Cuando entramos a la salita de la oficina particular de Alfonso López Michelsen, nos dio la sensación de estar en el despacho de una casa cural. Es la actuación de la gente que entra y sale de allí la que nos causa esta impresión: camina con cautela, habla en voz baja o espera pacientemente ser atendida.
Tal vez este respeto lo infunde la misma manera de ser del candidato liberal que aunque dinámico y activo dirigente parece un hombre tranquilo, reposado, con la sencillez que caracteriza a los hombres importantes, charla pausada pero fluidamente sin hacer mayores ademanes ni gesticulaciones.
Su voz es tal vez muy parecida a las grabaciones que hemos escuchado de su padre, solo que la del doctor López Pumarejo un poco más grave. Mientras habla se pone una mano en el cuello descansando la cabeza sobre ella y sostiene con la otra una de las pipas que fuma con cierta frecuencia. A veces mira a su interlocutor, otras fija los ojos azules y pequeños en un punto del cielo raso cuando piensa en la respuesta.
El timbre de los cuatro teléfonos que suena permanentemente y el murmullo de los automóviles que se alcanza a oír desde el piso 10 del edificio Antares son los únicos ruidos que allí se escuchan…
¿El único? Tal vez no, pues hay alguien que a veces irrumpe irrespetuosamente si anunciarse en el despacho del doctor López Michelsen, brinca sobre los sillones desordenando papeles, besa al candidato, retoza y se sube sobre las rodillas de su amo, quien interrumpe lo que está haciendo para regañarla cariñosamente dándole una curiosa golosina que saca de un cajón del escritorio e invitándola luego a retratarse con él, foto que no se logra porque Edgar la asusta con el flash.
Es Lara, una bonita cachorra dálmata que dentro de un año tendrá que tranquilizarse y comprender que a la oficina del presidente de la República de Colombia no se puede entrar en forma tan irreverente.
En la casa de Alfonso López Michelsen
La oficina de Alfonso López, no es muy amplia. El escritorio, un escritorio pesado de regular tamaño está congestionado de papeles agrupados en desorden. Un desorden que no le pueden ordenar y que nos recuerda un poco a Plinio Mendoza Neira (mi papá), que en medio del revoltijo sabía encontrar lo que necesitaba.
Allí hay discursos, conferencias, escritos, libros y fotos, mezclados con los telegramas recién llegados de los copartidarios de provincia, solicitando una intriga o felicitándolo por sus actuaciones políticas. Por ejemplo, el doctor López, entre cajones y muy a la mano tiene importantes y curiosos documentos de la familia Michelsen escritos a plumilla.
Una carta de Eustorgio Salgar de su puño y letra, que tiene un siglo, otra de Núñez, una carta de Mosquera, una invitación al matrimonio de su abuela Antonia Lombana en un estilo más protocolario del que ahora se usa. Una acusación de 1894 en el proceso de Obando y de Mosquera, una carta de Carlos Holguín cuando se posesionó de ministro. Mientras la muestra el doctor López se lamenta de su descuido y su desorden para iniciar luego el diálogo con Diners.
Una entrevista sobre el futuro de Colombia
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Un diálogo que no quería ser ni económico ni muy político pues teníamos interés en mostrar más bien el lado humano del candidato liberal a la presidencia de la República. Diariamente son muchas las publicaciones que sobre Alfonso López aparecen en los periódicos y revistas colombianos: sus interesantes discursos, sus polémicas con el doctor Gómez Hurtado, sus conferencias en diferentes gremios, reportajes, encuestas, fotos y fotos, en las cuales aparecía hace algunos meses con una semi-melena y trajes deportivos y ahora con indumentaria más seria: vestido con solapas angostas, corbatas menos anchas y peluqueado, como hace diez años.
Solo que ahora luce diferente: canoso y ya no es tan delgado como entonces, sin que llegue a ser un hombre gordo. El atribuye a las giras la subida de peso: comidas criollas y bebidas. Personalmente se ve más joven que en fotografías, quizás por su piel lozana y despercudida (como dirían nuestras abuelas).
