Pequeñas ciudades ventajas Armenia
Foto: Ilustración Sindy Elefante @sindyelefante
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Las grandes ventajas de mudarse a pequeñas ciudades

Muchos colombianos han tomado la decisión de mudarse a pequeñas ciudades para aligerar sus estilos de vida. Estos son algunos de los motivos que los han llevado a tomar esta decisión.
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octubre 10, 2022
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Sin la posibilidad de tener vida social durante la pandemia, muchas familias se dieron cuenta de que no tenían suficientes metros cuadrados para disfrutar el hogar, o que el escaso sol que entraba por la única ventana de su apartaestudio los obligaba a vivir con las luces encendidas; incluso, comenzaron a soñar con un balcón que les permitiera asomar la cabeza y hacerse a la idea de estar al aire libre. En otro grupo de personas, la sensación de encierro fue tan pesada que decidieron salir de las ciudades capitales y buscar nuevos aires en pequeñas ciudades.

La posibilidad de trabajar desde casa hizo posible el sueño de vivir fuera de Bogotá para personas como Luz Patricia Ochoa, vicepresidenta de Cummins de los Andes. “Mi esposo me había propuesto hacer ese cambio de vida hacía varios años. Pero por mi trabajo le decía que todavía no, que algún día lo haríamos. Hasta que la pandemia nos demostró que ese día estaba a la vuelta de la esquina”, dice Ochoa sobre la decisión de recoger su apartamento en la capital y mudarse a un conjunto residencial en las afueras de Armenia, Quindío.

Ella y su esposo estaban hartos del encierro y cuando se flexibilizó el aislamiento alquilaron una casa en Villa de Leyva en la que se quedaron dos meses. La experiencia les gustó tanto que comenzaron a vivir como nómadas digitales en casas alquiladas de ciudades pequeñas.

Hasta que llegaron al Eje Cafetero y se enamoraron de la región. “Los dos estuvimos de acuerdo en que ese era el lugar donde queríamos vivir. Lo hicimos por tranquilidad, seguridad, movilidad y costo de vida, pues conseguimos una casa con mucho más espacio por un menor valor del que tendríamos que pagar en Bogotá”, explica la ejecutiva. 

¿Por qué no eligieron Villa de Leyva si fue la población que inspiró su mudanza? Ochoa lo tiene claro: “En esta etapa laboralmente activa de nuestras vidas no nos conviene estar tan lejos de todo; en Armenia vivimos a 15 minutos del aeropuerto y eso nos facilita mucho la vida”.

No eres un árbol

El ejercicio de cambiar de ciudad es la prueba irrefutable de que no somos árboles. Por lo menos así lo ha sido para Daniel Ávila y su esposa, que el año pasado se convirtieron en padres de Lorenzo y compraron un apartamento en el occidente de Bogotá, pero en cuestión de meses decidieron darle la vuelta a la vida que habían planeado y se mudaron a Jamundí, un municipio cerca de Cali, en donde arrendaron una casa en un conjunto campestre.

“En un momento determinado nos dimos cuenta de que ya no nos hallábamos en Bogotá, nos cuestionábamos si queríamos tanto frío. Yo, como coach financiero, brindo mis acompañamientos de manera virtual. Mi esposa renunció en enero de este año a su trabajo para desarrollar su vocación como paisajista, todo lo cual facilitó la decisión”, explica Ávila.

Pequeñas ciudades
Ilustración Sindy Elefante @sindyelefante

Para elegir entre las opciones de ciudades para la mudanza hicieron un checklist de los aspectos clave que debía cumplir la ciudad seleccionada: buenos servicios médicos, clima cálido, agua de buena calidad, un medioambiente saludable y un costo de vida más bajo. Aunque hubo un factor clave que también incluyeron: que tuvieran familia cerca. 

En Cali vive desde hace varios años el hermano de Ávila, junto a su esposa y sus hijas de 5 y 11 años de edad. “Él salió de viaje y me dejó el apartamento por dos semanas para que pudiéramos hacer una inmersión en la ciudad. Fuimos a comprar el mercado, recorrimos las calles y encontramos que hay una gran oportunidad en esta región para desarrollar un emprendimiento asociado al turismo, un sueño que trabajamos con mi esposa”. 

Nuevos aires

La familia solo lleva un mes en su nuevo hogar. Apenas se están acostumbrando a los ataques de los zancudos y a las tardes de sol intenso. Pero dicen estar felices con la posibilidad de salir al aire libre con el niño y de hacer ejercicio en un entorno con un aire más puro. “Acá hago caminatas de 40 minutos, eso es un logro porque en Bogotá no hacía nada de ejercicio, no me parecían chéveres el entorno ni el smog”.

Otro aspecto que los tiene felices es el ahorro en los gastos familiares. “Como mínimo nos ahorramos un 50 % de lo que gastábamos en Bogotá, pero tenemos el doble de espacio y más calidad de vida. Pagamos un arriendo de 2 millones de pesos, con administración incluida, por una casa campestre en un conjunto con piscina y muchas zonas verdes; eso en Chía o Cajicá no bajaría de 4 o 5 millones de pesos”, dice este experto en finanzas que brinda acompañamiento a personas que viven en Australia, Perú y diferentes ciudades de Colombia.

