Frugalidad, frugal
Foto: Ilustraciones de Julia Tovar
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Frugalidad: el arte de vivir con menos y disfrutar más

El estilo de vida frugal propone eliminar los gastos superfluos de dinero, tiempo y energía como el camino hacia un bienestar emocional, financiero y hasta ambiental. ¿Se le mide?
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septiembre 9, 2024
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Por obra y gracia del algoritmo de YouTube, un día se comenzó a reproducir un video en el que una mujer española argumentaba por qué era frugal. A medida que la oía, sentía cómo la naturaleza de este término encajaba en el rompecabezas interior que había venido armando desde hace algún tiempo.

Cristina Dayz, creadora de contenido sobre finanzas personales y hábitos con sentido común, explicaba un estilo de vida en el que la ecuación de dinero, tiempo y libertad no es la tradicional. “Para mí, ser frugal no significa no gastar en nada; significa decir que sí a un gasto consciente, que realmente te aporta felicidad”, aseguraba.

Desde hace algún tiempo, el hastío se había apoderado de mi relación con los contenidos en las redes sociales. Los videos de los influencers mostrando sus más recientes compras, los lanzamientos repetitivos y predecibles de marcas que antes me atraían, los cientos de cursos que todos intentan venderme, la oferta desbordada de shows y conciertos que ninguna billetera “normal” aguanta… Escuchar a Dayz y sus ideas a contracorriente eran un bálsamo entre tanta “oferta por tiempo limitado”. 

¿Qué es la frugalidad?

El diccionario de la lengua española define la frugalidad como ‘Templanza, parquedad en la comida y la bebida’, una definición que raya en lo aburrido y se queda corta en las posibilidades de su significado. Su origen etimológico proviene del latín frugalitas, que significa ‘sobriedad, moderación’.

Quizás usted se esté preguntando quién puede encontrar placer en reducir sus gastos y privarse de los gustos de la vida moderna. Pues dele una oportunidad al concepto, ya que al otro lado puede que, paradójicamente, le espere una vida más abundante.

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Ilustración de Julia Tovar

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Tatiana Barreto, psicóloga de la Clínica Universidad de la Sabana y máster en Psicología Clínica y de Familia, relaciona la frugalidad con la voluntad. “Es como yo, voluntariamente, reduzco los excesos de cualquier cosa. Es una autoeficiencia que, de alguna manera, trae una tendencia natural al ahorro”, señala.

“Una persona frugal es alguien que tiene un sentido positivo del dinero; no piensa que alguna vez va a escasear, sino que, al contrario, ahí está, se debe manejar bien y toca darle un sentido. No suele adquirir cosas o tener personas cerca solo por tenerlas. Lo hace solo si eso realmente le da sentido a su vida”, agrega.

El concepto de frugalidad no es una tendencia nueva ni mucho menos. Desde la antigua Grecia, los filósofos ya empezaban a señalar las ventajas de una vida simple como el camino para alcanzar la felicidad. El epicureísmo planteaba, 300 años a.C., una jerarquía de los deseos que distinguía entre los necesarios —como el comer o dormir—, los naturales —como el gusto por un buen vino— y los demás (o vanos) —como el poder o la riqueza—, cuya satisfacción responde a la mera vanidad.

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En los años noventa, el movimiento downshifting (que en español podría traducirse como reducción de la marcha) comenzó a proponer un estilo de vida más simple, en el que se gastara menos a cambio de tener una vida más tranquila. Vivir más, trabajar menos (2002), de John J. Drake, o el Downshifting Manifesto (2008), de la británica Tracey Smith, fueron en su momento las guías de esta aproximación al éxito.

“Cuando compras algo no lo compras con plata, sino con el tiempo de vida que debiste gastar para tener esa plata. Pero con esta diferencia: la única cosa que no se puede comprar es la vida. La vida se gasta y es miserable gastar la vida para perder la libertad”, dijo en 2015 el expresidente uruguayo José Mujica para el documental Human.

