Cuero marroquinería 2024
Foto: Lauren Ordóñez 
Estilo de vida Moda

La técnica ancestral que hizo viral a una colombiana en TikTok e Instagram

Lauren Ordóñez es la diseñadora colombiana detrás de Cuero de Cero, un proyecto que busca enseñarle a la gente cómo elaborar su propio cuero con biomateriales.
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diciembre 4, 2024
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Viralización: un fenómeno de la era digital que todavía nos resulta esquivo, difícil de explicar y para el que no existe aún una fórmula científica. Una sincronía, una alineación, se podría decir. En este caso en particular, un cúmulo de azares virtuales, talento y una poderosa idea de fondo lanzaron al estrellato viral a la diseñadora bogotana Lauren Ordóñez con su proyecto Cuero de Cero.

A principios de septiembre de este año, lo que estaba destinado a ser una miniserie de cuatro capítulos en la que se explica el proceso de creación y manufactura de una cartera a base de piel de pescado resultó siendo un verdadero fenómeno en Tik Tok e Instagram. En cuestión de tres días, su comunidad creció en más de cien mil seguidores de manera absolutamente orgánica. Los mensajes no paraban de llegar y la avidez por ver los siguientes capítulos era evidente. Pero, ante todo, dejó al descubierto un inmenso interés por la técnica desarrollada (o retomada, para ser más precisos) por esta diseñadora industrial egresada de la Universidad Antonio Nariño y radicada en Alaska (Estados Unidos).

La historia detrás 

Lauren Ordóñez, de 37 años, siempre tuvo una inclinación por la marroquinería y la moda. Diseñadora industrial, se especializó en marroquinería en la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo, donde se topó con maestros de la talla de Hélène Comte, formada en la casa Hermès, y Andy Petit, quien pasó por la casa Givenchy antes de ser el artífice de la transformación de la marca Mario Hernández. Además, hizo un diplomado en Antropología y Sociología de la Moda en la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

Mediante la experimentación con técnicas y saberes, Ordóñez desarrolló su propia marca, Akapella, en la que elaboraba bolsos y joyería con una técnica de preformas geométricas 3D, por medio de la cual reciclaba remanentes de cuero que las fábricas consideran desperdicio o cortes que no usan por defectos. De esta manera, recuperaba el material, le otorgaba a través del diseño un gran valor y aumentaba su vida útil. 

Por medio de esta exploración se encontró con las posibilidades del cuero vegetal. Sí, cuero vegetal. Por contradictorio que suene para muchos, la definición es más sencilla de lo que parece. “Se habla de cuero vegetal cuando el cuero es curtido y transformado exclusivamente con taninos vegetales, como hojas, flores o raíces, contrario a la curtición al cromo, que se inició a partir de la Revolución Industrial. Estamos hablando del método de curtición originario, el que utilizó la humanidad desde sus inicios, pero que lastimosamente se ha ido perdiendo en el tiempo y hoy en día casi no se entiende. Esa es una parte fundamental de mi lucha: retomar ese saber”, afirma Ordóñez. 

“A diferencia del cuero sintético contemporáneo, que puede tardar hasta quinientos años en degradarse y para el que se emplean componentes y materiales más contaminantes, el cuero vegetal puede degradarse —una vez regresado a la tierra— en cuestión de diez años después de darle uso alrededor de cincuenta años. Esto me pareció maravilloso y sumamente importante”, añade.

Por azares de la vida, el amor la llevó a vivir en Alaska en 2020, días antes de que cerraran los aeropuertos por la pandemia.  Allí se encontró con una serie de contrastes, que le resultaban bellos pero duros: “Algo difícil con lo que aún lidio en Alaska es la falta de contacto genuino y auténtico con la gente, tener conversaciones simples, cotidianas, que son frecuentes en Colombia, ya que somos de trato muy cálido y amigable; las personas en Alaska, en cambio, son muy reservadas y algo toscas. Sin embargo, este lugar me ha regalado el sentirme a gusto con el silencio, la calma, la espera. Se aprende a escuchar el viento, a leer la multiplicidad de blancos, grises y azules, a entender la vida sin frenesí y caos”.

Ordóñez empezó a preguntarse cómo podía continuar con su oficio en un lugar donde el acceso a los materiales y el transporte no solo son escasos sino costosos. Acostumbrada a trabajar con cuero bovino, la tarea parecía difícil hasta que, por casualidad, una visita al Museo Anchorage fue la luz que le dio un nuevo rumbo a su proyecto. Anchorage es  la  ciudad más grande del estado de Alaska y donde vive actualmente con su pareja, sus dos hijas, una perrita Akita y una gata rescatada.

“Ir a ese museo fue la experiencia más hermosa y reveladora de la vida. Quedé anonadada con la destreza de las poblaciones originarias, como los inuits o yupiks, para trabajar con cuero de pescado, sobre todo de salmón. Parkas, zapatos, mitones de un nivel de detalle impresionante, en los que las costuras son casi imperceptibles al ser hechas con las espinas mismas del pescado. Ahí llegó una nueva fuente de inspiración para mí”, relata.

