“Hacer algo de pronto, sin estudio ni preparación”. Así define la Real Academia Española la improvisación. Este concepto, aplicable en cualquier situación – y que acostumbra a acarrear nefastas consecuencias si uno no es un experto – , es enemigo de las directrices y de los guiones. Pero no del teatro.
Todos los ámbitos de la vida permiten, requieren, y con frecuencia incluso agradecen, la improvisación. A fin de cuentas, la vida carece de guión; ¿por qué no iba a poder improvisarse también sobre las tablas?
Eso debieron pensar los autores de la Commedia dell’arte, que en tiempos de la Italia renacentista convirtió la improvisación en género. Mucho ha llovido desde entonces, y hoy el impro-comedy es un género en si mismo: Una corriente que paradójicamente – desafiando lo que dicta su definición – requiere de estudio y preparación.
Aunque lejos de la movida “impro” que se cocina en los Estados Unidos – comandada por la compañía The Second City, que lleva masificando el gusto por la espontaneidad en el teatro desde los cincuenta –, Colombia lleva un rato engordando la afición por el género. Uno de sus mayores representantes en esta tierra es el bogotano Beto Urrea: actor, clown e improvisador que desde esta noche estará presentándose en la Casa del Teatro Nacional con un original espectáculo.
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“Solo Beto Solo”. Así se titula el espectáculo de improvisación que Urrea ofrecerá – en solitario, indudablemente – durante cuatro semanas, y en el que la comedia y el teatro físico se desharán de guión alguno y fluirán tal y como público y actor decidan sobre la marcha.
“En la impro-comedy no hay libreto, pero sí contamos con una ligera estructura”, matiza Beto en conversación con Diners a falta de una noche para el estreno. “El público juega un papel primordial en mi espectáculo… A veces participa incluso más de lo que debería”.
Explicar cómo se desarrolla un show de improvisación es complejo incluso para Beto Urrea, dada su necesaria ausencia de preparación. “Para dominar el arte de la improvisación toca estar desaprendiendo constantemente. Ese entrenamiento es fundamental para mantener la creatividad y no ceñirse a guiones ni prejuicios”.
La falta de prejuicios sobre el género fue exactamente lo que condujo a Beto al éxito en el complejo mundo del impro. Educado bajo la corriente del teatro físico de Grotowski, el bogotano concebía el teatro como un arte físico e intenso, aptitudes que empleó en un festival de interpretación en Holanda, su primera vez en el impro. “Disfrutamos mucho aquello. Después, siguieron certámenes en Madrid y Alemania, donde fuimos finalistas de un torneo”, cuenta Beto con la tranquilidad que sólo procura la práctica.
Cuando le pregunto por la escuela americana y el trabajo de The Second City, Beto los empapa en alabanzas. “Los estadounidenses han sido capaces de llevar la dramaturgia elaborada a la improvisación. Han trasladado el género al show business, donde la impro convive con los sitcoms y el stand up comedy”. Al lado de su vecino del norte, Latinoamérica es un hermano pequeño donde el género aún vive en fase de maduración. “Colombia, México y Argentina han sido los países donde primero han surgido compañías de impro. Lastimosamente, se ha vinculado el género a la competencia – concursos sobre quién improvisa mejor –, y yo me he cansado de eso”.
Ese hartazgo condujo a Beto Urrea a crear su último espectáculo, que ya presentó en Bogotá en 2014. “Cada una de las presentaciones del show son únicas”, afirma, mientras reconoce que trabajar solo – con el apoyo necesario de la audiencia, claro – es un asunto arriesgado. “Cuento con una banda de rock en vivo, que me ayuda en las improvisaciones. Trabajar solo puede parecer más difícil, pero me encanta: Me nutre como dramaturgo y como clown”.
Decidimos poner en marcha la improvisación. Beto me conduce, en cuestión de segundos, a la sala de un hospital. En ella, decido qué aflige al enfermo y cuál es su remedio, construyendo un cómico diálogo entre paciente y doctor, un guión de la nada, uno de tantos afluentes de la improvisación. El grácil manejo que el actor ha conseguido de la impro-comedy es un hecho, y ello basta para garantizar que acercarse al Teatro Nacional a improvisar a su lado merece la pena.