¿Quién se iba imaginar que la banda que empezó con el nombre de un grupo de bacterias en forma de vara llegaría tan lejos? Bacilos, que nació en Miami de la mano de un colombiano (Jorge Villamizar); un brasilero (André Lopes) y un puertorriqueño (José Javier) logró sortear las trampas de las disqueras que se querían quedar con sus canciones, así como superar el umbral de sus éxitos Tabaco y Chanel y Caraluna, para separarse durante 10 años y luego volver con éxito, como si nada hubiese pasado.
Con su sexto álbum de estudio: Pequeños Romances, la banda de pop tropical latino llega a Bogotá para demostrar que los años llegan con experiencias y un recorrido musical que no se puede equiparar al de ninguna otra banda. Y es que este grupo de artistas viene de levantar la gaviota de oro y plata en el Festival Viña del Mar a 18 años de haberse presentado por primera vez en dicho lugar.
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Esta apoteósica combinación se presenta en medio de un panorama musical donde la música urbana y los corridos mandan la parada, pero que Bacilos alza su mano para llamar la atención de los nostálgicos y románticos que hoy siguen cantando, con el corazón desgarrado, sus canciones.
En Diners recordamos viejos tiempos con Jorge Villamizar, donde hacemos un repaso por puntos cruciales de su carrera para que caliente motores y vaya al concierto programado para el Movistar Arena de Bogotá y días después -el 14 de marzo- en el Teatro Metropolitano de Medellín.
¿Cómo fueron esos cuatro años al principio de la carrera de Bacilos que tuvieron que posponer todo por un lío legal con una disquera? Que incluso usted puso una librería…
Fueron años difíciles. Éramos muy jóvenes y sí, mucha gente se hubiera retirado, porque cuatro años en los 20 parecen una eternidad. Pero pasó algo importante: se murió mi abuelo, quien siempre quiso ser músico y no lo logró profesionalmente. En sus últimos años hablábamos sobre no dejar las cosas inconclusas, y me di cuenta de que a él le costó mucho no haberle dado el tiempo necesario a la música. Eso me influyó para no rendirme. Además, la música ya estaba hecha, teníamos muchas canciones y seguidores muy fieles en Miami. Había esperanzas, pero fue duro.
Y el resto de la banda, ¿qué pensaba en ese momento?
Andrés seguía estudiando en la universidad y Jota tenía un trabajo en un canal de televisión. Entonces, yo iba de vez en cuando y hacíamos conciertos. Pero fue difícil, además porque yo fui el que firmó el contrato. Me sentía más culpable que ellos porque el sello me mandó a alguien, nos tomamos unos tragos y me dijeron: «Firma aquí». Y firmé, y los metí a todos en un gran lío.

Sabemos que es difícil elegir un lugar en Latinoamérica como banda, porque hay muchas opciones. Pero ¿cómo se siente tocando en Bogotá y conectando con la gente de acá?
Para mí es muy especial. Me siento bogotano. La época más intensa de nuestro éxito fue en Bogotá. Es una ciudad muy loca: por un lado, es insoportable, y por otro, es muy agradable. Tiene buenos restaurantes, panaderías, familia, amigos, mi casa. Andrés no es de aquí, es brasileño, y otros miembros de la banda son cubanos, pero a todos les gusta. El problema es el tráfico y la inseguridad, como en muchas ciudades latinoamericanas. Pero Bogotá es una ciudad muy «chevere». Colombia en general es un país increíble.
Y sobre la relación de los bogotanos con el resto del país, ¿qué opinas?
Yo entiendo a los que critican a los bogotanos. Pero yo soy bogotano, y a veces veo a un bogotano «mamón» y digo: «Yo soy así». Es una especie de timidez o frialdad. Me entiendo a mí mismo porque soy así. Cuando viajo, me dicen: «Ah, tú eres colombiano, la alegría está completa», y yo digo: «Soy bogotano». Somos más reservados, de tierra fría.