Daniel Ávila está abierto a lo que la vida les traiga, por eso no le afana echar raíces en el Valle. “Nada nos amarra, cuando sales de tu zona de confort se te abre la mente y te das cuenta de que no eres un árbol, puedes moverte, salir, construir relaciones en otros lugares, desarrollar nuevos talentos y habilidades. Además, queremos que nuestro hijo crezca y tenga la oportunidad de compartir con personas de diferentes razas, credos y costumbres”, puntualiza.

De Bogotá me voy

Miguel Jiménez nació, creció y estudió su carrera de Psicología en Bogotá. Pero desde muy pequeño tenía claro que se quería ir de la ciudad. “Sobre todo por el aire, ¿sabe? Y el ruido. Es increíble, pero Bogotá siempre está despierta: las calles, los transeúntes y los carros… Todo es ruido aquí”, afirma.

Miles de profesionales llegan a la capital del país con la ilusión de encontrar un buen empleo y echar raíces. Pero Jiménez hizo todo lo contrario, aprovechó la virtualidad para mudarse a Tunja, una ciudad con menos de 200 mil habitantes asentada entre verdes montañas. Cuando un amigo le dijo que podían vivir en un buen apartamento por solo 400 mil pesos mensuales no lo pensó y agarró sus maletas.

Ventajas de las ciudades pequeñas
Ilustración Sindy Elefante @sindyelefante

Pero no solo encontró arriendos más baratos. También se dio cuenta de que la gente podía ser amable. Hizo amigos en la panadería, la ferretería y la papelería del barrio y descubrió la satisfacción de ser saludado por su nombre. Por otro lado, la capital boyacense no tiene las multitudes y tumultos en el transporte público que son el pan de cada día en Bogotá y que tanto le agobiaban a este joven psicólogo.

Vivir bien y barato

El cambio de residencia le permitió también descubrir que en Colombia sí se puede vivir bien y barato. Pero su luna de miel con Tunja acabó cuando su compañero de vivienda se mudó de nuevo a Bogotá por temas familiares. Fue entonces cuando tuvo que lidiar con el peso de la soledad y de los gastos. A esto se sumó el final de su contrato para brindar servicios terapéuticos de manera remota. Esto lo llevó a una búsqueda intensa de trabajo durante dos meses.

Por fortuna, logró conseguir un nuevo empleo que le permitió seguir en la paz de la fría Tunja durante varios meses más. Muy a su pesar, acaba de regresar a la ruidosa Atenas Sudamericana. Pero será un paso breve, pues en agosto se irá a Canadá a estudiar una especialización en adicciones.

Para este ciclo también eligió una ciudad pequeña: Oshawa, en donde viven poco más de 150 mil personas. No tiene claro si al finalizar su periodo académico regresará al país, pero está seguro de que para él la vida es más plena en lugares con menos contaminación, incluidos el ruido, el tráfico y las multitudes. 

Gastos en el hogar por ciudades

Según la Encuesta de Calidad de Vida del Dane, año 2021, los colombianos más satisfechos con su calidad de vida viven en ciudades de San Andrés, Quindío, Antioquia, Risaralda, Caldas y Valle del Cauca. Esto quiere decir que los mayores de 15 años consultados en esas regiones calificaron con un puntaje de 8,2 a 8,5 (en una escala de 1 a 10) el conjunto de factores que aportan a su bienestar, como seguridad, condiciones de vida, tenencia de bienes, gastos del hogar, trabajo y condiciones de vivienda, entre otros.

El gasto del hogar es un factor clave dentro de esa percepción, aunque los felices sanandresanos son los que más gastan en la categoría de alimentos y bebidas no alcohólicas, con un valor de 523.000 pesos mensuales; les siguen los bogotanos con 417.000 pesos. En el Valle, un hogar gasta en promedio 370.000 pesos al mes, en el Quindío el gasto alcanza los 350.000 pesos, en Caldas es de 331.000 pesos y en Risaralda, 329.000 pesos. Antioquia está entre las diez regiones más baratas en materia de alimentos, con un promedio de 301.000 pesos mensuales. 

¿Cree que la sensación de agobio financiero de los capitalinos es puro cuento? Pues no, en realidad Bogotá es campeona nacional, y sobrada, en los gastos de alojamiento y servicios públicos, educación, recreación y cultura, y gastos de vestuario y calzado. Si a esto se le suman otros factores como la regular calidad del aire, los trancones, las multitudes en el sistema masivo de transporte y la inseguridad, se puede entender por qué muchas familias han decidido o planean mudarse a ciudades más pequeñas para disfrutar de otras ventajas que, a la larga, pueden salir gratis: respirar un mejor aire, dar largas caminatas sin miedo a resultar víctimas de la inseguridad, y ser reconocidos por los vecinos.

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