El nombre de Coralie Fargeat se propagó por medios del mundo el año pasado por una razón sencilla: esta directora, guionista y productora francesa impactó las salas de cine con The Substance, una película que entre críticas positivas y negativas demostró que el terror sigue siendo un género que vale la pena explorar en el cine.
Desde su estreno en Cannes el año pasado, The substance sentó un debate sobre los estándares de belleza de una industria cinematográfica depredadora e intransigente frente a los cambios naturales que el tiempo produce en el cuerpo femenino. El deseo que siente Elisabeth Sparkle (Demi Moore) de permanecer joven habla más de la angustia de una superestrella que a los ojos de Hollywood ya no es útil y rentable.
(La Sustancia: el terror del cuerpo envejecido)
Toda la película explora esta ansiedad y esta tensión entre Elisabeth y una versión suya joven y perfecta, Sue, ambas determinadas por el deseo y la expectativa masculina que encarna Harvey (Dennis Quaid), un productor misógino cuyo nombre parece una clara alusión a Weinstein, condenado por abuso sexual en medio del movimiento MeToo.
En una entrevista a Vogue, Coralie Fargeat afirmó que esta película era fundamentalmente sobre la violencia del control: control del deseo, control de los estándares de belleza, control de los cuerpos, todos ejercidos a partir de distintos tipos de violencia y cuya principal víctima es el cuerpo de la mujer.

Dietas, productos farmacéuticos, dietas de reemplazo: métodos a los que sobre todo han acudido mujeres desde muy temprana edad, ansiosas de perder peso, de ser deseadas. El Body Horror, un subgénero del terror, fue el medio más efectivo para explorar estos traumas y estas inquietudes.
Con David Cronenberg como uno de sus principales referentes, el body horror explora la transformación o el daño físico del cuerpo humano usando recursos visuales y plásticos perturbadores, grotescos. Para algunos, The Substance fue un bodyhorror que logró expresar y alinearse con algunas denuncias que hace varias décadas viene haciendo el feminismo.
Coraline Fargeat ya había explorado el tema de la autonomía femenina y la lucha contra la violencia sexual en su primera película Revenge (2017). En ella, una mujer que es brutalmente atacada y dada por muerta comienza una feroz lucha por vengarse. Esta fue su primera exploración dirigiendo un set, cumpliendo su sueño de ser directora de cine.
Revenge (Trailer) – Coralie Fargeat
Fargeat estudió ciencia política en París pero siempre se mantuvo alineada con su verdadera vocación. No parece coincidencia que su primera película fuera hecha a sus 41 años y The Substance, su segunda, a sus 47. Las expectativas de la industria, evidentemente, no la rigen.
Luego de ganar el premio a mejor guión en el Festival de Cannes, The Substance obtuvo cinco nominaciones a los premios Oscar (mejor película, mejor director, mejor actriz protagonista, mejor guión original y mejor maquillaje). Este reconocimiento evidencia que el trabajo de Coraline Fargeat es relevante tanto para la industria como para los fanáticos y nostálgicos del terror.

Tras una juventud en la que sus ideas fueron rechazadas, Fargeat demostró que apostarle al terror era y sigue siendo necesario para el cine: en su caso, este lenguaje le permitió ahondar en la psique femenina, desde el dolor y el miedo hasta la venganza, el empoderamiento y la redención. Contra la idea superficial de que el terror solo quiere asustar, la francesa ha recordado que este género es ante todo una herramienta para entender a fondo ciertos temas, generando críticas y reflexiones que incomoden al intelecto y al cuerpo.
Este 2 de marzo conoceremos el veredicto de la Academia, pero de lo que no cabe duda es del talento de Coraline Fargeat y de las películas que le hace falta engendrar.