A pesar de haber conversado generalidades y de hacer una charla un tanto frívola que él aceptó sin reticencia, caímos a veces en el tema político. Al fin y al cabo estábamos al frente de uno de los personajes más importantes del país, que maneja mejor que nadie la teoría política, que es uno de los colombianos cuyo modo de pensar interesa a sus compatriotas. Por eso no cabe duda de que cuanto diga este personaje llamará la atención de nuestros lectores.
¿Cuál es el personaje de la historia que tú más admiras y por qué?
Sin dudar un momento responde:
—Isabel La Católica. Yo creo el mejor discurso que he hecho en mi vida fue una improvisación sobre Isabel La Católica, que no quedó grabado, el día en que me impusieron en la embajada de España la condecoración de Isabel La Católica.
Ella es para mí la mujer más importante que ha producido la humanidad desde el punto de vista de la política. No hay sino que pensar que, la unificación de España y la reconquista se cumplieron bajo Isabel La Católica; que el propio descubrimiento de América es una hazaña que se hubiera realizado tarde o temprano, pero no hubiera sido posiblemente para España sin el concurso de Isabel La Católica; que su ascenso al poder fue muy difícil. No fue una heredera al trono, acogida por la grandeza, sino que tuvo que luchar por establecer sus derechos hasta derrotar a la Beltraneja, quien competía con ella por la corona; que poseía un lado humano de conocimientos muy extensos de latín, de griego y de cultura popular.
La mujer que inspiró a López Michelsen
Ella tenía desde la juventud una afición muy marcada por las canciones folclóricas españolas, sentía al pueblo y tenía un carisma extraordinario. En muchas de las batallas que se libraron contra los moros, la presencia de ella daba ímpetu a los ejércitos castellanos y aragoneses en la toma de muchas ciudades. Creo fue en Málaga, posiblemente en Granada, en donde el sitio había durado por muchísimos meses, cuando la veían con siete meses de embarazo a caballo ponerse al frente las tropas cobraban nuevo ánimo y caían las ciudades al conjuro de su presencia.
Luego, su vida un tanto trágica con la desgracia de tener por heredera a Juana La Loca. Entonces en donde aparece la madre con su ternura, al vender sus joyas, que no las había vendido como se dice en la historia para el descubrimiento de América, sino para la reconquista de España contra los moros, se las había dado en prenda a los judíos, conservando unos rubíes que se llamaban los rubíes balantes que para ella tenían la virtud de ser la única cosa que sacaba de su melancolía a Juana La Loca, niña y adolescente entonces.
Nunca quiso comprometer esos rubíes que eran favoritos de su hija Juana que entraba en un estado de depresión que culminó en la locura y lo único que le devolvía la alegría a los ojos era que la reina le llevara esas piedras preciosas. Finalmente en su testamento (murió relativa-mente joven, creo que no había alcanzado los 50 años) ella demuestra una comprensión de los problemas de su tiempo y de los tiempos futuros extraordinaria, Yo suelo citar la última cláusula del testamento de la reina que es muy hermoso.
Dice así: «Suplico al rey, mi señor, muy afectuosamente, a la princesa mi hija y al príncipe mi marido, que no consientan ni den lugar a que los indios vecinos y moradores de las dichas islas y tierra firme ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, mas manden que sean bien justamente tratados y si algún agravio han recibido lo remedien y provean». Esto sienta las bases de lo que debiera ser posteriormente la legislación de Indias en defensa de los aborígenes contra los abusos de los colonizadores.
¿Cuál es el estadista contemporáneo que más admiras y por qué?
— ¿Vivo o muerto?
— Vivo
Alfonso López repite para sí la pregunta y dice: «No sé, me tomas un poco por sorpresa». Piensa, recapacita y responde luego:
—Posiblemente la figura más grande de la política contemporánea, así no comparta sus ideas, es Mao. Es que Mao reúne las condiciones del político, del filósofo, del poeta… cosa que es poco frecuente y por sobre todo es un hombre de acción.
