Cuando alguien escucha a un artista, o a cualquier soñador, hablar de sus ilusiones de conquistar el mundo, de convertirse en un nombre que trascienda los almanaques y el polvo, lo primero que surge es el escepticismo. Se cruzan brazos, se arquean cejas y alguien lanza un “pretenciosa”. AnnaSofia, sin embargo, no presta atención a esas voces y simplemente responde: “¡Adelante!”.
La artista nacida en Tuluá no teme decir en voz alta su deseo de ser inolvidable. Quiere habitar la memoria de quienes se atrevan a oírla y lo deja claro en su nueva canción: 222. Un tema que, como buena parte de su música, rechaza moldes. Una canción que entiende el valor de soñar alto sin renunciar al suelo firme de donde brotan las raíces.
Con un nuevo EP en el horizonte, AnnaSofia conversó con Diners sobre quién es, cómo se construyó en la música y lo que viene:
¿Quién es AnnaSofia?
Soy una apasionada. Una soñadora. La música llegó temprano a mi vida, casi como un relámpago. Mi primer instrumento fue una batería a los siete años; después, a los nueve, me enamoré de la guitarra. Desde entonces, no hubo vuelta atrás.
Estudié música en la Universidad de los Andes y me gradué con énfasis en producción. Luego Medellín me abrazó un año, y ahora estoy en Miami, trabajando con el maestro Julio Reyes Copello. Hoy me siento más auténtica que nunca. Más mía.
¿Por qué dedicarse a la música? ¿Qué la motiva a seguir sus sueños?

Podrá sonar a frase de cajón, pero la música es la única manera que tengo de decir lo que me rebasa. A veces las palabras no alcanzan, y ahí aparece la melodía. Además, ser artista no solo es un privilegio, también es un deber. Me mueve la idea de ser un faro para la generación que viene. Representar un espacio donde la gente pueda ser quien quiere ser, sin máscaras ni disfraces.
¿Cómo describiría el tipo de música que hace?
Mi nuevo proyecto es un acto de libertad. Siempre sentí que las etiquetas me ahogaban. No quiero quedarme atrapada en un género. Soy un collage de mis pasiones. Quien escuche mi música encontrará pinceladas de rock, pop alternativo y hip hop. No hay una sola forma de decir ‘aquí estoy’.
¿De qué trata la canción 222?
222 es distinta a todo lo que había hecho. Me lanzo a rapear por primera vez, con una energía un poco cocky. Sin embargo, detrás de esa seguridad hay una historia más cruda. Habla de la frustración de sentirse subestimada. De cuando alguien te quiere hacer pequeña. Con esta canción quise responder: ‘¿Ah, sí? No será mañana, pero dame dos años y no vas a olvidarte de mí’.
Además, me conecta profundamente con Tuluá, mi tierra. Con el barrio, con la calle, con las tardes de fútbol en los mangones. Soñar alto, pero con los pies embarrados de la infancia.
¿Cuándo nace 222?
La compuse hace dos o tres años, en Medellín, en el silencio íntimo de mi escritorio. Fue un juego, una descarga que no pensaba mostrarle al mundo. Dudaba si era lo suficientemente buena. También había una idea absurda flotando: que una mujer no podía producir su propia música. Que debía encajar en cierto molde.
Que hoy 222 exista es un acto de rebeldía y ternura conmigo misma. Significa decir: ‘Sí, puedes hacer lo que te quema por dentro’. En ese momento, mi equipo intentaba meterme en un molde que me resultaba ajeno. Por eso esta canción es tan mía: porque es la prueba de que puedo elegir mi forma y mi voz.
¿En qué se diferenció el proceso creativo de 222 frente a tus canciones anteriores?
El nuevo EP sigue la línea de la improvisación, pero ahora confío mucho más en el impulso inicial. Creo desde el instinto, sin filtros. Después, entro en la etapa científica: edito con precisión quirúrgica.
Siempre recuerdo algo que dijo Tyler, The Creator: ‘Uno tiene que crear como un niño y editar como un científico’. Yo me lanzo desde mi niña interior y luego reviso con rigor. Para mí, cada canción es como un hijo que quiero acompañar, sin imponer cadenas.
Como menciona, le gusta estar presente durante todo el proceso. ¿Cómo fue grabar el video de 222? ¿Cómo surgió la idea?
Para mí era importante mostrar no solo el resultado, sino también el trayecto: el polvo, las lágrimas y el vértigo.
El concepto de 222 nace de la construcción. Lo veo como el acto de edificar una casa: limpiar la tierra, asegurar los cimientos, levantar columnas. Quise contarle a la gente que la música no aparece de un relámpago: se construye ladrillo a ladrillo.
Finalmente, ¿qué sigue para AnnaSofia?
222 ya está disponible. El EP completo verá la luz entre septiembre y octubre. Se vienen presentaciones y colaboraciones. En julio estaré en Nueva York, en el Latin Alternative Music Conference, representando a Colombia.
Además, acabo de lanzar Gracias, en versión salsa, junto a Mike Bahía y el maestro Sergio George. Para que la escuchen, la bailen y la sientan en los huesos.