Una infancia mísera y una juventud fracasada han convencido a Jonathan Noel de que la mejor manera de vivir es asegurarse de que nunca pase nada. Durante décadas logra su cometido. Trabaja como guardia de seguridad en un banco, vive solo en una diminuta habitación parisina, y su único hobby es remodelarla con la solicitud nerviosa de un enamorado. Su sueño es comprarla y está a punto de cumplirlo. Una mañana, cuando se dispone a ir al trabajo, encuentra en el umbral a una paloma posada a sus pies. Si el autor fuera otro el delirio que desata esa paloma resultaría inverosímil. A Süskind le creemos. Una de las razones es su descripción de un ojo diminuto, de la manera a la vez hueca y ladina como se abre y se cierra.