Fidel Castro te elogió en una ocasión como líder político colombiano. ¿Qué elogio le harías a Fidel Castro?
—El elogio que me hizo Fidel Castro —hace bastantes años—se refería a unas declaraciones mías en las cuales yo decía que eran desconocidos los avances de Cuba en materia de salud y en materia de educación. Fidel Castro comentó que entre la burguesía progresista de América Latina, el más lúcido era yo.
¿Y qué elogio harías tú a Fidel Castro?
—No he seguido la política cubana en los últimos años; pero curiosamente diría de Fidel Castro que tiene la tenacidad, la voluntad y la arrogancia de su estirpe española. Tú sabes que él es español de primera generación y tiene a los Estados Unidos, algo de los países más antiguos del mundo le infiltran a sus hijos: una especie de tratamiento de igual a igual que no es frecuente entre los latinoamericanos.
¿Tú si crees que Allende se suicidó? ¿Lo asesinaron? o ¿murió luchando?
—Eso es casi una adivinanza. Pero con los elementos de juicio de que yo dispongo, me parece que lo que sucedió fue lo siguiente: El se quedó solo en el Palacio de la Moneda, le pidió a toda la gente que se saliera, que siguiera la lucha y se dispuso a morir. Algunos no quisieron abandonarlo, al Palacio lo bombardearon desde el aire.
Tengo la impresión —apenas una adivinanza como te digo— que él debió morir en ese bombardeo que fue muy preciso. Un bombardeo en que se caían los techos, en que se caían las vigas y las puertas y todo…
¿Cuál es el personaje colombiano que más admiras?
—Pues eso sí como en el Readers Digest, mi personaje inolvidable es mi papá.
¿Tu papá contempló alguna vez la posibilidad de que llegaras a ser presidente de la República?
Enfáticamente responde.
—Nunca, nunca. Si es que yo vine a participar en la política hasta hace unos 10 años
¿Pero no le llamaba la atención al doctor López Pumarejo que tú fueras político?
—No. no me lo mencionaba. Yo tengo la idea de que él confiaba en mi juicio, creía en mis opiniones. Pero que precisamente esa especie de situación mía en la sombra (que no me permitió nunca ocupar ningún cargo público, producía celos entre mucha gente delante de las cuales mi papa, sin tener en cuenta su posición o su rango oficial, les decía:
«Consulten con Alfonso, o yo voy a pasarle el documento a Alfonso para que Io revise». Naturalmente hería a justo titulo el amor propio de mucha gente. Y parte de las resistencias con que tropecé en la vida obedecieron a que personas mayores que yo y con una posición política y con respaldo en su propia experiencia, se veían sometidas a veces tratamiento de que sus intervenciones o sus discursos imprudentemente mi papá no se los aprobaba de inmediato sin haberles hecho saber que también le interesaba conocer mi opinión.
¿Te gustaría que un hijo tuyo fuera presidente de la República?
Frunce el ceño y categóricamente dice: iNo!
Si no fueras colombiano, ¿qué país te gustaría gobernar?
—No. Tampoco había pensado en eso. Posiblemente ninguno, ¿no? Yo tomo esta cosa de la presidencia de la República, como un deber, un compromiso. Desde luego, es un gran honor, pero es encerrarse a tratar de luchar contra una serie de factores adversos. Tiene problemas muy grandes…
Si fueras joven, ¿estarías de acuerdo con el sistema?
—Si fuera joven, sería anarquista. El que no ha sido anarquista a los 18 años no tiene corazón y el que continúa siéndolo a los 50 no tiene cabeza.
Me imagino que un político tiene que soportar y recibir a mucha gente que considera que tiene que ser ayudada. ¿Te «lagartean» demasiado?