Haga un ejercicio frugal:

Calcule cuántas semanas (o meses) de trabajo le representan algunos de los objetos que ha comprado y que tiene guardados en su clóset, acumulados en el altillo, recibiendo polvo en su biblioteca o un cajón de su tocador esperando a que expiren. Si el precio estuviera marcado en tiempo de vida, ¿los volvería a comprar?

Ilustración de Julia Tovar
Ilustración de Julia Tovar

Ser frugal, una tendencia actual

A la preocupación por la salud mental que hemos visto en varias iniciativas en TikTok, parece que este año le surgió una nueva competencia: la salud financiera. El #loudbudgeting es una tendencia de esta red social en la que los jóvenes presumen cuánto dinero han logrado ahorrar con cambios en su hábitos financieros.

Con la franqueza que los caracteriza, los Gen-Z hablan sin ningún reparo de sus salarios y detallan —orgullosamente— cómo han recortado gastos, como la suscripción al gimnasio, la compra de ropa nueva para cada evento o las salidas a comer. Al parecer, saving is the new sexy.

Para Karem Suárez, reconocida creadora de contenido sobre educación financiera, la frugalidad es un estilo de vida a partir del cual se pueden desarrollar hábitos para consumir el dinero de un modo más consciente, con miras a cumplir algún objetivo o cultivar una futura libertad financiera; es una decisión voluntaria y personal.  

“Es una práctica para reducir el gasto de dinero, pero sobre todo para cumplir objetivos que sean realmente significativos para uno, sin estar permeados por otro preconcepto de éxito que muchas veces vemos replicado en redes sociales”, asegura.

El consumo en la frugalidad

Para Liliana Yamile Rodríguez González, doctora en Psicología y directora de los posgrados en Psicología del Consumidor de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz, no hay un consumo bueno ni malo. El consumo es incluso un espacio necesario para construir una identidad y garantizar nuestra existencia social como individuos.

A su juicio, adoptar un estilo de vida frugal conlleva una preocupación por ser un consumidor informado. “Se debe desmitificar la idea de que frugal tiene que ver solamente con si consumes más o menos, tiene que ver más bien con acceder a información que te permita tomar mejores decisiones de consumo”, afirma.

“Frugalidad no solamente es ser austero, no darse gusto o no comprar cosas. Consiste también en conocer qué significa una tasa de interés que hace que pagues más por un crédito. Es saber cómo optimizar los recursos: poder satisfacer tus necesidades de acuerdo con lo que ganas, con lo que inviertes, así como tener elementos de ahorro para sortear cualquier imprevisto”, comenta.

Todo suena muy idílico, pero ¿en realidad es posible ser frugal en una sociedad que nos seduce de mil maneras para obtener nuestro dinero, nuestro tiempo y nuestra atención? Es más, ¿vale la pena?

Impopularmente frugal, pero tranquila

Carolina Velázquez tiene 33 años y hace cuatro años comenzó con su emprendimiento de una tienda a granel con productos naturales. Ella misma se corta el pelo, hace su propio café y diseña los afiches y etiquetas para su local.

“Todos quieren que compres y compres cosas, a veces cosas que ni siquiera necesitas. Entonces uno se enfoca en lo que de verdad es necesario y no se deja influenciar de todo ese consumismo que a cada rato te están mostrando. Hay que concentrarse más en lo que tú quieres, en lo que a ti te importa, y no en la forma como te ven los demás”, asegura.

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Velázquez es muy medida con sus compras personales. Evita los gastos en cosas que para ella son efímeras, ya que prefiere invertirlo todo en su emprendimiento. Como parte de sus hábitos frugales prefiere no salir a comer en alguna ocasión, pero sí pagar un servicio de compostaje que recoge en su casa los residuos que produce. Aunque no tiene espacio ni tiempo para hacerlo, su responsabilidad con el medio ambiente es innegociable.

Prefiere tener pocas prendas en su clóset, pero de muy buena calidad. Hace poco compró unos zapatos costosos hechos con suela de llanta porque sabe que le van a durar muchos años y su maleta está hecha con remanentes de tela porque entiende el valor de los materiales reciclados.

