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Cultura

António Lobo Antunes: “Escribo novelas porque no sé escribir poesía”

Uno de los autores más importantes de la literatura portuguesa contemporánea es Antonio Lobo Antunes. Sus obras tendrán un papel fundamental este año en el pabellón de Portugal. "Cuando tengo un libro entre las manos no dejo de escribir un solo día, porque tengo un miedo horrible de perder la mano."
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abril 19, 2013
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Imagine despertar en medio de un sueño, recordar cada cosa que vio, cada palabra que escuchó y luego darse cuenta de que no estaba dormido; se encontraba sumergido entre las páginas de un libro. La literatura de António Lobo Antunes permite al lector ubicarse en el espacio onírico de otro y lo conduce a través de éste por medio de una sintaxis errática, oraciones que vagan entre el pasado y el presente, metáforas que hacen divagar.

La primera vez que leí a Antunes me llevé una grata sorpresa. En la primera página de su novela, Conocimiento del infierno encontré una serie de figuras que me extrañaron, una narrativa muy rápida, diferente a lo que venía leyendo. Fue como un golpe que me hizo prestar atención. Esta novela en especial presenta la visión de la locura y el trauma de la guerra que pueden vivirse en un hospital psiquiátrico; muy bien lograda gracias al uso de alteraciones en la secuencia temporal, remembranzas que sacan al lector del hilo del presente durante toda la historia.

António Lobo Antunes nació en el año 1942 en Lisboa, Portugal. Fue médico especializado en psiquiatría a causa de la presión familiar, hecho que moldeó en gran medida su manera de abarcar el género de la novela. En 1971, tuvo que ir a la guerra colonial de Angola y dejar a su esposa esposa mientras esperaba a su primera hija, Maria Jose. Esta época de guerra influyó en muchos de sus trabajos, en especial ‘En el culo del mundo’, novela que podría llamarse una ficción autobiográfica en la que describe su recorrido por aquel lugar y expresa sus pensamientos al encontrarse en medio de una guerra que no entendía, siendo muy joven y sabiendo que no podría ver en un largo tiempo a la niña que estaba por nacer.

Ese periodo también determinó en una gran medida su labor de escritor, hecho que podemos notar en las cartas que escribía a su esposa Maria Jose Xavier de Fonseca; tal correspondencia sería editada y publicada por sus hijas muchos años después, para cumplir de ese modo la voluntad de su madre enferma de cáncer. Como sucede con gran parte del género epistolar, al no ser pensado para la publicación, este material permite a los lectores llegar hasta la piel de Antunes durante la guerra, conocer sus anhelos profundos y la forma en que el conflicto, la distancia y el hecho de ser extranjero, hacía que las palabras se fueran agolpando en sus manos con ganas de salir disparadas a fin de entender, a través de ellas, todo lo que ocurría con el mundo que no paraba, mientras él estaba detenido.

Antunes es un escritor que no cree en premios, pero que se alegra al recibirlos. Fue candidato al premio Nobel, y ha recibido una serie de reconocimientos importantes, entre los que se encuentran el Premio France Culture, Premio Grinzane Cavour-Deux Oceans, Grande Premio de Romance y Novela; también ha sido el primer portugués distinguido con el Premio Juan Rulfo.

En 2007 le diagnosticaron un cáncer de colon que superó luego de un corto tratamiento. En la época de su padecimiento, según relata, su visión sobre la vida y la escritura se fortalecen. Esto es claro cuando, al visitar al médico esperando lo peor, le pregunta si puede aplazar el tratamiento mientras terminaba de escribir su novela ‘El archipiélago del insomnio’, lo que ilustra su tenacidad al escribir y el ímpetu que queda plasmado a lo largo de su obra: “Si dejo de escribir no me queda nada”.

Cada palabra de sus novelas es un acercamiento al universo que propone Lobo Antunes. Cada página es una invitación a su perspectiva sobre la vida, la guerra, la locura. Nos acerca a ese cuestionamiento sobre el presente que vive mezclado, contaminado siempre con el pasado. Más allá de sus frases desordenadas y llenas de silencios, al leerlo se experimenta una velocidad vertiginosa, la urgencia de un hombre por describir su entorno de la forma más visceral, cruda, sin importar los prejuicios; el interminable afán de hacernos parte de su historia.

“Escribo novelas porque no sé escribir poesía” decía hace varios años, y sus novelas son su mayor acercamiento al lenguaje poético. Su labor de escritor —dijo en su discurso para el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2008 —, tiene como objetivo hablar por los que no tienen voz y por aquellos que aún no la han encontrado; por los pies de los muertos que se alejan: “Lo que busco es poner la vida entera entre las cubiertas de un libro”.

Para acercarse a cualquiera de sus novelas y seguir de manera efectiva el hilo conductor de su narrativa, es preciso hacerlo con cautela; leer detenidamente cada oración, sopesar cada figura, cada imagen propuesta. Hay que acercarse con sigilo y estar dispuesto a que una ráfaga de ideas nos golpee en la cabeza y luego ya no podamos parar hasta terminar de leer.

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