—EI país ha crecido mucho. La gente no se ha acomodado a sus nuevas dimensiones, Colombia tiene hoy unos 26 millones de habitantes. En la época en que mi papá era presidente tenía unos siete u ocho. Y Bogotá debía tener unos seiscientos mil habitantes. Hoy tiene alrededor de unos tres millones. Entonces la gente decía que el doctor López era un gran demócrata. Recibía a todo el mundo, conversaba con todos los que le pedían audiencia.
Estos eran un 10% de las seiscientas mil personas. Por eso las podía atender. Pero yo no tengo físicamente el tiempo para recibir a todo el que pide audiencia. Tanto más cuanto que el país no ha cambiado su criterio parroquial. Por ejemplo, en esta época tengo constantemente —te puedo mostrar un telegrama cualquiera— una intriga que da idea de cómo funciona el país: Es el niño rajado en el examen y el papa solicita que yo hable con el maestro, que le hable al doctor Rocha o al ministro de Educación para que el muchacho pase de todas maneras. Y los resultados, pues ya están publicados y creen que con una carta mía el asunto se va a remediar.
Una opinión personal
Lo ponen a hacer a uno toda clase de diligencias de carácter personal. Esto demuestra que no se vive en una gran ciudad. Y mucho más pide la gente de los pueblos pequeños donde las cosas son muy fáciles: Por ejemplo, que le prorroguen un préstamo en el banco y resulta que conseguir al gerente del Banco Popular no es como gritar a través de la plaza de Valledupar:
«¿Está ahí Eduardo? que me voy a tomar un tinto con él, que le voy a hablar una cosa»! Es que no tenemos un buen tamaño para nada, o uno es un país pequeño como los de América Central y la política es un ejercicio que puede satisfacer las aspiraciones de los amigos o está uno en los Estados Unidos donde a nadie se le ocurre llamar a Nixon para que ayude a pasar exámenes. El es una figura anónima, distante, que no está tan «manualita».
¿Cómo fue tu reconciliación con Alberto Lleras? Nos podrías relatar, ¿cómo sucedió?
—A mí me parece un gesto realmente muy liberal. Él había ofrecido someterse a los resultados de la Convención. Triunfé yo en la Convención y cumplió su compromiso, honradamente y con entusiasmo de acoger las tesis y las personas que fueran aprobadas por la mayoría del partido.
Cuando él pedía una Convención limpia, según su propia expresión, y decía que se sometía a ella, estaba adquiriendo el compromiso no de reservarse sus opiniones ni sus antipatías, en el caso de no salir victorioso, sino de declinar sus opiniones y su voluntad frente a las del partido. El resultado es que esté apoyando las posiciones que yo voy adoptando.
¿Cómo te parece que debe actuar un político ante las cámaras de TV?
La TV es un artefacto que está integrado a la familia. Los políticos no deben tomar tono de discurso y llegar a manotearle a la gente que está tranquilamente en la cama mirando su televisor. ¿Sabes? Yo creo que soy malo en televisión. Es decir, aparezco sincero porque soy natural. Pero…
¿Tal vez hay que hacer un poco de teatro?
—Sí. Y yo soy incapaz de hacer teatro.
Entre el sistema que empleaba el doctor Lleras para aparecer en TV (programa Amigas y Amigos) y el del doctor Pastrana con sus diálogos con la nación, ¿cuál te parece mejor?
—El de Lleras. Como te decía, a los televidentes hay que dialogarles.
Y ahora, hagamos unas preguntas un poco frívolas.
—Esas son las mejores.
¿Qué tal marido te consideras?
—Pues de los mejorcitos. Son seis las hermanas de Cecilia y yo estoy como casado con todas ellas. Hay solteras, viudas, separadas, casadas, pero a través de los años he sido un poco el marido de todas ellas. Un domingo, que nos reunimos toda la familia en la finca con las dos tías que quedan es una cuestión desproporcionada: diez o doce mujeres por dos o tres hombres.
¿Te gusta bailar?
—Me gusta bailar pero soy muy mal bailarín. La propia Consuelo de Molina, dijo una vez que yo soy de los peores bailarines que hay en Colombia.
