido nada distinto de los méritos de las virtudes personales de una mujer distinguidísima. Pero quienes están con nosotros, quienes formamos este cálido nudo social en la jubilosa fiesta del espíritu que estamos conformando, no hemos venido con el propósito, exclusivo de imponer un nombre, sino con la voluntad irrevocable de imponer un estado de alma. Si hemos de tocas el alto límite de este certamen, estaremos satisfechos por haberlo logrado, como por la conciencia de haber llegado a él mediante un limpio proceso de dinámica mental. La voluntad de los dioses no podría estar de nuestro lado, no podría ser propicia a nuestra soberana si antes de que cante el gallo en la madrugada de la victoria negásemos siquiera una vez el nombre de la inteligencia.

Y porque creemos sin reservas que éste es el espíritu común de quienes participamos, desde campos virtualmente opuestos en el presente debate, hemos resuelto participar en él y hacemos personeros de una candidatura diáfana.

Venimos a proclamar a Elvira Vergara para reina de los estudiantes en nombre de una selecta oligarquía espiritual. Reclamamos para ella el sitio inicial en una dinastía de palabras frutales y la facultad de ejercitas, desde su alta monarquía, todas las virtudes olvidadas: la virtud de encender una estrella en el norte de los navegantes; de mecer la campana con sincero dolor por los muertos; la de amar al prójimo por sus necesidades y no por su generosidad; la de creer en la rosa por ser rosa y no por la certeza de sus espinas; la de criar el cordero por su mansedumbre y no por la calidad de su lana; la de esperar la tarde por la pulsación del lucero y no por el reposo del trabajo diario; la de partir el pan en rebanadas de amor y no en rebanadas de transacción; la de amar al agua por su espejo y no por su servidumbre; la de criar las aves con espíritu de protección y no con propósito de subsistencia; la de cultivar la fruta por su color y no por su sabor; la de abrir la puerta para que entre el visitante y no pata mostrar el interior de la casa; la de arar la tierra para sembrar y no para justificar el alquiler de los bueyes; la de cantar a la vida para exaltar su belleza y no para espantar a la muerte. El ejercicio de todas estas virtudes las reclamamos para Elvira porque sobre ellas estará edificado su poderío.

Y esta es la monarquía que reclamamos para ella: la del estudiante simbólico, sin tiempo y sin espacio, síntesis de un conglomerado social. Reclamamos la monarquía del Estudiante, con mayúscula romántica, considerado como célula continente de todas las calidades humanas, cifra paradójica de artes y oficios, suma de geografía heterogénea, puerto donde una noche de borrasca se encontraron y confundieron todas las razas de la Tierra. No el estudiante convencional y literario, sino su símbolo intemporal. El que fue herrero para martillar la muerte de la bestia satánica en la espada de San Jorge y el que fue carpintero para fabricar la nave en que el diablo salió a perseguir el ángel por los mares del paraíso. El guerrero en su corcel trotante y el monje que le dio llave por dentro a su conciencia. Francisco, el amigo de los pájaros, adiestrando los animales del Señor, y Agustín, el africano, tambaleándose entre el cielo y el infierno. Porque estamos reclamando para Elvira la monarquía del estudiante humano.

Y a estos nombres llamamos por testigo de su proclamación: invocamos la memoria de los grandes muertos, la de los grandes estudiantes históricos, para que desciendan sobre el instante y den testimonio de este acto. Que levanten la piedra sepulcral, blanca en polvo milenario, y vengan todos, fabricados en substancias eternas a ocupar el sitio que les corresponda.

Llamamos como testigos de esta proclamación solemne, a Cristóbal Colón, por quien la Tierra fue redonda y familiar para todos los hombres; a Erasmo, estudiante de Rotterdam, custodiado por el arcángel de la locura; a Dante, viajero del infierno; a Virgilio, con su vanguardia de bueyes florales, y a Marcos, con su vanguardia de leones; a Euclides, a Ptolomeo griego y a Apolonio con sus rosales de geometría, y a Thales de Mileto, inventor de la línea recta; David, cantor, con el arpa de Dios entre los brazos, y a Tubal Caín, descubridor de la música en las espadas; a Moisés, con su vara de virtud y sus códigos eternos; a Esculapio, a Hipócrates y a Galeno, con los párpados abiertos frente a la muerte; y otra vez a Crstóbal Colón, inventor de América, y a Miguel de Cervantes, inventor de España; a Ricardo Corazón de León con su corazón de León; a Felipe II, contemplativo y tremendo; a Ignacio de Loyola, vasco y formidable, derrotando las legiones satánicas, y a Lenín, cobrizo y genial, de pie sobre la revolución.

Desciendan sus espíritus sobre nosotros y den testimonio universal para todos los siglos de estas palabras últimas: Elvira Primera, soberana de la inteligencia.

El párrafo repetido

Este es el aparte del discurso que en febrero de 1950 pronunció García Márquez en la localidad de Baranoa, cerca a Barranquilla. Como se puede observar, resulta casi idéntico al remate de du discurso de coronación de Elvira Vergara. Esta segunda homilía real fue leída por García Márquez ante una “Esther primera” cuya memoria se la ha llevado el viento. Fue publicada ese mismo mes en la conocida columna “La Jirafa” que el escritor hacía para El Heraldo de Barranquilla con el seudónimo de Septimus.

Y a estos hombres llamamos por testigos de tu coronación –señora de la perfecta soberanía-. Llamamos al primero de ellos, a Erasmo de Rotterdam, custodiado por el arcángel de la locura. Tales de Mileto, inventor de la línea recta. A Esquilino y a Sófocles, que enseñaron a hablar a las máscaras. Al dios Pan y a su corte de sátiros, que enseñaron a cantar a los juncos, A Jubal y a David, bisabuelo y abuelo de las arpas. Al patriarca Noé, que exprimió a los racimos su embriagante raíz de locura. A Dyonisos, que daba lecciones de danzas a los moribundos. Al primitivo sin nombre que fabricó el primer tambor bajo la noche milenaria. A los monarcas babilónicos y a Ramsés, que dieron dignidad real a los disfraces, y a Esopo, que dio dignidad humana a los animales –señora del perfecto regocijo-, a Momo al disparate  y a la extravagancia sus derechos de primogenitura.

Desciendan todo sobre el instante y den testimonio universal, para todos los siglos, de estas palabras últimas; “Esther Primera, soberana del carnaval, señora del perfecto dominio”.

LO MÁS LEÍDO DE LA SEMANA

eventos
Tendencias

9 eventos, conciertos y obras para no perderse en noviembre

Teatro, música y eventos para disfrutar en casa, Prográmese con estos eventos imperdibles para disfrutar lo que queda de noviembre.
Daisy Jones and The Six
Cine y TV

Daisy Jones & The Six: la serie que revive la era dorada del rock

La nueva serie musical de Prime Video es una adaptación de un libro que a su vez está basado en
Requiem Carlos Motta
Arte y Libros

Carlos Motta: el arte de incomodar

Visceral y directo. Cada pieza producida por el artista multimedial Carlos Motta genera cuestionamientos y deja una zozobra interna en