En su época de mayor éxito, muchos los comparaban con Juanes. ¿Cómo vivieron eso?
En la época de «La camisa negra» ya estaba claro quién era Juanes, pero al principio sí nos confundían. A mí me decían que si era Cabas. No creo que nos confundieran personalmente con Juanes, pero con la música sí. En otros países éramos solamente «los colombianos».
Hoy ya no hay confusión sobre quién es Bacilos…
No. Aunque hay gente que no tiene idea de quiénes somos, lo que sí saben es nuestra música. La gran mayoría de los hispanohablantes han escuchado nuestras canciones en algún momento.
Hablando de composición, ¿qué otras canciones has escrito que la gente tal vez no sabe?
He compuesto para otros artistas. Participé en «Limón y sal» de Julieta Venegas, «Ser feliz» de José Gabilondo, entre otras.
«Caraluna» ha sido envuelta en muchos mitos. Algunos dicen que la escribiste por una novia que falleció. ¿Es cierto?
No, la historia de la novia ahogada no tiene nada que ver. Es una canción de amor, y me parece que la melodía es demasiado alegre para ser una tragedia. Me llegó el coro entero mientras manejaba, y después me tomó años terminarla.
Han tocado tres veces en Viña del Mar. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
La primera vez no fue fácil. Viña no es tu escenario, es del público. Si no les gustas, te sacan. Pero lo logramos. La segunda vez nos despedimos de los escenarios, pensábamos que hasta ahí llegaba Bacilos. Pero volvimos. Hoy en día tenemos una relación muy cercana con Chile.
¿Cuál ha sido el escenario más difícil para ustedes?
Los festivales de rock como Rock al Parque o Vive Latino. Hay un estigma contra lo que no es rock. Para que te acepten los rockeros, tienes que ser viejo y consagrado o que alguien «cool» diga que eres «cool».
En sus inicios, ¿cómo sentían la presión de encajar en un mundo musical dominado por estereotipos?
Ser mestizo tenía un grado extra de dificultad. Latinoamérica tiene muchos complejos. Antes, si eras mestizo, te asignaban a géneros folclóricos o tropicales. Aunque ha cambiado, sigue siendo un tema del que no se habla mucho.
Para cerrar, hablemos de «Toca Madera» y «Pequeños Romances». ¿Cómo ha sido mantenerse vigentes?
Nos hemos reinventado. «Toca Madera» lo hicimos con Jona Camacho en una noche, pero algunas canciones sufrieron la pandemia. «Pequeños Romances» demuestra que seguimos conectando con nuevas generaciones y que la gente sigue enamorándose de nuestra música.
¿Cómo van a recibir a la gente de Bogotá y Medellín? ¿Cómo será esa mezcla de canciones de todos los tiempos con las nuevas? ¿Cómo lo diseñaron?
Este jueves vamos a hacer lo que venimos haciendo por años, pero que no se lo hemos mostrado a los colombianos. Son casi siete años sin tocar en Bogotá, salvo en el Festival Cordillera, que fue solo una hora; ahora serán dos. Es otra cosa, pero es algo que venimos haciendo y queremos mostrar lo que somos.
No tenemos que inventarnos algo nuevo. Realmente, Bacilos se ha transformado en una banda de en vivo potente. El show se ha desarrollado. Antes hacía shows con poca preparación, eso ha cambiado y quiero mostrarlo.
En redes sociales hay gente que pregunta si realmente vale la pena ir a verlos. ¿Qué les responderías?
Depende de cada persona. No puedo obligar a nadie, pero ya hemos vendido miles de entradas. Bacilos es Bacilos. Si te gusta, ven; si no, no vengas. Lo peor que puede pasar en un show es tener gente que no disfruta lo que hacemos.
Lo bonito de los shows de un artista maduro es que la gente va porque quiere ir. Ojalá podamos volver a Bogotá regularmente y hacer buenos shows periódicamente. Tenemos Bacilos para rato, aunque solo Dios sabe hasta cuándo.