¿Y cantar?
—No, no tengo ningún oído.
¿Has ido a discotecas?
—No, no he ido a discotecas. Creo que las discotecas son con base en música americana, ¿no?
¿Y no te gusta la música Rock?
—No, no me agrada. Me gusta la música pero la música vernácula, colombiana, también la música clásica. Música que uno sienta, bien por su carácter de música clásica o bien porque le llega a las fibras más íntimas.
¿Qué opinas del arte colombiano? ¿Cómo consideras a nuestros artistas?
—Los estimo mucho. Te contaré que en los comienzos de Fernando Botero, yo compré un cuadro cuando Fernando vivía en México, José Camacho Lorenzana vio el cuadro, le presenté a Fernando, lo llevó a una exposición a Washington, vendió los cuadros y poco a poco fue penetrando en los Estados Unidos.
Hizo la gran carrera de la cual estamos tan orgullosos los colombianos. Desde luego, ni hablar de Obregón, es otra gran admiración, y Grau.
¿Te gusta el cine?
—Sí, mucho, pero nunca tengo tiempo de ir. Hace tres o cuatro años que no voy a cine.
¿Qué tipo de películas te agradan?
—Las policíacas, las detectivescas…
Tú siempre has leído novelas policíacas. ¿Verdad?
—Sí. De suspenso, me descansan mucho.
Y hablando de libros. ¿Has leído los últimos de García Márquez, de Cortázar, de Vargas Llosa?
—Pedazos de Vargas Llosa, cosas de García Márquez. Yo creo que fui de los primeros en conocer Cien Años de Soledad. He estado leyendo, no lo he terminado y me ha gustado Aires de Tango de Mejía Vallejo.
¿A qué horas lees?
—Los domingos. Es que no le dejan a uno tiempo de nada.
¿Practicas deportes?
—Practicaba muchísimos deportes: golf mucho, todavía tengo trofeos, hacia regatas en el Muña, fui cazador en la Costa, (cacería de pato, de venado). Yo fui futbolista también, tengo unas fotos curiosas.
¿Siempre fuiste muy delgado verdad? ¿Pero ahora veo que como que has subido de peso?
—Los años… Y es que en las campañas los líquidos y el exceso de comida lo engordan a uno.
¿Qué licor te gusta más?
—Yo tomo whisky diluido en mucha soda. Soda teñida de whisky. Así me dura más.
¿Tienes un plato de tu predilección?
—La tortuga. Probablemente por lo que anda despacio como yo.
Aquí acaba la entrevista
La perra dálmata llega nuevamente alborotada a buscar en el cajón del escritorio uno de los raros huesos (alimento para perros, artículo de exportación) que su dueño guarda en un talego. El candidato le reprocha: “Lara, ahora no».
Lilia, su secretaria, entra luego con unos papeles sobre confección. Son para la conferencia que tiene que dictar al día siguiente en Barranquilla. Para prepararla estuvo intercambiando ideas sobre modas con el gerente de Pat Primo y asesorándose de una cuñada conocedora de esta materia que vivió en Nueva York.
Y así tiene que seguir preparando discursos, charlas y conferencias de diferente índole que él sabe de antemano. «Hay muchos temas que conozco porque he tenido toda clase de actividades», nos comenta.
«He sido agricultor, he sembrado arroz, he tenido ganado en otras épocas, he ejercido la profesión de abogado, soy familia de banqueros… he consultado a través de los años sobre muchos temas. He viajado para conocer los problemas internacionales. En fin, he tenido una serie de oportunidades para familiarizarse con diversos problemas y sobre todo formarme un criterio».
La secretaria entra nuevamente. Hay alguien importante que espera en la antesala. Alfonso López nos acompaña hasta la puerta y Lara también. Probablemente nuestra próxima entrevista sea en las oficinas de la calle décima.
El artículo Alfonso López Michelsen reveló el futuro de Colombia en esta entrevista fue publicado originalmente en la edición 61 de 1974
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