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¿Estamos seguros que nos queremos separar? Y otras preguntas claves en el divorcio

Separarse de la pareja nunca va a ser un proceso sencillo, para saber si se está seguro, hay preguntas claves que le pueden servir.
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julio 11, 2022
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La abogada Juanita Boada publicó recientemente el libro Separación por las buenas: Descubre las herramientas para transitar con sentido este camino, en el que, como bien muestra el título, es una guía para lograr terminar una relación de pareja de la mejor forma posible.

Diners comparte un fragmento.

¿Estamos seguros?

Ninguna decisión en la vida se toma por completo sobre una certeza. Por más evidencia que haya, siempre existe la probabilidad de que la subjetividad relativice la vivencia; no hay decisión sin emoción. Por eso se llama decisión, porque, de lo contrario, sería un proceso estático con una única respuesta. Una decisión implica elegir, y por lo tanto hay una ganancia, y una pérdida. 

Ahora bien, lo que denominamos ganancia puede no ser gratificante o feliz, pero tiene sentido. Esa ganancia es a lo que le debemos apuntar al enfrentarnos a la separación.

Me explico: cuando como pareja debemos elegir entre separarnos o mantenernos unidos, nos encontramos ante dos caminos que implican desafíos, voluntades y actitudes particulares.

Mantener el matrimonio implica un trabajo personal profundo, terapia de pareja juiciosa o, por lo menos, un trabajo personal, en aras de reconstruir los sentimientos, la confianza y el amor, entre muchas otras cosas, según cuál sea la razón por la cual estamos contemplando no seguir juntos. 

La separación nunca es una ruta placentera. Lejos de eso, conlleva un duelo que, como cualquier otro, tiene sus tiempos, su trabajo y sus aprendizajes. Sin embargo, también puede convertirse en un camino que ofrece posibilidades de crecimiento para todos, aunque sea en diferentes momentos de la historia futura.

Una separación jamás toca solo a la pareja: también afecta a los hijos, si los hay, pero también a los familiares y amigos, y a todos aquellos que de alguna forma u otra estuvieron implicados en la decisión. Aun así, es muy importante reconocer que, así mi decisión afecte a varias personas, es más importante cómo yo la maneje y desde qué lugar que la decisión en sí misma. 

Cuando hablo del lugar, me refiero a aquello que nos hace actuar de cierta manera: ya sea el del amor, que nos invita, nos llama o nos moviliza hacia algo valioso, o el del miedo, que nos aleja. 

Aunque para muchos parezca un contrasentido, cuando la idea de la separación nos invita a estar en paz, nos evita un sufrimiento innecesario, nos aleja de un lugar donde nos hacemos daño o no somos felices, y nos lleva a dialogar, acordar y comenzar una nueva vida desde un vínculo de amistad, nos estamos moviendo desde el amor. Y, cuando se hace desde el amor verdadero (no desde el apego o el amor complaciente), esta se convierte en una decisión constructiva.

Decidir desde el amor desplaza la presión de hacerlo “bien” o “mal”, e invita a pensar desde la libertad y la responsabilidad, con la consciencia de quiénes somos, cuáles son nuestras creencias, miedos y retos, y qué es lo valioso que nos mueve a hacerlo. A esto subyace un trabajo de autoconocimiento y de reconocimiento de los otros. 

De lo contrario, podemos pasar años tomando decisiones empujados por miedos inconscientes, creencias limitantes y sesgos que desconocíamos. Allí se funda la mirada obtusa que dicta que así somos y no podemos cambiar, y que las circunstancias nos han obligado a actuar de esa manera. 

Aunque en ambos casos tomamos decisiones, actuamos y dejamos huella, en el primero, el sentido nos invita y, en el segundo, el ego nos empuja. Esa sutil diferencia semántica nos va definiendo como individuos, como familia y como sociedad.

Ahora bien, es natural que cuando hay hijos la duda sobre qué camino tomar surja de pensar en el daño que podemos causarles. En ese caso, para tomar una decisión con sentido, podemos reformular el planteamiento y preguntarnos si estamos seguros de querer separarnos de la pareja, con la consciencia de que va a haber un impacto para nuestros hijos y debemos acompañarlos con amor.

Si la decisión dependiera solo del impacto que esta va a tener en los hijos, nadie se separaría, pues de alguna manera u otra van a ser “afectados”. En cualquier camino que elijamos, van a surgir obstáculos y asuntos que trabajar. Que existan no es un argumento para pensar que no es una decisión sana, como cuando decidimos cambiar de país o de trabajo, tener o no más hijos, hacernos o no un tratamiento médico, etcétera.

Por eso, la pregunta debemos hacérnosla con respecto a la relación de pareja; ya veremos en otro capítulo cómo estructurar una parentalidad sana una vez se ha tomado esta decisión.

Las preguntas claves antes de la separación

Así pues, aunque nunca estaremos cien por ciento seguros de estar haciendo lo “correcto”, sí es posible hacer un ejercicio juicioso con el fin de tomar una decisión con sentido. Para eso, debemos verificar lo siguiente:

• ¿Esta opción me llama? ¿Me convoca?

• ¿Es sana y buena para mí?

• En esa medida, ¿va a ser buena y sana para mi pareja? ¿Para mis hijos?

• ¿Es una decisión dirigida por razones pensadas, valiosas para mí, que me definen y me muestran cómo soy y cómo quiero vivir conmigo y con quienes quiero y aprecio?

• De cara a esta decisión, ¿reconozco que voy a enfrentarme a muchos obstáculos y me comprometo a sobrellevarlos con responsabilidad?

Esto se puede resumir en tres preguntas:

¿Ya hice lo necesario por trabajar con mi pareja y por encontrar soluciones reales para mantenernos unidos (si es eso lo que quiero)?

¿Tiene sentido separarme de mi pareja?

¿Estoy listo para afrontar los obstáculos y las situaciones que se van a presentar?

De no estar seguro de lo primero, mi invitación es a hacer todo lo posible por trabajar en la relación. Hay diversos recursos, como terapia, retiros, conferencias, consejeros espirituales y libros maravillosos, entre muchos otros. Pero es importante que ambos estén abiertos, dispuestos y que lo hagan. De ser así, ¡no lo duden! Si hay, como digo yo, “pegamento o gasolina”, si queda amor de pareja, existe la materia prima para intentar continuar. Podemos incluso llegar a creer que ya no amamos al otro o que ya no nos aman, pero si tenemos fe en que ambos podemos trabajar, madurar y hacer los ajustes relevantes, y, sobre todo, tenemos la voluntad para hacerlo, es posible reconstruir un matrimonio. 

¡Créanme! Ese no es, sin embargo, el objetivo de este libro, pero no podría continuar por este camino sin invitarlos a explorar primero el del trabajo de pareja.

Pero, si no es así, no se angustien. Elegir separarse puede ser la opción más sana, y si esa ha sido su decisión, los invito a continuar leyendo este libro para hacerlo con compañía. 

Ejercicio

Hacer una lista de:

• Las cosas que me enamoraron de mi pareja. Resaltar aquellos valores o características que, a pesar de la separación, reconozco y creo que pueden mantenerse durante este proceso.

• Las circunstancias o razones que me llevaron a pensar en la separación como un camino. ¿Qué me dolería soltar si nos separamos?

• Las cosas que aún me unen a mi pareja. ¿Qué considero que valdría la pena trabajar si aún existe la posibilidad de reconstruir mi matrimonio? 

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