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Cultura

Venus en piel en el Teatro Nacional

La obra Venus en piel, protagonizada por Marcela Mar y Julián Román, se presenta en el Teatro Nacional La Castellana, en Bogotá, hasta el 12 de octubre.
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agosto 22, 2014
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“Drama masoquista”, con esas dos palabras cataloga, entre risas, el director Fabio Rubiano Venus en piel, la obra que estrenó el pasado 8 de agosto. Aunque la trama comienza con un tono de comedia pura, durante su desarrollo cambia de acento mientras los personajes se van involucrando.

Thomas Novachek, interpretado por Julián Román, es un dramaturgo y director de teatro que está en busca de la protagonista de su nueva obra, una adaptación que realizó en 2014 de La Venus de las pieles, libro que en 1870 escribió el austriaco Leopold von Sacher-Masoch, de donde nace el término masoquista. “Él cree que controla absolutamente todo, pero no es así. Ni su obra, porque cuando llega ella a presentar su audición termina cambiándole las cosas”, asegura Román.

Marcela Mar, además de producir este proyecto con Francisco de Castro, encarna a Vanda, la actriz. “En un medio en el que casi todas las historias son contadas por hombres tener la posibilidad como artista, como creadora y productora de contar una historia en la que la fuerza femenina es la que domina es muy gratificante”, explica. En octubre de 2012 vio la obra en Broadway, escrita por el norteamericano David Ives, y pensó: “¡Qué texto tan increíble!, quiero hacer esto en Colombia”. Consiguió la versión en español de Fernando Masllorens y Federico González del Pino e inmediatamente comisionó a Rubiano para la dirección y a Laura Villegas para el diseño de arte y gráfico.

“En este montaje buscamos un concepto que permitiera el cruce de tiempos, lugares y ambientes para jugar con el espacio de trabajo de Thomas, característico del siglo XXI, y rasgos de la atmósfera del siglo XIX que presenta el libro”, define Villegas. El hierro y el concreto evocan un marco industrial que se agudiza con la lluvia que golpea contra las ventanas y el sonido de los truenos, elementos que junto a la piel del abrigo, símbolo de poder al que Sacher-Masoch le dio una connotación erótica, determinan el carácter de la obra.

“No quería llegar a la evidencia del masoquismo usando los estereotipos que hay alrededor de eso. Buscaba elementos de mucha sensualidad, de contacto, de ilustración pero sobre todo trabajar con aquello que está a punto de suceder”, señala Rubiano, quien hace énfasis en la línea divisoria entre la relación del director y la actriz, la que hay entre los personajes y la confusión que se establece mientras transcurren los 75 minutos de duración de la pieza teatral.

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