A raíz de esta experiencia, empezó una búsqueda activa para entender el proceso del trabajo del cuero de pescado a fondo. En la academia encontró varias aproximaciones al respecto y se topó, entre otras, con la investigación de la diseñadora Elisa Palomino, que además de haber colaborado con nombres de la talla de John Galliano, Roberto Cavalli y Diane von Furstenberg,  es doctora en Antropología y Moda del London College of Fashion. Sus hallazgos sobre el uso de plantas y vegetales como taninos para los procesos de curtiembre en poblaciones indígenas del Ártico le abrió todo un nuevo panorama: “Lo más revelador fue entender que todo el proceso de transformación se puede hacer en casa. Todos tenemos la idea de que el cuero requiere un proceso químico intensivo y a veces hasta tóxico; asimilar que con el pescado que se consume en la mesa podía acceder a todo un universo de posibilidades en términos de material y diseño desde mi propia cocina me voló la cabeza”, recuerda.

“Comencé a ahondar en los procesos de química orgánica para comprender a fondo la transformación de esa dermis que termina siendo cuero. Esto con miras a crear un método para enseñar, porque me parecía increíble estar haciendo todo esto en mi propia casa y no poder transmitirlo a diseñadores, artesanos y artistas, con el fin de que tengan la posibilidad de hacer su propio cuero e involucrarlo en una infinidad de técnicas, como tejeduría, bordado o incrustaciones en madera”.

Así nace Cuero de Cero, su metodología para democratizar este conocimiento con la cocina como laboratorio y elementos de uso diario, como té, infusiones, cera de abejas, aceite de oliva y otros elementos naturales. Con un formato digital, Ordóñez brinda asesorías, talleres, consultorías y acompañamiento en todo lo que abarca el biodiseño y, por supuesto, la marroquinería con biomateriales. 

Nuevas posibilidades del cuero

Uno de sus principales enfoques es darle prioridad al material por encima del diseño en una etapa inicial. “Si yo conozco el material, lo domino y entiendo sus posibilidades y limitaciones, es más fácil crear y trabajar el diseño a partir de ahí que empezar por una idea de diseño específico e intentar a toda costa que el material se adapte a ella. Es el equivalente a forzar una relación que no fluye por un ideal que uno tiene en la cabeza, pero con una pareja que nunca va a corresponder a esa idealización que tenemos de ella”, dice mientras se ríe.

Otra parte importante de su programa pasa por el acompañamiento a sus alumnos sobre la mejor forma de crear estrategias para sus marcas y productos. Para esto se centra ante todo en la historia y el proceso, más que en las especificaciones del producto final. “Siempre les digo que lo más valioso es conocer la historia detrás del producto, enfocarse en una narrativa que cuente una historia significativa. Ahí está, a mi parecer, el éxito en la construcción de una marca”.

Y, por supuesto, la idea de circularidad es clave en todo esto. Ordóñez se ha convertido en una experta a la hora de optimizar cada parte del pescado, que utiliza no solo como alimento sino como materia prima y como insumo para la creación, la enseñanza y su proyecto personal. Podría decirse que, en materia de sostenibilidad, Cuero de Cero cumple a cabalidad, aunque ella se inclina por ponerlo en otros términos: “Yo prefiero hablar de potencial de retorno a la tierra más antes que de sostenibilidad. Con esto me refiero a que el cuero vegetal que trabajo permite que el material se reintegre a la tierra una vez que se quiera desechar el producto en cuestión de unos diez años”.

Todo esto se suma a su creatividad a la hora de hacer reels en sus redes, donde la pueden ver personificando a Betty, la Fea, o poniendo a prueba a su gata para comprobar que el cuero hecho en casa no queda con olor a pescado. De alguna manera, logró esa fórmula mágica que la llevó a la viralización: contar la historia de un producto con todas sus fases, con cada estado del proceso, mostrando de manera honesta y sin la prisa propia de las redes, cómo llegó al hermoso producto final, esa cartera que enamoró a miles de personas que hoy conocen y admiran su proyecto. Aunque todavía no se enfoca totalmente en la producción o venta a gran escala, sus creaciones de joyería en cuero de salmón se pueden encontrar en la plataforma Etsy, con el nombre de Akapella Leather Goods.

¿Su siguiente sueño? Crear un proyecto con biomateriales como protagonistas, que vincule el Ártico y el trópico, sus dos realidades paralelas, donde tiene repartido el corazón. Conociendo a Ordóñez, su talento, entusiasmo, convicción y la disciplina con que emprende cada nuevo reto, es algo por lo que vale la pena esperar. 

(El arte de llevar el cuerpo: joyería que es escultura con Hasta el Cogote)

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