Encefalófono
Foto: The Encephalophone Ensamble
Estilo de vida Tecnología

El Encefalófono en 2025: cuando los pensamientos se convierten en música

El Instituto Sueco de Neurociencia y el Centro de Artes Digitales de la Universidad de Washington creó un dispositivo capaz de traducir los pensamientos en melodías.
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junio 21, 2025
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Un casco lleno de cables y cintas está conectado a un sintetizador de piano. Su portador no puede mover ninguna parte de su cuerpo, sin embargo es capaz de componer una melodía con su mente y traducirla a dicho instrumento. Esta es la magia de la ciencia, llamada Encefalófono, un puente sónico entre la conciencia y la rehabilitación, que en 2025 sigue latiendo con fuerza en los laboratorios de Estados Unidos… y también, cada vez con más nitidez, en los de Colombia, donde se perfila como símbolo que se puede vivir con esclerosis lateral amiotrófica.

De laboratorio a prototipo con alma

Fue en la Universidad de Washington donde todo comenzó. El neurólogo y músico Thomas A. Deuel, el físico Félix Darvas y el compositor Juan Pampin unieron sus disciplinas para diseñar un casco EEG que capta las ondas cerebrales del córtex visual y motor, y las traduce en notas musicales. En 2017, 15 voluntarios, que nunca antes habían tocado un instrumento, lograron ejecutar una melodía mental durante cinco minutos. Los resultados fueron alentadores: con un 67 % de precisión usando señales visuales, y un 57 % con señales motoras, se demostró que el azar no era responsable de esa música cerebral.

Ocho años después, en 2025, el Encefalófono ya no es solo una curiosidad académica. Se considera un hito en el campo de las interfaces cerebro-computador (BCI, por sus siglas en inglés), y aunque aún no ha llegado al mercado como dispositivo terapéutico masivo, su rastro se sigue viendo en congresos de neurociencia, ensayos clínicos emergentes y laboratorios interdisciplinares.

Una resonancia que también suena en Colombia

Al otro lado del continente, la idea de traducir el pensamiento en melodía también ha echado raíces. En Manizales, el profesor Héctor Fabio Torres, del Doctorado en Diseño y Creación de la Universidad de Caldas, desarrolló con su equipo una interfaz que convierte la actividad cerebral en composiciones atonales. A través de EEG, Machine Learning y emociones memorizadas, sus proyectos dan forma a una estética sonora nacida de la mente, no del músculo.

En la costa atlántica, la Universidad del Norte de Barranquilla ha presentado un avance de impacto social: una silla de ruedas que se controla con el pensamiento. Basada en señales visuales SSVEP, el sistema reduce el tiempo de reacción a menos de 20 segundos y permite a personas con movilidad reducida desplazarse de forma autónoma.

Bogotá también escucha. En la Universidad El Bosque, un grupo de estudiantes diseñó una interfaz que permite escribir mensajes con la mirada y el pensamiento, logrando una precisión del 86 % en pruebas reales. Y en Bucaramanga, la Universidad Autónoma desarrolló un brazo robótico conectado a un EEG que reacciona a las intenciones de movimiento, pensadas por el paciente. Un ensayo clínico en miniatura, con el potencial de convertirse en tratamiento.

Estas iniciativas no son hijas directas del Encefalófono, pero sí comparten su espíritu: devolverle al cuerpo un canal de expresión, una posibilidad de comunicación, una forma de arte.

Entre la música y la terapia

A diferencia de otras tecnologías que buscan reemplazar funciones corporales, el Encefalófono y sus primos colombianos proponen otra cosa: crear nuevas formas de ser en el mundo. Tocar música sin mover un dedo no es solo un experimento técnico, es una experiencia estética y emocional. Muchos pacientes con esclerosis lateral amiotrófica, lesiones cerebrales o amputaciones encuentran en estas tecnologías no solo una herramienta de rehabilitación, sino también una vía para reconectar con su identidad.

Pero no todo está hecho. Para que estas interfaces lleguen a clínicas, hospitales y hogares, necesitan superar retos técnicos y éticos. Validaciones clínicas, producción accesible, entrenamiento guiado y, sobre todo, colaboración entre disciplinas que rara vez se cruzan: la neurología, la música, la robótica, la pedagogía, la filosofía.

El próximo compás

Los próximos años serán decisivos. En Washington, Deuel sigue buscando financiamiento para llevar su casco a las unidades de terapia. En Colombia, los grupos de Caldas, El Bosque, la Norte y la UNAB consolidan sus prototipos en redes de investigación interdisciplinarias. Algunos empiezan a coquetear con la inteligencia artificial; otros, con entornos inmersivos de realidad aumentada.

El futuro sonará distinto. Quizá no con orquestas, ni con bandas tradicionales, sino con pacientes que cierran los ojos, imaginan el movimiento de una mano… y hacen música. Tal vez una sinfonía hecha de impulsos eléctricos y recuerdos. Tal vez una canción que nos diga, sin voz, que el pensamiento aún baila.

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