Un teléfono de hilo gigante, equipos de sonido dañados, tocadiscos, micro proyecciones y objetos reutilizados son solo algunos de los elementos que usted podrá observar en la exposición “Extrañando al Fantasma”, del artista Ícaro Zorbar, en el Museo de Arte Moderno de Bogotá.
El título de la muestra hace apología a la carencia de algo, a aquello que existió y ya no está, a la ausencia de seres, cosas y momentos. Cada pieza está hecha con materiales reutilizados que han sido transformados en obras de arte. Ícaro denomina sus instalaciones como escenas, en las que no escatima detalles, no no deja ninguna idea suelta.
Los espacios cumplen un rol importante su trabajo. Las instalaciones alcanzan dimensiones tan amplias que cubren todo un recinto o tan mínimas que se deben observar con lupa. Ícaro tiene un profundo interés en los sonidos, que en su obra aborda con una serie de melodías en discos, cassettes, también en la sutil caída de una gota de agua en láminas metálicas que provocan un sonido agudo, y en una máquina de hacer truenos, donde los asistentes participan tocando con sus dedos un par de hilos que generan estruendos.
Satélites, Ícaro Zorbar. Cortesía: MAMBO
Para Ícaro la gente y las relaciones interpersonales son fundamentales. Saluda con cariño a porteros, guías, jóvenes y a cualquier persona que lo reconoce en el camino. Genera empatía con los sujetos, no solo físicamente sino a través de sus obras, “cada cosa que yo haga debe tener una conexión” pronuncia el artista llevando sus manos al pecho y asegura que la relación con nuestro cuerpo nos ayuda a comprender y a acercarnos a otros.
Durante el recorrido los cambios de ambiente entre las salas están muy marcados. De la luz natural del primer piso, pasa a la penumbra del segundo, que con ayuda del techo estrellado (cartón con agujeros) recrea un escenario galáctico y cambia la percepción del espacio, “sientes como si estuvieras en otro lado, como si cambiaras de un planeta a otro”, comenta Camila Rivas, una de las asistentes a la exposición.
En el tercer piso la mirada se detiene en lo que el artista llama “el faro invertido», una gran pieza colgada del techo, creada con bafles, amplificadores, parlantes, televisores y equipos de sonido. En esa misma sala se encuentran dos instalaciones sonoras que se activan tres veces al día entre semana: a las 11 a.m., 3 p.m. y 5 p.m.; y los domingos a las 2 p.m. y a las 4 p.m. Suenan boleros que inevitablemente trasladan al público a otro tiempo, el de la juventud de nuestros padres o abuelos.
El faro invertido Ícaro Zorbar. Cortesía MAMBO
El recorrido finaliza con una de las obras que más tocó las fibras del público: la instalación “quédate un momento”, que invita al espectador a bajar la velocidad y a detenerse para contemplar el movimiento lento y casi imperceptible de un tocadiscos con restos de carboncillo. Esa velocidad baja cuestiona la prisa con la que nos tomamos la vida, el afán de hacer las cosas y la falta de disfrutar del ahora.
Ícaro logró romper las escalas, jugar con los cuerpos, conectar con el público, rememorar momentos y conmover a la audiencia. Su sensibilidad se refleja en cada pieza, y sin duda, usted saldrá con tantas sensaciones que querrá tomarse su tiempo para apreciar el lugar y extrañar al fantasma.
Partículas, Ícaro Zorbar. Cortesía: MAMBO
Máquina de truenos, Ícaro Zorbar. Cortesía: MAMBO
Cascada, Ícaro Zorbar. Cortesía: MAMBO