“Hay personas que viven de tarjetazo en tarjetazo y terminan endeudadísimas. Puede que uno no tenga cosas materiales, pero está tranquilo”, señala.

Beneficios de la frugalidad

Para Karem Suárez, adoptar un estilo de vida frugal en las finanzas puede tener muchas ventajas. La primera es que le va a quedar más dinero a final de mes —el cual puede utilizar en experiencias que mejoren su calidad de vida—, que podrá ahorrar o hasta invertir.  

“Si te va a quedar más dinero y al final lo utilizas para invertir, cada vez vas a tener más en proporción porque va a ir siempre en aumento, gracias al interés compuesto. Y eso al final te va a permitir tomar decisiones que estén alineadas con lo que tú quieres”, manifiesta.

La segunda es que las personas se desprenden de las cosas materiales. “Cuando uno empieza a consumir de manera desmedida, se vuelve esclavo de eso. Por ejemplo, no pisar un tapete con los zapatos puestos porque es muy caro; ¡si para eso se creó!”, exclama.

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Otra ventaja es que uno puede construir su libertad financiera: “Si aprendes a vivir, al menos durante un tiempo, con el mismo nivel de ingresos que tienes, vas a poder generar excedentes de capital para construir la base para una futura libertad financiera”.

En el aspecto emocional, la psicóloga Tatiana Barreto señala que la frugalidad puede traer beneficios, como sentirse a paz y salvo, no solo con sus cuentas, sino también con sus relaciones interpersonales. “Una persona frugal es autónoma para pensar y planificar antes de comprometerse a hacer algo, cultiva buenas amistades porque conoce su verdadero valor, está preparada para los imprevistos y es consciente del poder que tiene en el manejo de las situaciones”.

Pero cuidado, porque la moderación excesiva también puede traer riesgos que afecten su bienestar. “Cuando la frugalidad avanza en extremo, puede que uno deje de disfrutar las cosas y un no automático se dispare cada vez que lo invitan a una reunión familiar, a un paseo o a un encuentro de amigos. Aceptar un capricho de vez en cuando alegra la vida”, añade Barreto.

Lo malo de la frugalidad

Ilustración de Julia Tovar
Ilustración de Julia Tovar

Las expertas coinciden en que hay una delgada línea entre la frugalidad excesiva y la tacañería. Cuando sus hábitos afecten su calidad de vida, no permitan suplir sus necesidades básicas o le generen sentimientos negativos, vale la pena revisarlos.

Al final, no se trata de que usted no gaste el dinero en las cosas que quiere. La frugalidad aboga por un consumo consciente, en el que sus decisiones estén acordes con sus necesidades, con sus ingresos y con su propósito de vida, un propósito en el que no desperdicie recursos y encuentre la felicidad. 

Hábitos que puede adoptar para tener una vida más frugal

1. Guarde el carrito de compras: Si siente el impulso de comprar, pruebe seleccionando todos los productos que quiere y disfrute del placer de cada clic. Pero antes de pagar, guarde su carrito de compras por tres días. Muy seguramente después no lo recordará.

2. Cancele la suscripción a los correos electrónicos: Recibir un descuento en sus marcas favoritas le puede causar más ansiedad que felicidad, ya que usted siente que tiene que aprovecharlo y gasta su dinero en cosas que ni siquiera estaban en su radar.

3. Examine su entorno: Las cosas son para usarlas. Revise en qué sectores de su casa o de su oficina tiene objetos que no están cumpliendo con su función, que no utiliza y que en el fondo de su corazón sabe que jamás usará. Véndalos, dónelos o sáquelos para que el reciclador se los lleve.

4. Programe su próximo gusto: Ya sea conocer un país o ver en primea fila a su artista favorito, prográmese financieramente para hacerlo realidad. Considere que cada camisa nueva o cada brunch de fin de semana lo puede estar alejando de lo que en verdad quiere.  

5. Aprenda a decir no: ¿Cuántas reuniones innecesarias eliminaría de su agenda? ¿Cuántas salidas con “amigos” quisiera dejar pasar? Usted, más que nadie, conoce sus recursos de tiempo, dinero y energía. Adminístrelos bien. 

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