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Si los conservadores del lenguaje y la literatura se escandalizaron con Opio en las nubes, la primera novela del bogotano Rafael Chaparro Madiedo (1963-1995), El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantes, podría generarles un infarto. Palabras que se derraman por las páginas, otras que se mezclan entre los párrafos puestas en orden alfabético e invenciones suyas como flip flap o dodododadada. Así es la segunda novela de este periodista y escritor que murió prematuramente a sus 32 años por cuenta del lupus.
El pájaro Speed y su banda de corazones maleantes (Tropo editores) es una novela que aparece de entre los cajones de su familia, 17 años después de la muerte de Chaparro Madiedo, y que generó inmediata respuesta entre los seguidores apasionados de su única novela conocida hasta ahora, Opio en las nubes. En la Feria del libro pasada, los vendedores se asombraban de la rapidez con la que público llegó directo hasta ellos en busca de El Pájaro Speed… No es para menos.
Tu primavera cero huele a gasolina
Si alguien quiere hablar de literatura urbana, no puede librarse de ninguno de estos dos textos que marcaron un hito gracias a los personajes recreados en la ciudad, en su oscuridad, en la sordidez de la noche, sobre el asfalto y con los olores de las calles como la gasolina, el humo y el trago desangrado luego del desenfreno. Esos textos que rompen la linealidad, no de tiempo, sino de estructuras, del famoso inicio, nudo y desenlace aristotélico, para meterse en las mentes caóticas de sus protagonistas.
Si Opio en las nubes sucede en los parques, en los apartamentos, en los techos de una Bogotá con playa y mar, El pájaro Speed.. solo ocurre en un lugar: la calle. Unas pocas escenas transcurren al interior de una habitación en el Love Round, un prostíbulo donde Nancy Diamantes es la protagonista. Para los demás personajes no hay más espacio que los árboles, las avenidas, el asfalto, los buses, el trago y las drogas que necesitan para soportar la pesadez de la soledad.
En eso no cambió Chaparro Madiedo de una novela a la otra; por el contrario, se enfatiza en lo que hizo su Opio… un libro de culto: en los personajes sórdidos y oscuros que vagan por una ciudad, sin una ley y un Dios más que los vicios desenfrenados; y en eso está precisamente su virtud: en hacer que el lector ame a hombres y mujeres tan apasionadamente como ellos se aman entre sí, en la normalidad de un asesinato a bala en una calle de Chapinero, en las peleas que terminan a botellazos y golpes hasta el desangre. Es un libro tan sórdido, que la sordidez parece normal. El lector no odia a quien en la vida realidad le produciría lástima e incluso, asco.
Raquel Welch no pasea por este parque
Los nombres de los personajes de El pájaro Speed… siguen siendo tan atractivos como los deOpio… con su gato Pink Tomate. Esta vez, Nancy Diamantes se enamora de Perro Skin, un asesino para el que matar es tan básico como beber agua; Adriana Mariposa, una frágil mujercita que vive de la suerte de las calles, Crazy Mamma, una anciana que convive con cientos de perros y abre las puertas de su “hogar” para el refugio de estos drogadictos callejeros. O el mismo Pájaro Speed que se pasea entre las cárceles y las calles. La historia no es otra distinta a la de los amigos que se van conociendo en las noches de tragos y en las mañanas de resaca. Los capítulos nadan entre la soledad de una banca de parque, el agua helada de una noche en prisión, un trago recio en Love Round y hasta una huida de locos de un sanatorio por cuenta del Perro Skin.
A Rafael Chaparro Madiedo ya se le ha comparado con James Joyce por esos capítulos en los que la conciencia es la que habla; la similitud podría repetirse esta vez en El Pájaro Speed…, incluso por la calma con la que transcurren las acciones, como los varios capítulos dedicados a una sola noche en la cárcel en la que los personajes se mueven entre palabras, ideas y repeticiones, como lo hizo Orlando Bloom en un solo día de su vida, que ocupa las más de 800 páginas del famoso Ulises.
¿Vale la pena leerlo? Sería una pena si no. Opio en las nubes marcó una ruptura en la literatura nacional, que le dio un vuelco a lo hasta ahora conocido en los libros propios. Es una lástima que sea un texto de culto underground, pues obliga al cerebro a trabajar deshilvanando a los personajes, poniendo olor a los colores y colores a los sabores. Y si ese trabajo representa leer Opio…, no lo es menos con El pájaro Speed…, una obra más compleja en la que Chaparro Madiedo quiso perfilar las características de su literatura primera y que le exige al lector más atención, de la que obtendrá también mayor satisfacción al encontrarse con un libro distinto, una historia que cuenta tanto en pocos sucesos, que refleja la maestría de una pluma desprendida prematuramente y que a pesar de escribir sobre el límite de la vida y de la naturalidad de la muerte, debió quedarse más para darnos el placer de leerlo.